Una definición de martirio ¿Puede un terrorista ser un mártir?
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escrito por Hikmet Yüceoglu
05.01.2006
Para comprender y poder resolver problemas de cualquier índole, lo primero que ha de hacerse es identificar las causas que los han originado. Si no es así, todos los análisis, comentarios y soluciones estarán avocados al fracaso. Si una meta tan excelsa como el martirio es objeto de acciones improcedentes, se precisará una extensa evaluación de dicho asunto como base para nuestro análisis. Sin embargo, nuestro tema aquí no va a consistir en dicha evaluación, sino más bien en buscar respuestas respecto a qué lugar ocupa el martirio y quiénes son los mártires en el Islam.
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Para comprender y poder resolver problemas de cualquier índole, lo primero que ha de hacerse es identificar las causas que los han originado. Si no es así, todos los análisis, comentarios y soluciones estarán avocados al fracaso. Si una meta tan excelsa como el martirio es objeto de acciones improcedentes, se precisará una extensa evaluación de dicho asunto como base para nuestro análisis. Sin embargo, nuestro tema aquí no va a consistir en dicha evaluación, sino más bien en buscar respuestas respecto a qué lugar ocupa el martirio y quiénes son los mártires en el Islam.
Personas ideales
Hay cuatro tipos de personas ensalzadas por su modelo de conducta ideal en el Corán y en la Sunna, las dos fuentes básicas del Islam: el profeta, el sidiq (la persona sumamente veraz), el shahid (el mártir o testigo) y el salih (el justo) (An-Nisa 4:69). El primero de los anteriores es la cúspide del ascenso y la perfección que puede alcanzar la humanidad. Mas esa meta no puede ser alcanzada a través del esfuerzo o la inspiración, ya que es Dios mismo el que elige a la persona para ser enviada como profeta, y el que le dota de las virtudes necesarias a tal efecto. La vía hacia dicho logro ha sido cerrada para siempre tras el advenimiento del último de los profetas, Muhammad, sobre él sea la paz y la bendición. Tras él no habrá más profetas. Las otras tres categorías son la veracidad de corazón, el martirio y la rectitud.
El elemento principal del mártir es testificar la verdad en todos los aspectos de la vida y a través del comportamiento propio. Es más, el martirio conlleva la testificación de las verdades del ghayb, el mundo invisible, a través de una percepción interna similar a la que los demás seres humanos tienen al percibir el mundo físico. Es en ese sentido en el que el Corán utiliza las palabras shahid y shahada (martirio). Por lo tanto, llamar a los que han ofrecido sus vidas por la causa de Dios mártires o testigos es una metáfora. Son llamados «testigos» (mártires) porque dan fe de la verdad, verdad en la que creyeron tan profundamente que están dispuestos a arriesgar sus vidas para conseguirla.
A lo largo de la historia, el martirio siempre ha sido una de las más sublimes categorías a las que los musulmanes han aspirado. En determinados momentos, el martirio constituyó la fuente más importante de poder para llevar a los musulmanes hacia la victoria contra enemigos que eran físicamente más fuertes y más numerosos. Y en otros momentos, cuando los soldados musulmanes tuvieron dudas respecto a la consecución del martirio, la derrota fue el resultado final. Por ejemplo, el hecho de que el ejército de Timur fuese también musulmán hizo que los otomanos perdiesen una batalla en Ankara, puesto que los soldados otomanos creyeron que el martirio y convertirse en héroe de guerra (ghazi) eran irrealizables en dicha guerra (Gí¶kbilgin 1977).
