El mundo en la penumbra de la pandemia*
Carlos Martínez Assad
A un año del primer contagio de covid-19 en México -país con 126 millones de habitantes-, se han confirmado 2 millones de casos y supera los 200 mil muertos por esa causa.
Caben muchas preguntas sobre lo sucedido en el mundo desde que la pandemia comenzó. ¿Por qué nuestro país se ha colocado entre los tres con el mayor número de muertos y de índice de letalidad? ¿Por qué los contagios son tan diferenciados en los diferentes países?
Los científicos deberán responder esas preguntas, aunque socialmente las causas pueden estar a la vista; por ejemplo, en México, con los comportamientos y prácticas de los conciudadanos. Debido a como está organizado el transporte público, es imposible evitar las concentraciones y respetar la sana distancia. Está además la dificultad para hacer sentir a la población el necesario uso del cubrebocas. El mercadeo como práctica ancestral desde la época prehispánica puede aportar otro dato para entender la extensión de los contagios en la abigarrada muchedumbre que abarrota los mercados.
Pero ¿acaso otros países no tienen problemas semejantes? India o Egipto, por ejemplo, donde, sin embargo, los contagios y fallecimientos son menores proporcionalmente, sin que cuenten con una disciplina social diferente. Con los datos a la mano en el primero, con una población de mil 380 millones se han contado un poco más de 11 millones y han muerto 157 mil personas. En Egipto, con una población de 105 millones, ha habido 181 mil 900 contagios y 10 mil 600 fallecimientos por la misma causa.
Pero ¿por qué son tan amplias las diferencias, cuando en el Reino Unido, con 66 millones de habitantes, han contraído la enfermedad más de 4 millones y fallecido 122 mil personas? Turquía, con 82 millones de habitantes -entre los que se cuentan más de 3 millones de refugiados sirios-, se han contagiado 2 millones 693 mil y han muerto 28 mil personas.
En Irán, uno de los países que en el inicio tuvo más contagios, con una población muy semejante a la de Turquía, se han contagiado más de 1 millón 600 mil y ha tenido el doble de fallecimientos, apenas pasando los 60 mil. La cifra, no obstante, no creció al mismo ritmo que al comienzo de la pandemia, cuando fue la segunda nación con más muertos y fue considerada una de las ciudades más afectadas en el mundo. Queda la pregunta de si en la mayoría de los países los datos expuestos que se han divulgado son verídicos, o a más desarrollo, mejor contabilidad entre los casos reales y el número de registros, cuando los países hicieron erogaciones para obtenerlos.
No obstante resulta extraño que los especialistas no hayan dado una explicación a por qué hay tantas diferencias entre contagios y fallecimientos entre un país y otro. Ahora parece aceptable que la pandemia no ha afectado de la misma manera a Europa que a Medio Oriente. Lo mismo si se confrontan los datos conocidos de India, con enormes carencias, y Estados Unidos, donde la cifra de defunciones ha rebasado el medio millón, a pesar de su riqueza. Se sabe que existen factores genéticos que dan predisposición a contraer el virus, pero hasta ahora no se han realizado estudios de etnografías que puedan arrojar un mapa al respecto.
Se han sugerido también otros elementos. como la situación geográfica. porque la temperatura y la latitud inciden directamente en los contagios y en la mortalidad.
México es tropical, pero la altura de los mayores centros de población tiene efectos sobre la temperatura, algo vinculado no solamente a los hemisferios sino a las formas de recepción de los rayos solares. Y se ha insistido mucho en que la morbilidad puede estar asociada con padecimientos previos, como obesidad o problemas pulmonares, y otros que se relacionan con la dieta de cada país. México está lejos de las hambrunas que se padecen en otros países, pero la alimentación es de baja calidad, como sucede incluso en poblados marginales en Estados Unidos.
De cualquier forma, pese al desarrollo de la ciencia que ha dado ya con los componentes y variedades del virus, y cuenta con la vacuna, la pandemia continúa haciendo estragos. En los campos de refugiados sirios, como el de Azraq, en Jordania, hay 36 mil 826 personas, lo que dificulta o hace imposible la asisten sanitaria. Asimismo 3 millones 700 mil niños en edad escolar de los más de 7 millones que hay en los campos dispersos por el mundo, se han quedado sin educación. En Yemen la vida en los campos es indescriptible por la hambruna y basta ver las fotografías de niños famélicos como aconteció en Biafra. Una de las consecuencias sociales dramáticas es la que ha llevado en los países más afectados de Asia y África a realizar alrededor de 13 millones de matrimonios de niñas con una edad promedio de 15 años.
