Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

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jueves, 3 de diciembre de 2020

EL COLOR DEL PRIVILEGIO EL RACISMO CORIDIANO EN MEXICO HERNAN GOMEZ BRUERA

 EL COLOR DEL PRIVILEGIO EL RACISMO CORIDIANO EN MEXICO HERNAN GOMEZ BRUERA a propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase al CeMPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.cempro.org.mx). Impreso en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A. de C.V. Centeno núm. 162, colonia Granjas Esmeralda, Ciudad de México Impreso y hecho en México - Printed and made in Mexico El color del privilegio.indd 6 22/10/20 12:35 p.m. 7 Presentación 9 1. De qué hablamos cuando hablamos de racismo 19 ¿Qué es el racismo? 21 Equívocos sobre el racismo 26 2. ¿Qué tipo de racista eres? 33 3. El racismo a la mexicana 49 Nuestro racismo 51 El mito del mestizaje y su justificación 53 4. El raci-clasismo 63 La evidencia dura 70 5. Segregación y privilegio blanco 77 El privilegio 82 Blanquearse para «superarse» 87 6. El lenguaje del racismo 91 El «naco» 98 7. Aprendiendo a discriminar: la familia y la escuela 107 Los colegios privados 112 Las escuelas públicas 115 8. Nuestro ideal de belleza 121 El tortuoso camino hacia la blanquitud 130 Emblanquecer la piel 132 Índice El color del privilegio.indd 7 22/10/20 12:35 p.m. 9. El racismo en la publicidad 137 Las campañas supuestamente inclusivas 143 10. El cine y la televisión 149 El cine mexicano 152 La pantalla chica 153 Los roles en la televisión mexicana 158 La sirenita negra 160 11. La comentocracia y los medios 163 Las revistas de sociales 169 Los moneros 172 12. El racismo cadenero 181 13. La migración «deseable» e «indeseable» 191 «Mas si osare un extraño enemigo...» 193 La ola sinofóbica 196 La ola antisemita 199 La migración hoy 202 14. Esa forma de trabajo feudal que nos parece tan normal 207 Roma, de Cuarón 215 15. El racismo en la política 223 La blanquitud en la cúspide del poder político 228 El caso Marichuy 230 16. La pejefobia 235 17. Superar la negación 247 Para terminar 261 Notas 265 El color del privilegio.indd 8 22/10/20 12:35 p.m. 9 Eres un racista. Sí, tú, quien está leyendo estas páginas. Te estoy acusando a ti, que seguramente estás convencido de ser incapaz de incurrir en ese vicio, a ti que muy probablemente veas siempre el racismo en el ojo ajeno, pero nunca en el propio. Desde la primera página te atribuyo un adjetivo sin conocerte. ¿Resulta una afrenta? Qué pena. Pero es la verdad. Y aclaro: no te estoy llamando clasista, algo que a muchas y muchos les resulta más sencillo de aceptar y reconocer en sí mismos y en los demás. Nada de eso, lo que te estoy diciendo es que eres un ra-cis-ta. Lo eres tú… y lo soy yo también. Lo somos todos. Ya va siendo hora de que dejemos de engañarnos a nosotros mismos porque todos tenemos, en mayor o menor medida, algo de racistas. No se trata aquí de buscar pretextos para eludir la responsabilidad de cada quien, sino de darnos cuenta de que todas y todos —estemos o no conscientes de ello— tenemos una forma de racismo guardada en algún lugar. Lo que busca este libro es descubrir dónde se aloja ese racismo para tratar de erradicarlo. El racismo en México ha sido por largos años un asunto difícil de nombrar y reconocer. Raramente logramos tener una discusión racional Presentación El color del privilegio.indd 9 22/10/20 12:35 p.m. El color del privilegio 10 sobre el tema porque su sola mención nos incomoda y suscita posturas defensivas entre propios y extraños. Ese racismo no siempre se manifiesta en una abierta exclusión hacia ciertos grupos o en manifestaciones de segregación y violencia, como es más frecuente en otros países. Nuestro racismo está tan normalizado y es a tal punto recurrente que muchas veces no es reconocido como tal; se «disfraza» de otra cosa, de algo menos amenazante. En ese sentido, es un racismo vergonzante e hipócrita. Uno donde el valor de las personas —sus virtudes y su inteligencia, su talento o su atractivo físico— se asocia a diferencias en el tono de piel (a veces muy sutiles), así como a la mayor