El martirio no se alcanza únicamente siendo matado por un soldado no musulmán durante la guerra; pues eso tampoco garantiza totalmente el martirio. La muerte a manos de un no musulmán puede ocurrir por diversas razones ajenas a la guerra. También los que mueren brutalmente a manos de un creyente o mueren ahogados, envenenados o por causas similares pueden convertirse en mártires. Por lo tanto, el martirio es un grado espiritual en el que la intención del individuo en cuestión constituye la esencia del asunto. Si ello no fuera así, los creyentes pedirían ser matados por no musulmanes en vez de desear el martirio de Dios. En el Islam, está prohibido desear la muerte. Los creyentes han de luchar y ganar la guerra, en vez de elegir morir. Sólo se convierten en mártires cuando caen muertos tras haber luchado todo lo posible por sobrevivir en el combate. Por consiguiente, aunque las intenciones de una persona sean alcanzar el martirio, si elige morir en vez de luchar por la causa de Dios, se puede considerar como un suicidio ”cosa prohibida en el Islam”. De hecho, tanto el Profeta como muchos de sus compañeros tomaron precauciones contra la muerte, pues no la buscaban. Vestían armaduras y usaban escudos durante las batallas; también retrocedieron y cavaron trincheras cuando fue necesario. Es decir, que lucharon para sobrevivir y ganar la guerra. Morir en la guerra no es la meta de un musulmán; por lo que participar en una guerra para encontrar ese final puede significar un fracaso en la consecución del martirio.
¿A qué personas se las considera mártires?
Los mártires son aquellos que han seguido lo que Dios ha establecido para los creyentes, una vía que lleva a la bendición divina, y han muerto o han sido asesinados mientras luchaban para cumplir las exigencias de dicha vía; o bien son aquellos que han muerto mientras protegían los valores que Dios ha ordenado proteger. Dichas personas son dignas de elogio y merecen ser llamadas mártires.
La literatura musulmana menciona generalmente tres tipos de mártires: el mártir perfecto, el mártir de esta vida y el mártir de la próxima vida.
El mártir perfecto
El martirio perfecto es el que cumple las condiciones del martirio ante Dios y en el que se realiza un funeral propio del mártir. Durante el funeral del mártir perfecto 1) no se realiza la ablución ritual del cuerpo, 2) el cuerpo no se envuelve en un sudario 3) y no se realiza la oración fúnebre ”aunque este último punto es motivo de discrepancia”. Se tienen que dar seis condiciones para que un mártir sea considerado «mártir perfecto»:
1) . Ser musulmán: la exigencia básica es que el mártir sea creyente (musulmán). Está estipulado que los no musulmanes no se pueden beneficiar de las bendiciones espirituales proporcionadas por el Islam; y entre ellas se incluye el martirio.
2) . Ser responsable: Según los principios del Islam, para ser responsable, la persona ha de estar mentalmente sana y haber alcanzado la pubertad. Por lo tanto, los niños y los enfermos mentales no pueden ser responsables, así que no pueden optar al «martirio perfecto». Esta es la opinión del Imam A'zam. Sin embargo, los eruditos que sostienen lo contrario son de la opinión de que «tanto los que han llegado a la pubertad como los que no están en igualdad de condiciones respecto al martirio; ya que los que aún no han alcanzado la pubertad son considerados musulmanes, y si mueren luchando contra los infieles, habrán actuado como los que ya han alcanzado la pubertad; y es de justicia que sean tratados del mismo modo. De hecho, el trato dispensado por el Profeta a los mártires de Uhud apoya esta opinión, ya que hubieron bastantes jóvenes entre los mártires, como Hariz ibn Numan» (Zuhayli 3:105).
3) . Pureza: El mártir ha de ser puro respecto a las denominadas impurezas canónicas. Según esta condición, los hombres que precisan de la ablución y las mujeres que se hallan en su período menstrual o en el posparto están excluidos de ser tratados en sus funerales como «mártires perfectos». Pero esta opinión es tan sólo del Imam A'zam. Otros juristas tales como Imam Muhammad, Abu Yusuf, Shafii, Ahmet ibn Hanbal y el Imam Malik sostienen que el martirio en sí limpia la impureza, por lo que no es necesario hacerle la ablución a la persona muerta en dichas circunstancias. Estos juristas apoyan su opinión en el caso de Hanzala, el cual luchó en la batalla de Uhud donde murió. Se había casado el día anterior y corrió hacia la batalla sin ni siquiera haber podido hacer la ablución (preceptiva tras el acto sexual). A pesar de que la esposa informó al Profeta de que aquél se hallaba canónicamente impuro al morir, el Profeta dijo que los ángeles le habían hecho la ablución, por lo que fue enterrado sin ablución (al igual que los demás mártires) (Ibn Abidin 3:514).
