Sociedad Instantánea
Por NIDIA SÁNCHEZ, La vida en rosa
sta mañana al caminar hacia la entrada de la emblemática vía Fran-
cisco I. Madero que conecta el Zócalo de la Ciudad de México con
la zona de Bellas Artes, observé la posible antesala de una socie-
dad autómata, en el escenario sobresalía en primer plano la señalética
cargada por una persona que con una botella que contenía gel, invitaba a
cada caminante a transitar desinfectado, por lo menos, de las manos.
Para avanzar y atravesar las calles horizontales, había en el aire una
especie de reloj de arena, independiente del semáforo. La fila rigurosa que
establece un metro de distancia marcada con una “X” mientras cada per-
sona utilizaba correctamente el cubrebocas en espera de continuar. Daba
la impresión de una escena futurista. Retrocedí en mi pensamiento y dije:
¡No, es el presente!
A pesar del Semáforo Naranja en los límites para no llegar al Rojo, el
ajetreo en esta avenida nos muestra que diciembre está en
el ambiente, las filas para entrar a las tiendas provocan hi-
leras en plena calle, un halo fugaz de alegrías y fiestas en
puerta.
Algunas familias transportaban a sus bebés en carreo-
las, otros pequeños en brazos de sus padres con el tapa-
bocas, a ellos les toca vivir esta nueva era. No hay marcha
atrás con estos aditamentos, algunos haciendo uso tam-
bién de caretas y guantes, ante un 2020 con histórico en-
cierro mundial.
Por un momento recordé la vacuna contra el SARS-
CoV-2 que en nuestro país podría comenzar a ser aplicada
antes de terminar el año, luego de que la Secretaría de Sa-
lud, firmó un contrato con la farmacéutica Pfizer.
Volví a la realidad y me detuve a ver decenas de palo-
mas que continúan en libertad, comían migajas de pan que
las personas les habían aventado por las rejas de un edifi-
cio histórico.
Un grupo de jóvenes reía a media calle y se tomaba seil-
fies con teléfonos para inmortalizar el momento, no tengo
la certeza de que disfrutaran tan intensamente el paseo
como las fotografías para sus redes sociales. Atrapé sus
carcajadas en mi memoria, donde quedaron encapsuladas.
La realidad rebasa la ficción. Estamos inmersos en una
sociedad instantánea, en donde las selfies tienen mayor
importancia que la emoción de detenerse a disfrutar el mo-
mento. Es posible que las nuevas generaciones hayan sido
empujadas a crecer atropelladamente entre el extravío y el
vacío.
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