o menor presencia de rasgos que suelen ser percibidos como «autóctonos» (los estudiosos los llamarían «racializados»), por hacernos recordar nuestras raíces prehispánicas. En general, es un racismo vinculado a la invisibilización y el desprecio que existe hacia la cultura y el idioma de los pueblos indígenas. Aunque históricamente hemos preferido no ver nuestro racismo, nos acompaña todos los días y está en muchos ámbitos de nuestra vida: comienza por mostrarse en el lenguaje y podemos encontrarlo en las expresiones del habla popular que empleamos a diario, desde las frases que nos parecen de sentido común hasta los refranes, pasando por el humor al que recurrimos día a día, el tipo de comedia que consumimos y los chistes que contamos. El racismo es tan fuerte que marca nuestras relaciones personales y determina incluso quiénes son nuestros colegas y amigos. Está dentro de nuestras familias y en nuestras escuelas, donde aprendemos a ser racistas desde muy pequeños y donde a menudo somos objeto de discriminación racial y la ejercemos en contra de nuestros propios parientes, compañeros y amigos. El racismo marca con fuerza nuestros patrones de belleza en el mundo de la publicidad, el periodismo, los medios de comunicación, el cine y la televisión. Existe, desde luego, en la política como un todo, en las políticas públicas y en los políticos, tanto de izquierda como de derecha, además de que se refleja socialmente en las actitudes que mostramos hacia cierto tipo de El color del privilegio.indd 10 22/10/20 12:35 p.m. 11 Presentación migrantes (muchas veces los que más se parecen a nosotros, como son los provenientes de Centroamérica), y en las políticas migratorias que históricamente ha instrumentado el Estado mexicano. Sufrimos y ejercemos racismo en los hospitales y en el trabajo, donde muchas veces los encargados de reclutamiento, promoción o permanencia toman decisiones —consciente o inconscientemente— a partir de los rasgos y la apariencia física de las personas (eso que para evitar llamar por su nombre solemos denominar «el porte» o «la buena presencia»), en lugar de premiar criterios como el talento, el mérito o el esfuerzo, por mencionar algunos. Pero ese racismo está también presente en los espacios de entretenimiento, donde el tono de piel y la apariencia física determinan muchas veces si entramos o no a un simple bar o a un antro. Por sobre todas las cosas, ese racismo puede determinar si somos pobres o ricos y, sobre todo, qué tan pobres o ricos somos. Y es que, de manera muy evidente, nuestro racismo está íntimamente emparentado al clasismo; más incluso en otros países del mundo donde esa asociación también se puede encontrar. Para comprobar que vivimos en una sociedad racista no hace falta recopilar demasiada evidencia y estudios, aunque estos siempre son necesarios: basta con echar un rápido vistazo a la realidad para ver quiénes son los grandes empresarios y cuál es su tono de piel; quiénes son los pobres y de qué color son; de qué tez están llenas las cárceles y de cuál las estrellas en las telenovelas; quiénes ocupan y han ocupado los espacios de poder más importantes en el país y qué tipo de personas aparecen en las revistas de sociales. Porque mientras en México el privilegio es de color blanco, la pobreza tiene por lo general la piel morena y la indigencia el rostro indígena. En general, la atención cuando se habla de racismo suele estar en sus víctimas. Menos interés solemos mostrar en la otra cara de esa misma moneda: la de quienes están arriba de la pirámide social y gozan de un privilegio otorgado por nacimiento. Un privilegio que en México tiene en la blancura uno de sus principales ingredientes. Ese es precisamente el El color del privilegio.indd 11 22/10/20 12:35 p.m. El color del privilegio 12 enfoque que he querido dar a este libro. Desde luego, ello no implica que solo los privilegiados ejerzan discriminación racial. Bien sabido es que se da en todos los niveles. Sin embargo, hay un racismo que emana de las élites y los sectores acomodados del que no hemos hablado lo suficiente. Por el efecto multiplicador que las acciones