4) . No haber sido matado por una causa justa: Los que no son matados por una causa justa, como el castigo legal por un crimen tal y como el qisas (el talión) son considerados «mártires perfectos».
5) . No ser murtas (herido al que se le aparta del campo de batalla): Esta palabra significa literalmente «persona herida en una guerra y que ha sido transportada a otro lugar», e incluye aquellos que reciben tratamiento médico, comen, beben, duermen y mantienen conversaciones prolongadas, los que manifiestan sus últimas voluntades y acciones semejantes antes de morir. Si todos estos actos mundanos suceden tras haber sido la persona herida mortalmente y transportada a otro lugar, a la persona se le considerará murtas. Si estos actos suceden en el lugar donde la persona ha sido herida, mientras la batalla se sigue librando, ello no influye en las condiciones para ser un «mártir perfecto». Los casos de Omar, Ali y Osman (el segundo, el cuarto y el tercer califa) son ejemplos perfectos de esta situación. Omar y Ali fueron trasladados a otro lugar tras haber sido heridos mortalmente, por lo que se les hizo la ablución a sus cuerpos. Mientras que a Osman, que murió donde fue herido, no se le hizo la ablución y fue sujeto a los procedimientos seguidos con los «mártires perfectos».
6) . Más allá del ámbito del precio de la sangre: Según la ley musulmana, el asesinato se castiga con el qisas, o ley del talión. Sin embargo, si el homicidio acontece de modo no intencionado o por error el qisas no se aplica. Por ejemplo, si el acto se comete en una ciudad a la luz del día debido a una patada espontánea o por haber golpeado con un arma o instrumento no diseñado para matar, como por ejemplo un látigo (pues el uso de dicho instrumento hace dudar sobre la intención de matar), no se permite ejecutar el talión. En resumen, según la ley musulmana, las víctimas de un asesinato (cuando al asesino se le sentencia al talión) son consideradas mártires; mientras que los que han sido matados de otro modo (de tal modo que no se puede aplicar el talión) no se consideran mártires (al-Kasani 1:321). Los que mueren mientras luchan contra no musulmanes, malhechores y rebeldes son considerados mártires, sin importar el modo en que mueran. Los que no cumplan algunas de las mencionadas condiciones no recibirán el trato de «mártir perfecto» durante sus funerales (Yüce, 32-36).
El creyente que no es matado por una causa justa está sometido a las reglas del «mártir perfecto». En el campo de batalla, al igual que los que caen luchando cara a cara contra el enemigo son mártires, también lo son los que se disparan a sí mismos por accidente con sus propias armas, los que son disparados por un compañero, los que caen del caballo y son golpeados por el mismo, los que son pisoteados por los cascos de los caballos tanto de musulmanes como de no musulmanes, los que son alcanzados por una flecha perdida o cualquiera que sea encontrado muerto al final de la batalla por razones desconocidas (aunque no presente herida alguna) y son enterrados con los rituales funerarios propios de los mártires. Las armas y dotaciones del pasado tal y como los caballos, las flechas, etc. arriba mencionadas pueden ser sustituidas por las actuales aplicándose las mismas reglas.
Los que mueren durante el ataque enemigo a un poblado, los que son asesinados por bandidos, los que son asesinados mientras abastecen de servicios secundarios, los que mueren durante un ataque perpetrado contra sus viviendas o sus lugares de trabajo o el que es asesinado intencionadamente por su propio padre, son también mártires (Sarahsi 2, 52). Si un grupo le hace la guerra a otro, aun a sabiendas de que el otro grupo es musulmán, los que mueren en el bando de los que se defienden son mártires. Ello es así ya que los que mueren en el bando de los que se defienden han muerto protegiéndose a sí mismos y a la comunidad musulmana (al-Ayni 3: 307). De esto se desprende que los que mueren en el bando atacante no son considerados mártires, sino crueles pecadores.
