El mentiroso no sólo miente, sino que se cree sus mentiras.

El mentiroso no solo engaña a sus iguales sino que engatusa a sus aliados, socios y “compinches” que, para no traicionar al jefe mentiroso, también están obligados a mentir, en un interminable carrusel de mentiras.

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El mentiroso cree que todos los demás, aparte de él, se creen sus mentiras y sus patrañas, las cuales el mentiroso defiende con una pasión impensable.

El mentiroso supone que todos aquellos a los que miente son inferiores a él, ya que imagina, que a ninguno de ellos se le ha ocurrido la brillante y fantástica idea de mentir.

El mentiroso vive en un mundo aparte, en su mundo, del cual siempre saca conejos –como de la chistera–, para justificar sus mentiras.

Pero hay de mentirosos a mentirosos y, claro, de mentiras a mentiras.

Sí, por ejemplo, si el mentirosillo es un niño, no pasará mucho tiempo para que la madre lo pille en sus mentiras y resulte reprendido.

Si el mentiroso es un maestro de escuela, no pasarán  muchos días para que sus alumnos “cachen” las mentiras y lo despidan con “tomatazos”.

Si el mentiroso es un marido infiel, tarde o temprano será echado por una “furibunda cornuda” que no perdonará tal engaño y tal infidelidad.

Si el mentiroso es un periodista, los lectores y los editores no tardarán mucho tiempo en detectar las mentiras y engaños, para despedirlo sin más.

Si el mentiroso es un médico, sus mentiras causarán la muerte y si el mentiroso es un arquitecto, sus mentiras derrumbarán sus construcciones. En esos casos el mentiroso siempre pagará por sus mentiras.

¿Pero qué pasa cuando el mentiroso es el presidente de todos los mexicanos, el jefe del Estado y del gobierno; el jefe de las instituciones, el jefe de las Fuerzas Armadas?

Pues pasa lo que ha ocurrido en México en los últimos 25 meses. Si el jefe es un maestro de la mentira, del cinismo y del valemadrismo; si resulta una “rata de dos patas” y  solapa el amiguismo, el compadrazgo y si el suyo es un gobierno de cuates y cuotas, entonces todo su gobierno es un gobierno mentiroso, cínico y valemadrista; todos son “ratas de dos patas” y solapan el amiguismo, el compadrazgo y son parte de la fiesta de los cuates y las cuotas.

¿Quién del Estado será capaz de sancionar las mentiras del jefe del Estado?

Lo cierto es que en el México del fin del 2020, no existe una sola institución del Estado capaz de sancionar al mentiroso jefe del Estado y del gobierno; al farsante jefe de las Fuerzas Armadas y al dueño de México.

En efecto, a dos años del gobierno de López Obrador –quien ya ocupa el primer lugar como el presidente más mentiroso del mundo– los ciudadanos mexicanos estamos a expensas de un mitómano compulsivo que miente como respira.

Y la evidencia más reciente se produjo con el apagón del pasado lunes que dejó sin energía eléctrica a buena parte del país y para lo cual el mentiroso presidente Obrador montó uno de los más groseros teatros de su gobierno.

Falsificó documentos oficiales y truqueó imágenes, para decir que el apagón fue producto de un incendio natural en Tamaulipas.

Está claro que nadie en el gabinete presidencial se atreverá a hablar con la verdad sobre lo ocurrido con el apagón –ya que todos son lacayos del nuevo rey–,  pero por eso debemos voltear a otros poderes; al Legislativo y al Judicial.

¿Pero qué creen?

Sí, que en su mayoría, los poderes Legislativo y Judicial son igual de mentirosos que el presidente.

¿Y por qué?

Porque más que presidente, López Obrador se convirtió en el propagador de la mayor epidemia que ha vivido México en su historia moderna; la epidemia de la mentira, el engaño, el cinismo, la estulticia, la corrupción, la simulación y la depredación del dinero público y de las instituciones democráticas.

Y sí, con esa mitomanía y cinismo muy suyos, López presume ser uno de los presidentes mejor evaluados del mundo; defiende a Bartlett con el argumento de que es víctima de los conservadores y hasta promete que nunca más habrá nuevos apagones.

¿Hasta dónde llegarán la “cachaza”, la mentira y el cinismo de un presidente que nunca ha vivido en el mundo real?

El mentiroso dura, hasta que el cobarde quiere.

Se los dije.