de esos sectores tienen ante el conjunto de la sociedad es importante ponerles más atención, porque, gracias a su poder e influencia en los más diversos ámbitos, estos grupos tienen una capacidad mayor para imponer una serie de estereotipos y estigmas al resto de la gente que constituyen la base de una forma racista de pensar y actuar. El privilegio blanco —del que pocas veces hablamos porque quienes lo detentan nunca han necesitado enunciarlo como tal— está presente en todos los ámbitos. De tez blanca son —como lo calculamos con datos duros para este libro— el grueso de los empresarios y banqueros que concentran la mayor tajada del producto interno bruto (pib) en nuestro país; quienes ostentan las posiciones de poder más altas en la política: desde la mayoría de los secretarios y secretarias de Estado hasta los ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia, pasando por los gobernadores de las distintas entidades federativas. De tez clara son —en su mayoría— quienes tienen la capacidad de formar opinión porque controlan los principales medios de comunicación, conducen noticieros y escriben columnas en los periódicos. Hombres y mujeres de tez blanca son, también, los que aparecen en comerciales de televisión, gran parte de los directores de películas mexicanas y hasta la mayor parte de las mujeres que suelen ganar los concursos de belleza de mayor impacto mediático. El contexto en el que vive una parte importante de las élites blancas en nuestro México las hace crecer con enormes delirios de grandeza, con una percepción de ser más poderosas que las demás, más ricas, más atractivas, más sofisticadas, más cool y hasta más inteligentes que las mayorías morenas. Esa percepción muchas veces va acompañada de una sensación de merecer una serie de satisfactores por el simple El color del privilegio.indd 12 22/10/20 12:35 p.m. 13 hecho de ser quienes son: por su origen, por su apellido, por su «cuna», por su tono de piel. Claramente, muchas de estas personas han tenido oportunidades inmerecidas que exceden por mucho sus capacidades, sus talentos, sus esfuerzos y su dedicación. Es poco probable que esa gente cuestione sus propios privilegios. A ella va dirigida en gran medida la crítica que en los últimos años se ha hecho hacia los llamados whitexicans, un término que comenzó con un simple tuit y alcanzó más tarde escala viral. Aunque hasta ahora es difícil acertar si ese debate que se ha dado sobre todo en las redes se limita a un simple meme o podrá derivar en una crítica social más elaborada, se trata de un término que satiriza el raci-clasismo de las élites; es un recordatorio de que en México el estatus social, la apariencia física y el tono de piel ejercen una influencia mucho más determinante que en otras sociedades. Como autor de este libro, estoy plenamente consciente de que en el contexto que estoy describiendo me ubico dentro del privilegio. Sin pecar de autorreferencial, pero sin ser deliberadamente omiso, me anticipo a la crítica que seguramente harán varios lectores. ¿Por qué alguien que pertenece a la güeritocracia y es parte de la blanquitud escribe un libro sobre el racismo del cual se ha beneficiado? No estoy seguro de tener una respuesta persuasiva ante ello. Puedo decir, sin embargo, que me resulta inquietante cada vez que me pongo a reflexionar cuánto de lo que he logrado alcanzar en la vida —poco o mucho, según sea el referente de comparación— tiene que ver con una dimensión tan vacía e insignificante como es mi tono de piel y mis rasgos físicos. En varios momentos, mientras escribía este libro, reflexioné sobre las ventajas que eso ha significado a lo largo de mis más de 40 años de existencia, desde pequeño hasta hoy. Traté de ser honesto conmigo mismo y elaboré una lista extensa, en la cual incluí desde los aspectos más nimios hasta los más significativos. Tan larga resultó ser esa lista que me sorprendió y preferí detenerme ante la incomodidad que me generó. Mencionaré, por tanto, solo algunas cuestiones, a pesar de que varias Presentación El color del privilegio.indd 13 22/10/20 12:35 p.m. El color del privilegio 14 de