El mártir de esta vida
Los que caen en la lucha contra el enemigo y reciben el trato de «mártires perfectos» en sus funerales, pero que en realidad no lo son ni serán recompensados con las bendiciones del martirio, son denominados «mártires de esta vida». En este grupo se incluyen los que mueren mientras desertan o saquean[1], aquellos cuya verdadera intención no es cumplir la voluntad de Dios, sino lucirse o vengarse, los que luchan por ideologías que contradicen los principios del Islam, tal y como el racismo, o los que luchan para hacerse con bienes terrenales (Zuhayli 2: 560). Al ser muy difícil o imposible conocer dichos sentimientos íntimos, los arriba mencionados reciben el trato de mártires en esta vida. Mas su situación en la próxima vida es descrita por el Profeta de la siguiente manera: «La primera persona en ser juzgada de modo desfavorable el Día del Juicio Final será el falso mártir. Se le traerá y se le mostrará la recompensa que se hubiese merecido, y la cual él reconocerá. Luego, Dios le preguntará “¿Qué has hecho para merecer dicha recompensa?â€. Él responderá: “He combatido por Tu causa hasta caer mártirâ€. Entonces Dios responderá: “¡Mientes! Has combatido para que la gente diga: “¡Qué hombre más valiente!â€. Y así han hecho en esta vida (por lo que ya has recibido lo que buscabas y ya has sido pagado)â€. Acto seguido, se ordenará que dicha persona sea arrastrada al fuego del infierno sobre su rostro»[2].
En otro hadith se usan las siguientes expresiones (para describir la condición de «los mártires de esta vida» en la otra vida): Se le preguntó al Profeta qué le pasará a los que combatiesen para adquirir riquezas o fama debido a su valentía o a los que combatiesen por racismo o fanatismo y aun así considerasen que habían combatido por la causa de Dios. Y respondió: «Los que combatan para glorificar la palabra de Dios habrán combatido por la causa de Dios»[3]. Ha de quedar claro que la intención esencial es la de ganarse la aprobación divina y glorificar la religión de Dios. Quien trabaje en dicha dirección puede combatir por otras causas que sirvan al mismo propósito. En dicho caso, cuando se le mata, sigue siendo un mártir. Sin embargo, eso precisa de un compromiso muy sensible con la intención y los sentimientos del corazón y una gran atención a la meta subyacente.
Una vez, el Profeta preguntó: «Â¿A quién llamáis mártir entre vosotros?». La gente respondió: «A los que son matados con un arma». Y él replicó: «Muchos hay que son matados con armas y no son mártires; y muchos hay que mueren en sus lechos y son recompensados con las bendiciones propias de los siddiqs (los sumamente veraces) y de los mártires» (al-Isfahani 8:251). En otro hadith en el que el Profeta hace referencia al daño que causan los malos hábitos dice: «Los que constantemente lanzan imprecaciones a los que les rodean no se les concederá la shafaa' (intercesión) ni se les considerará mártires»[4]. Hay gente que se dice trabajar por la causa de valores sagrados y no están satisfechos con las imprecaciones que lanzan contra los que piensan de modo diferente a ellos o no les apoyan; incluso les acusan de ser infieles o paganos. No obstante, el peligro de ese enfoque es evidente. Cuando un creyente es acusado de ser un infiel, es de hecho el acusador quien realmente es el infiel[5]. El Corán dice:
Cuando acudáis a combatir por Dios, cuidado no digáis al primero que os salude: «Â¡Tú no eres creyente!» (4:94).
Considerando que se trata de un verso que prohíbe matar a quien indique con su saludo que es musulmán, el asesinar a musulmanes (junto a no musulmanes) en ataques suicidas sin prestar consideración alguna no precisa ni que se discuta.