¿Qué ha sucedido realmente si se recuerda que la mal llamada “gripe española” entre 1918 y 1920 causó la muerte de 50 millones de personas en el mundo y luego desapareció sin que hubiera una vacuna disponible? Serviría mucho invocar sus enseñanzas: en 1918 diferentes localidades de Estados Unidos organizaron desfiles para promover bonos de la guerra para paliar los efectos de la contienda en la que había participado en Europa. Dos ciudades tomaron medidas opuestas: Filadelfia hizo el evento y San Luis lo canceló. Un mes después, más de 10 mil personas murieron en la primera y en la segunda, el número estuvo por debajo de las 700 víctimas.
Aquella pandemia terminó en dos años, de acuerdo con información de la época, sin una explicación clara; algunos pacientes fueron sometidos a sangrías, como en la antigüedad; otros recibieron transfusiones sanguíneas de contagiados, se recurrió ya a la penicilina y muchos se apoyaron en el conocimiento popular y tomaron montón de aspirinas y corteza de sauce.
En todo caso, quedan muchas preguntas en nuestro tiempo, como por qué la ciencia ahora puso todo el énfasis en encontrar la vacuna que evita la infección y se enfatizó menos el desarrollo de medicamentos -ciertamente algo más lento- para ayudar a superar la enfermedad entre los contagiados. Y aunque se menciona una variedad de medicamentos, quién sabe si se administraron adecuadamente a quienes tuvieron la mala suerte de sufrir todas las consecuencias... hasta la muerte.
Y cuando se cuenta con vacunas, las diferencias en el desarrollo de cada país genera controversias sobre su uso y hay que insistir en conocer los contratos para su distribución. Hay países que no la pueden tener porque su pobreza les impide el acceso en el mercado global.
En Israel se contó con los recursos y la capacidad negociadora para ser el primero en vacunar ya a más de la mitad de sus habitantes, pero no lo ha hecho en Palestina -lo que le correspondería como país ocupante-, sea por el derecho internacional o apelando a principios éticos. No obstante, sin importar tampoco la ética, su gobierno ha decidido apoyar enviando vacunas a países como Guatemala y Honduras, que ciertamente las necesitan; el gobierno prefirió esa acción política para agradecer haber trasladado sus embajadas a Jerusalén, contrariamente a lo dispuesto por la ONU sobre el estatus de esa ciudad.
Y hay que recordar que hay 600 mil colonos israelíes viviendo en 256 asentamientos en territorios de Cisjordania, que ya fueron vacunados sin considerar a los palestinos que viven a la vista de aquéllos, aunque se promete la vacuna a miles que trabajan en Israel.
Puede recordarse que Gandhi criticó en 1919 a las autoridades británicas porque, en referencia a la gripe española: “En ningún otro país civilizado un gobierno podría haber dejado las cosas tan deshechas como lo hizo el gobierno en la India durante la prevalencia de una epidemia tan terrible y catastrófica”.
La pandemia de la influenza en el comienzo del siglo XX dejó tras de sí millones de hogares enlutados, pero tuvo efectos sociales importantes porque el mayor acceso de las mujeres al trabajo durante la Primera Guerra Mundial -que exigía en el frente a los varones- se acrecentó al final de la pandemia. Asimismo los países establecieron a partir de entonces sus ministerios de salud y en 1923 la Liga de las Naciones creó la Organización de la Salud.
Una noticia con cierto optimismo es que después del atroz 2020 los contagios están disminuyendo en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, lo cual en algunos países puede deberse a la alta proporción de vacunados. Pero en otros, las causas pueden ser psicosociales, porque al haberse comenzado a aplicar la vacuna se piense que la enfermedad va en serio y que hay que tomar los cuidados que no se tomaron previamente. Y, sin embargo, hay que esperar más tiempo para demostrar que la inmunidad de rebaño está dando resultado.
*Publicado en Revista Proceso, número 2315, el 14 de marzo de 2021.
Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente
Universidad Nacional Autónoma de México
Tel. 5622-7400 ext. 322
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