ellas hacen que me sonroje. Por ejemplo, cuando siendo pequeños mi hermano y yo solíamos ir a un centro comercial a pedir dinero a la gente, y para aumentar nuestras posibilidades de éxito inventábamos que nuestros padres nos habían dejado ahí, se habían marchado sin nosotros y no teníamos manera de volver a casa. No sé cuántos en realidad se creían el cuento. De lo que estoy seguro es de que, de no ser un par de güeritos, no nos habría ido tan bien con la caridad cristiana. En temas más serios y determinantes para la vida de un ser humano, recuerdo también el trato que recibíamos cuando acudíamos al Instituto Nacional de Pediatría para tratarnos una deshidratación, una herida que merecía costura o una conmoción cerebral por habernos dado un guamazo. El trato que nos brindaban en aquel hospital público —donde algunas de las enfermeras se fascinaban con nosotros, los rubios— nunca era el mismo que el de otras personas que debían someterse a esperas más largas y que incluso eran objeto de un trato mucho menos amable que el que recibía mi familia. Recuerdo también cómo, muchos años después, siendo joven —aunque ya mayor de edad—, fui a dar a una celda por haber cometido una imprudencia a altas horas de la noche. No era el único allí, éramos muchos más: 20 o 30, quizá, que entramos casi al mismo tiempo. Solo había un güero que fue el primero al que las autoridades de la delegación dejaron salir. El privilegio blanco ha estado presente en muchos otros momentos de mi vida: en que nunca me hayan rechazado para entrar a un antro u otro espacio de entretenimiento; en que ciertas personas me vean más, me escuchen más, me pongan más atención o simplemente recuerden mi nombre; en que algunos maestros de la universidad consideraran más valiosas mis opiniones y una maestra haya dicho por ahí —para mi vergüenza— que haberme visto el primer día de clases fue como encontrarse «un sol en medio de la negrura»; en que las personas no me consideren feo ni desagradable a la vista porque mi tono de piel suele ser percibido como la antítesis de eso en esta sociedad; en que quienes están en posiciones de poder o influencia me consideren parecido El color del privilegio.indd 14 22/10/20 12:35 p.m. 15 a ellos y sea más probable que se interesen en cruzar alguna palabra conmigo, incluso en darme una oportunidad de algún tipo. Probablemente también ese privilegio es el que me ha permitido opinar en la televisión nacional, conducir un programa o escribir en un diario. Podría decir incluso que he disfrutado del privilegio de no tener que hablar jamás de mi propio privilegio —porque este suele ser incuestionable—, salvo por decisión o iniciativa propia como ahora. Desde luego que también ha habido desventajas, como haber sido bulleado durante un año entero de la preparatoria, cuando decidí incursionar en una escuela pública, tema del que hablaré en el primer capítulo; pero nada que pueda compararse con las mieles generadas por mi privilegio. Una enorme sensibilidad acompaña cualquier discusión sobre racismo en México. Cuando el tema se menciona nos sentimos atacados y, en ocasiones, el simple hecho de que alguien hable del asunto públicamente es suficiente para ser etiquetado como racista. Y es que nadie quiere reconocerse como tal, a pesar de que —como sostengo en este libro— todas y todos en alguna medida lo somos porque, consciente o inconscientemente, clasificamos y jerarquizamos a otras personas a partir de sus rasgos físicos y su pertenencia étnica, ya sea de manera deliberada o de forma no intencional, como ocurre en la mayoría de los casos. Se trata —y esa es mi invitación al escribir estas páginas— de que cada uno examine dónde guarda su racismo y en qué tipo de racismo se encuadra su manera de ser, pensar y actuar frente a los demás. No comparto la idea de que hablar sobre racismo y raci-clasismo pueda ser peligroso, contraproducente o perjudicial. Tampoco creo que hacerlo polarice a nuestra sociedad —como creen algunas almas tibias y pusilánimes— o que pueda destapar «la caja de pandora», como piensan quienes están cómodos con su privilegio y desean que permanezca inefable