El mártir de la vida en el más allá
Son los que mueren en la vía del «mártir perfecto»; pero no cumplen una de las seis condiciones arriba mencionadas. No se les contempla como «mártires de esta vida», sino que se les considera mártires «de la otra vida». Se incluyen también en esta categoría a los que fueron llamados mártires por el Profeta y los que murieron sin ser matados. El Profeta y Abu Bakr pertenecen a esta categoría, ya que el veneno que ingirieron en Jaybar tuvo efecto. Omar y Ali son también mártires de la otra vida ya que fueron trasladados a un lugar diferente de donde fueron heridos (lo cual no les capacita para ser mártires perfectos). Hay constancia de que la cima de esta categoría de martirio ”con excepción del Profeta” la detenta Omar.[6]
Al mártir de la otra vida se le proporciona un funeral según los ritos comunes. Lo que significa que se les hace la ablución, se les envuelve en un sudario y se realiza la oración fúnebre. En esto no hay discrepancia entre los entendidos. Sin embargo, en la próxima vida, se les concederá la recompensa de los mártires y serán tratados como tal. El Profeta se ha referido en numerosas ocasiones a los que son considerados mártires entre los musulmanes. Y a pesar de que se mencionan distinciones entre los «mártires de esta vida» y los «mártires de la otra vida», las observaciones efectuadas por el Profeta han dado pie a la diferenciación realizada con posterioridad por los eruditos.
Al examinar los hadices referentes a los mártires de la otra vida, a los que no se les concede rituales funerarios propios del mártir, se puede apreciar que dicho grupo incluye a los mártires arriba descritos y a otros que se les considera legalmente mártires. Estos últimos son descritos muriendo como consecuencia de una enfermedad grave, una muerte inminente o inevitable, una muerte que conlleva gran dolor y sufrimiento, una muerte por accidente, combatiendo contra la tiranía, por adherirse con piedad a la religión o por estar privado de algunos de los bienes de esta vida. Dios, que acepta cada una de las dificultades que el creyente padece como compensación de sus faltas, concede la recompensa del martirio a los que sufren un dolor que culmina con la muerte. Esto es lo que se espera de Su misericordia. Dios Todopoderoso, por medio de su infinita misericordia, desea perdonar los pecados de Sus siervos musulmanes y elevar sus grados haciéndoles merecedores del Paraíso y Su presencia. Para ello ha creado vías; y nos ha informado respecto a las mismas por boca del Profeta de la Misericordia, Muhammad, sobre él sean la paz y las bendiciones.
Ataques suicidas
En base a la información proporcionada con anterioridad respecto al martirio, podemos ahora concentrarnos en nuestro tema: el terrorismo, los ataques suicidas y su relación con el martirio.
En función de las prácticas de las que ha quedado constancia a lo largo de la historia del Islam[7], los juristas musulmanes han emitido fatwas (pronunciamientos legales) a tal efecto:
Está permitido que una persona se lance contra un grupo de enemigos o atacarles siempre y cuando tenga la esperanza de salir sano y salvo de ello, o ”si no existe dicha esperanza” cuando vaya a infligir daño al enemigo, desmoralizarle, para animar a sus propios combatientes, debido a un extraordinario poder que sienta en dicho momento o cuando se trate de un cautivo que tema revelar una información secreta (Al-Shaibani 4:15-12).
Un examen cuidadoso de dicha fatwa revela que se deben de dar tres condiciones principales para que el martirio sea válido en dichas circunstancias:
1) . La situación en la que se encuentre el mártir ha de ser una situación de guerra. Se precisa la presencia de dos ejércitos rivales, en el que los combatientes se hayan preparado y reunido para luchar.
2) . No es totalmente cierto que el atacante vaya a morir.
3) . La muerte ha de ser ocasionada por el otro bando.
La pretensión de efectividad
Los que contemplan los ataques suicidas como algo permitido pretenden que no existe alternativa alguna. Aducen que el bando opuesto tiene ventajas incomparables en cuestión de armas, efectivos, apoyo logístico, prestaciones, entrenamiento militar y que les apoyan los medios de comunicación. Por lo tanto, afirman que no existe alternativa alguna a los ataques suicidas. Esta línea de pensamiento conlleva dos asuntos:
1) . No se realiza distinción alguna entre la meta y los medios para conseguirla, se tiende a confundir ambos. Para el creyente, tanto la meta como los medios que lleven a la misma han de ser legítimos y no se pueden confundir. Al ser la meta última el agradar a Dios, el deseo de conseguirlo a cualquier precio no debe suplantar dicho propósito.
