El alcoholismo en Yucatán es histórico
Por Rafael Gómez Chi
Ni la “ley seca” del año pasado los detuvo. De nueva cuenta, Yucatán se encuentra en el primer lugar nacional de casos por intoxicación aguda por alcohol, de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Sinave) de la Secretaría de Salud.
Según lo reportado por el Sinave, hasta el 19 de diciembre del 2020, un total de 2 mil 418 personas tuvieron que ser atendidas de emergencias en los hospitales de Yucatán por padecer intoxicación aguda por alcohol.
Dos 2 mil 285 fueron hombres y 133 mujeres. Y aun cuando por la pandemia de Covid-19 se redujo el número de personas intoxicadas por alcohol, la Entidad se mantiene a la cabeza en el país.
En el 2019 se reportaron 9 mil 814 casos de personas atendidas en los nosocomios de la Entidad.
A nivel nacional, después de Yucatán están Jalisco con mil 874 casos, Guanajuato con mil 703 y Ciudad de México con 1 mil 539. Si tomamos en cuenta los porcentajes poblacionales de Jalisco y Ciudad de México con Yucatán, este problema social adquiere una mayor dimensión de gravedad.
Pero eso de embriagarse aquí no es nada nuevo. El Obispo Fray Diego de Landa narra en su “Relación de las Cosas de Yucatán” que entre “los vicios de los indios” estaban las “borracheras públicas” y que cuando los frailes intentaron apartarlos de esas costumbres, “los aborrecieron”.
Landa describe incluso que los mayas prehispánicos eran muy “disolutos en beber y emborracharse” y que cuando se encontraban en estado de embriaguez se mataban los unos a los otros, violaban a las mujeres y le prendían fuego a sus casas.
Relata que hacían el vino de la miel y de la raíz de un árbol y que el resultado era “un vino fuerte y muy hediondo”. Landa no lo dice, pero esa bebida era la pitarrilla o balché, y aunque en la actualidad se considera “ritual”, lo cierto es que fue muy socorrida para las borracheras de los habitantes de la Península de Yucatán, incluso durante la colonia.
El alcoholismo, por tanto, siempre ha sido un grave problema de salud pública en la Entidad. De hecho, cuando Salvador Alvarado llegó a Yucatán en 1915 lo declaró como el “primer estado seco del país”, pensando que con ello habría de terminar con las borracheras.
Pero no lo logró. Tan fue así, que en 1918, cuando el Gobernador Carlos Castro Morales declaró en ese año la “ley seca” la prensa lo criticó duramente, pero con el argumento de que afectaba las arcas públicas por el tema de los impuestos.
En años más recientes, los gobernantes también buscaron como enfrentar el grave problema del alcoholismo con restricciones de horarios. De hecho hubo un tiempo en que en Yucatán no se vendía alcohol lícitamente los domingos, lo que dio pie al famoso “clandestinaje”.
El año pasado, por motivos de la pandemia de Covid-19 y las medidas para restringir la movilidad y las reuniones sociales, el Gobernador Mauricio Vila impuso la “ley seca”, lo que motivó severas críticas en redes sociales.
En declaraciones recientes para La Silla Rota y Haz Ruido, el director del Centro de Integración Juvenil en Yucatán, Víctor Roa, dijo que no se puede negar que existe un problema de alcoholismo en el estado y que las medidas restrictivas durante la contingencia sanitaria visibilizaron esta situación.
“Lo vimos en la pandemia con la ley seca, como se presentaron casos de intoxicación y muertes por alcohol adulterado, es un problema que se tiene que atender y reforzar las medidas preventivas”, enfatizó.
También dijo que el alcoholismo es una puerta para experimentar con otras drogas y lamentó que se han detectado casos de niños de edades entre los nueve y diez años consumiendo alcohol. Cabe mencionar que la Encuesta Nacional de Adicciones 2016 señaló que, en la región sur, el alcohol es la principal droga de impacto.
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