Yalaluddin Rumi – El poeta del Amor
A-s-salamu alaykum – La paz sobre vosotros
El Islam tiene cuatro poetas del Amor divino. Uno de ellos, Ibn Arabi es el poeta que escribía en prosa, dada la belleza poética de sus escritos sobre el Amor. Los otros tres, poetas tanto en el fondo como en la forma, fueron: Umar Ibn al Farid, llamado el (Sultan al Ashiquin), el Sultán de los enamorados, Abu Madiam, nuestro Abu Madiam de Cantillana, y Jalaluddin Rumi.
Todos ellos hablaron del Amor divino con las mejores palabras, que eran escogidas, como dice el hadiz, al igual que un goloso selecciona los mejores dátiles. Tan bellos fueron los poemas, tan hondas las palabras, y profundas las alegorías que su obra ha llegado hasta nuestros tiempos formando parte del museo eterno de la Belleza; museo éste que nunca cierra, y cuyas joyas se encuentran a disposición de todos, día y noche, un día sí y otro también.
Hoy quisiera hablar de Jalaluddin Rumi; de ese Rumi del que sus herederos espirituales descubrieron al mundo esa hermosa danza llamada Sama’ en la que el danzante gira sobre sí mismo, pues la vida es un giro constante, un tawaf eterno que teniéndonos en movimiento nunca nos aparta de la fuente maravillosa de la Presencia divina. No podemos limitar a Allah; El hace lo que quiere y otorga Sus dones a quiénes El decide de entre sus siervos entregados.
Nuestro Jalaluddin Rumi nación en Balj (actual Afganistán) en 1207, en aquella región donde Ibrahim Ben Adham fue visitado por al Jadir y terminó dejando su trono para dedicarse a la adoración del Creador. Seguramente el perfume dejado allá por Ibrahim hizo de ese lugar un enclave bendito, al que Allah volvió a señalar en el libro de su predilección con el nacimiento de Rumi.
A los doce años hubo de trasladarse con su familia en Oriente Medio debido a la invasión mogola de su tierra natal.
En Nishapur conoció a Fariduddin Attar, otro poeta del amor. Attar, viendo la disponibilidad del joven Jalaluddin hacia los secretos que lo Divino encierra para sus amantes entregó a su padre su obra “El libro de los secretos”, diciéndole: “Pronto este hijo tuyo hará arder a los aspirantes espirituales de este mundo”. Fue Attar quien le puso el nombre de Jalaluddin (Majestad de la religión).
Finalmente en 1230 la familia se instaló en Konya, ciudad de la Turquía continental donde Rumi murió en 1273, y donde hoy se encuentra enterrado, en este complejo que podéis observar en la fotografía.
En Konya se encuentra con Sayyid, su maestro, con quien estuvo nueve años[1] hasta que el mismo Sayyid le dio su beneplácito y su permiso para enseñar a otros. Conoció a Shams de Tabriz, el conocido maestro errante y con él departió durante años.
Sin extendernos más sobre la vida de este gran sabio cuyo recuerdo ha llenado de luz los corazones de tantos, quisiera presentaros uno de sus poemas que he tenido a bien comentar una vez expuesto:
Existe una comunidad del espíritu
Únete a ella y siente el deleite
De caminar por la algarabía de la calle
Y ser dicha algarabía
Bébete toda tu pasión
Y sé la deshonra.[2]
Cierra los ojos
Para ver con el otro ojo
Abre las manos
Si quieres que te abracen
Siéntate en este círculo
Deja de comportarte como un lobo y siente
Como te inunda el amor del pastor
De noche, tu amado deambula
No aceptes consuelos
Cierra la boca a todo alimento
Saborea la boca del amante en la tuya
Va gimiendo y diciendo “me ha dejado”
Vendrán veinte más
Vacíate de preocupaciones
Piensa en quien creó el pensamiento
¿Por qué permaneces en la cárcel
Mientras que la puerta está abierta de par en par?
Deshazte de la maraña de pensamientos temerosos
Vive en silencio
Fluye y fluye en ondas de existencia
En constante expansión
En este poema el autor, Jalauddin Rumi, alude en principio a la reunión con las gentes que experimentan en deseo de reunirse por Allah. A esas asambleas de Dikr, que según los hadices son buscadas por los ángeles desde los cielos, a fin de cubrirlas e informar sobre ellas al Creador, quien en verdad de todo se encuentra informado sin necesidad de que nadie se lo comunique.
Hablando del pastor se refiere al maestro, que es quien reúne a los aspirantes a fin de espolearles hacia el mundo del conocimiento; conociéndolos uno a uno, y pudiendo dar una atención que cumple con las expectativas de los más exigentes
Seguidamente Rumi habla del amante, que no es otro que Allah – exaltado sea -; nos anima a introducirnos en ese amor sagrado, a sentirlo dentro de nosotros, a liberarnos de nuestro ego para ver con el ojo de la Verdad las maravillas que ese mundo del conocimiento nos tiene guardadas hasta que abramos la puerta de par en par. Pero la puerta está en ti, y tú debes abrirla; nadie puede hacerlo sino tú. Descubre el secreto (sirr); entra, observa, maravíllate y vuelve a vivir en otra vida plena.
Y es entonces que fluirás en expansión para repartir lo que recibiste; y el perfume de la pureza de tu corazón inundará los más oscuros recónditos de allá donde Allah te haya destinado ser el administrador. Es por eso que el amigo de Allah es un rey entre la muchedumbre; un rey desconocido, pero un rey, al fin y al cabo, pues su poder, el poder de este rey, no como el de otros, si desciende del Rey de reyes que gobierna el mundo sin sentir el menor desgaste ni la menor alteridad. Serás un califa sin corona, un rey mendigo, como dijo el shayj Ahmad al Alawi a los amigos de Allah:
Vosotros sois los reyes de la tierra
Porque estáis en Su presencia (de Allah)
Antum muluku-l-ard
Min hayzu qurbihi
esislam – Islam en español
[1] Muchos maestros sufís han estado aprendiendo durante 8, 9 o 10 años de sus maestros, pues es una costumbre con raíces profundas que comenzó con sayyidina Musa – sobre él la paz – cuando Shwayb le dijo que tendría que estar con él 8 o 10 años, escogiendo sayyidina Musa 10.
[2] Un hadiz recomienda invocar tanto y tanto que las gentes puedan tomarte por loco.
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