2) . Si se permitiese la utilización de cualquier medio al precio que sea, siempre que lleve a la meta, se abriría la puerta de otras actividades ilegales e inhumanas tales como el empleo de la drogadicción o la prostitución entre grupos rivales para destruir su salud mental y moral, la manipulación de la ciencia para crear medicinas dañinas en vez de beneficiosas, el maltrato de los pacientes en los hospitales y el asesinato de los mismos de un modo u otro a fin de ahorrar recursos. Sin embargo, la religión y los profetas enviados para conducir a la gente hacia la felicidad en esta vida y en la próxima, nunca han usado métodos inhumanos ni han aprobado acciones como las mencionadas. El martirio sólo se alcanza cuando los principios de la religión son respetados; no puede alcanzarse por medio de la venganza y el odio. Los métodos que los musulmanes empleen han de ser tan rigurosos como sus propósitos.
Además, los musulmanes no pueden transgredir los límites ni siquiera en tiempos de guerra: Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no cometáis transgresiones. Dios no ama a los que cometen transgresiones (2:190). Sayyid Qutb explica brevemente este versículo así:
Pueden considerarse como transgresiones el tener como objetivo a mujeres, niños, ancianos, miembros del clero de cualquier religión que se hayan dedicado al culto o personas inofensivas y fidedignas que no participen en la guerra y que no constituyan un peligro para el esfuerzo realizado en la propagación del Islam o para la comunidad musulmana. Las transgresiones también pueden entenderse como la violación de las reglas de la guerra según las ha estipulado el Islam. De hecho, el Islam ha establecido reglas para la guerra a fin de minimizar las crueldades perpetradas antaño durante las guerras de la yahiliyya (ignorancia) y en la actualidad y para poner fin al salvajismo. Estas son las crueldades odiadas por la sensibilidad musulmana y que repugnan a la piedad musulmana.
Tras resumir las prácticas del Profeta y sus compañeros, Sayyid Qutb finaliza su comentario de la siguiente manera:
Los musulmanes sabían que no habían vencido en las guerras debido a su superioridad numérica, ya que eran menos. También sabían que su victoria no era debida a su superioridad armamentística, ya que tenían menos armas y suministros que su enemigo. Lograron la victoria gracias a su fe y devoción a Dios y gracias a la ayuda que Dios les concedió. Por lo tanto, si hubiesen obrado de modo diferente a cómo Dios y Su Profeta les habían ordenado, se habrían privado del único medio para alcanzar la victoria. Por eso seguían estrictamente las reglas de la guerra arriba mencionadas, incluso ante enemigos que les hacían sufrir agonías insoportables y que habían asesinado a sus amigos sometiéndoles a torturas indescriptibles (Qutb, comentarios al versículo 2:290).
Tipos de ataques suicidas
Al examinar los ataques suicida perpetrados alrededor del mundo, podemos apreciar que han ocurrido de dos maneras:
1) . Ataques suicidas llevados a cabo sistemáticamente y con resolución por personas pertenecientes a los ejércitos de dos países enemigos que están en guerra. Este tipo de ataque puede subdividirse de dos maneras:
a) . El ataque de una persona o grupo contra un grupo enemigo considerable o contra cuarteles con armamento tal y como aviones, tanques, granadas de mano, etc. Los ejemplos extraídos de la historia del Islam indican que las personas que llevan a cabo dichos ataques son mártires si mueren en el intento. Sin embargo, siempre existe la posibilidad de que el atacante sobreviva a dichas operaciones.
