Armenios y azeríes van a seguir matándose hasta conseguir ventaja en su línea divisoria: analistas
Rusia llama al diálogo y dice que no puede hacer más
Martes 29 de septiembre de 2020, p. 24
Moscú. Armenios y azeríes seguirán matándose hasta que uno de los dos países –al margen de la disputa territorial por el enclave de Nagorno-Karabaj que los enfrenta y que no tiene solución a menos que uno renuncie a reivindicar lo que considera justo– consiga una ventaja significativa respecto de la línea de delimitación entre ambos impuesta por los mediadores internacionales para establecer un alto el fuego en 1994, 30 mil muertos después.
En esto coinciden quienes han seguido de cerca la controversia que enfrenta a Armenia y Azerbaiyán, que también señalan que pese a los numerosos tiroteos, escaramuzas y choques ocasionales que ha habido desde entonces –algunos de gran escala como los ocurridos en 2016– nunca antes había estallado un conflicto armado como el actual en el Cáucaso del sur.
Rusia –en calidad de copresidente del Grupo de Minsk, que creó la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa para mediar entre armenios y azeríes en 1991– exhortó ayer una vez más a ambas partes a decretar un alto el fuego, como primer paso para sentarse a negociar sus diferencias.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, afirmó que Rusia –por conducto de su canciller, Serguei Lavrov, en constante contacto con sus colegas armenio y azerí– trata de convencer a Armenia y Azerbaiyán de la necesidad de mostrar la máxima moderación y de renunciar al uso de la fuerza, así como de emprender pasos que puedan agravar la situación, que ya de por sí tiene a estos países al borde de la guerra.
Según Arkadi Dubnov y otros expertos rusos, el Kremlin no puede hacer más. Por un lado, en vista de que el enclave montañoso de Nagorno-Karabaj no es reconocido internacionalmente como parte de Armenia, no puede invocar los tratados de asistencia mutua en caso de agresión y, por el otro, no está en condiciones de obviar ese requisito formal y de involucrarse sin más en un nuevo y desgastante frente de guerra, teniendo como rival a un país al que le vende armas y además cuenta con la protección de Turquía, miembro de la Alianza Noratlántica.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, principal aliado del mandatario de Azerbaiyán, Ilhan Aliyev, echó más leña al fuego ayer al volver a exigir que Armenia abandone el territorio ocupado de Nagorno-Karabaj, condición para restablecer la paz
en la región.
Por su parte, Yereván denunció que Ankara está prestando a Bakú ayuda en armamento moderno, aviones F-16 incluidos, y hasta envió a la zona de combate un contingente de 4 mil mercenarios que estaban en Siria, grave acusación que los azeríes reviran señalando a los armenios de ser los que importaron
soldados a sueldo del país árabe.
En medio de la habitual confusión que generan sus partes de guerra, cabe esperar que armenios y azeríes seguirán reportando –como han hecho desde el domingo anterior– las exitosas bajas causadas al enemigo, sin que haya ninguna posibilidad de corroborar la veracidad de las cifras.
Así las cosas, Azerbaiyán dice que la ofensiva de su ejército dejó en las últimas 24 horas un saldo de 550 militares entre muertos y heridos, mientras Armenia lo desmiente y revira que su ejército infligió 200 bajas mortales al enemigo.
En tanto, la población civil de ambos lados es la que, distante de estrategias de propaganda de sus gobiernos, paga en vidas el precio de sufrir las consecuencias de ser considerada daño colateral
por los bombardeos indiscriminados en esta disputa por el enclave de Nagorno-Karabaj.
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