e inalterable. Estoy convencido de que la lucha contra el racismo en México pasa, en primer lugar, por romper el silencio y discutir el tema. Creo que debemos polemizar sobre el asunto de forma tan acalorada como sea necesario. Esa lucha, desde luego, pasa también Presentación El color del privilegio.indd 15 22/10/20 12:35 p.m. El color del privilegio 16 por examinar nuestro propio privilegio y por deconstruir —cada uno— el racismo nuestro de cada día. El libro que hoy presento no pretende ser una contribución original a los estudios sobre racismo, salvo quizás el segundo capítulo, en el que sugiero una tipología sobre distintas manifestaciones del racismo mismo. Lo que he intentado hacer, en todo caso, es compilar de una manera amena y accesible a todo tipo de público buena parte de lo que se ha escrito, tanto por parte de especialistas como de periodistas que han elaborado reportajes sobre aspectos específicos ligados al tema. Los primeros capítulos, en particular, se basan en una serie de trabajos académicos realizados por expertos en racismo a partir de disciplinas como la historia, la sociología y la antropología. Así, comienzo por recapitular, en los primeros cinco capítulos, las definiciones básicas sobre el racismo y sus características en México, para abordar también las intersecciones entre clasismo y racismo, y de qué está hecho el privilegio blanco en nuestro país. A partir del sexto capítulo reviso el problema del racismo en ámbitos particulares de nuestra vida, comenzando por el lenguaje; luego continúo con el racismo que aprendemos en la escuela y la familia, y con el que determina nuestro ideal de belleza, que está presente en la publicidad, el cine y la televisión. Más adelante trato el tema del racismo en la comentocracia y los medios, y el «racismo cadenero»: ese que nos topamos en bares y antros en los que se selecciona a las personas a partir de su apariencia física. Hacia el final del libro analizo el racismo que históricamente ha definido nuestras políticas migratorias y el que hoy marca nuestras actitudes hacia las personas migrantes. Después me refiero al racismo que marca nuestra relación con las trabajadoras del hogar y dejo para los dos capítulos finales el racismo en la política y una forma particular de este último, que hace tiempo denominé como «la pejefobia»: el racismo y el clasismo dirigido hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero, sobre todo, hacia las mayorías que lo siguen. El color del privilegio.indd 16 22/10/20 12:35 p.m. 17 He podido conversar sobre este libro con algunos de los principales estudiosos del racismo en México, como: Federico Navarrete, Olivia Gall, Eugenia Iturriaga, Patricio Solís y Alice Krozer, a quienes les agradezco su orientación y apoyo, en especial a esta última, quien leyó prácticamente todo el manuscrito antes de ser entregado a la editorial, junto con José Antonio Aguilar de la organización Racismo MX, otro gran conocedor del tema. En la elaboración de este trabajo conté con la valiosísima colaboración de algunos estudiantes que fungieron como asistentes de investigación, particularmente, el talentoso José Manzano y el impetuoso Manuel Chong, quienes trabajaron en la elaboración de encuestas, en la medición de tonos de piel y otras tareas. Me apoyaron también a revisar este escrito y brindaron valiosos comentarios Violeta Vásquez, además de José Antonio Aguilar y Alice Krozer, a quienes ya mencioné. También le agradezco a Alexandra Haas y al equipo del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, así como a su par en la Ciudad de México, el Copred, por brindarme información valiosa. También, desde luego, con mi amigo, el publicista Pepe Becker, quien me sugirió trabajar sobre este tema, y con mis editores de Planeta, Karina Macias, Gabriel Sandoval y Pierre Herrera. Estoy agradecido también con Tambo, porque su alma me acompañó en silencio mientras escribía estas páginas, y especialmente lo estoy con un bote que me ha permitido navegar por mucho tiempo y llegar mucho más lejos de lo que jamás imaginé

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