b) . Una persona o grupo de personas fija explosivos a sus cuerpos o cargan con los mismos un vehículo, para luego lanzarse contra un grupo de soldados enemigos o contra una fortaleza enemiga haciendo explotar dichas cargas. Dichos ataques sólo pueden ser permitidos bajo circunstancias muy limitadas establecidas por juristas musulmanes, y sólo son concebibles en tiempos de guerra. Fuera de esos casos, dichos ataques son incomprensibles, repugnantes y han de ser condenados. Algunos ataques son llevados a cabo en países que ni siquiera están en guerra, países que permiten al atacante entrar en su territorio, con o sin visado, países que permiten a los ciudadanos de otros países trabajar, estudiar, residir, abrir negocios, casarse y ”en algunos casos”adquirir la nacionalidad. En este caso, el país en el que acontece el ataque toma a ambos bandos bajo su protección, permitiendo que ambos entren y residan ahí. La violación de esta garantía implica el haber traicionado el visado emitido (según la terminología de los juristas musulmanes, constituye una traición al asilo, al refugio y al derecho de la libre circulación), lo cual está prohibido. Ibn Hajar Hayzami considera que el asesinato de la persona con quien se ha cerrado es un pacto es un pecado grave (Az-Zawajir 2:153).
2) . Estos ataques dirigidos contra extranjeros o contra ciudadanos o soldados del país contra el que el atacante está en guerra o de un invasor no están permitidos ni son comprensibles. A los perpetradores no se les puede denominar mártires. Es más, la persona que lleva a cabo dicho ataque es también culpable de: a) matar a gente inocente, b) traicionar y perjudicar al estado que ha emitido el visado, c) traumatizar a la gente y crear daños psicológicos, d) infligir daños a las propiedades de gente inocente, e) si el perpetrador es un musulmán, empañar la imagen del Islam, f) humillar internacionalmente al país de quienes son súbditos, g) hacer sufrir a sus familias, h) probable-mente ayudar a una organización criminal internacional, i) si el atacante es un musulmán, hacer felices a los enemigos del Islam ¼.y, finalmente, j) ser responsable de un crimen imperdonable. La grave responsabilidad por cometer suicidio y matar a inocentes (musulmanes y no musulmanes) desde el punto de vista de la religión está más allá del ámbito de este libro.
Conclusión
Ha quedado claro en el marco de los principios arriba mencionados que no existe lugar alguno en el Islam para los ataques suicidas, y que han de ser eliminadas las condiciones que dan lugar a dichos ataques.
Hikmet Yüceoglu - Catedrático emérito de Historia del Sufismo.
Referencias
• Gí¶kbilgin, M. Tayyip. Osmanli Müesseseleri, Teí¾kilati ve Medeniyeti Tarihine Genel Bakií¾, Estambul: 1977
• Az-Zuhayli, Vehbi. Islam Fikhi Ansiklopedisi. Ibn Abidin, Redd al-Muhtar; Shatibi, Mawkufat; Al-Kasani, Badayi as-Sanayi; Al-Ayni, Al-Binaya;
• Yüce, A. íehitlik ve íehitlerin Hayati, Estambul: 2001
• Sarahsi, Al-Mabsut; Mansur Ali Nasif, Gayat al-Ma'mul Sharhu at-Taj al-Jaim al-Usul.
• Qutb, Sayyid, Fi zilal al-Qur'an [In the Shade of Qur'an];
• Naim A. Miras K. Tecrid Tercümesi
• Al-Isfahani, Hilya al-Awliya; Ibn Azir, Usd al-Gabe; Ibn Hajar, Al-Isaba, I, 144.
• Ash-Shaibani, Muhammad. Seerah al-Kabir, (con comentarios); Al-Jassas, Ahkam al-Qur'an.
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[1] Muslim, Iman, 182.
[2] Muslim, Imarat, 152; Nasai, Yihad, 22.
[3] Bujari, Yihad, 15; Muslim, Imarat, 149-151.
[4] Muslim, Birr, 85, 86; Abu Dawud, Adab, 45.
[5] Bujari, Adab, 44.
[6] Imam Malik, Muwatta, «Yihad,» 36.
[7] Ver Bujari, Yihad, 12; Muslim, Imarat, 145; Ibn Azir, 1:206; Ibn Jayar, 1:144.
Modificado el ( 05.01.2006 )
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