La ‘intelligentsia’ de López Obrador
El mandatario enumera los intelectuales que lo apoyan frente a los que, según él, han sido “cooptados” por la corrupción. EL PAÍS contactó con varios de ellos y confirmó el orgullo de ser citado en la ‘mañanera’
Sostiene el escritor Jorge Volpi que los manifiestos colectivos, cada vez tienen menos peso y ya no influyen ni tienen relevancia en términos políticos. “El descrédito de la figura de autoridad en su conjunto (..) erosiona más la idea de que puedan servir de algo”, dijo en diciembre durante la clausura de un curso en la Universidad de Nueva York. Tal vez la fuerza de los “abajofirmantes” no tengan la importancia de antaño ni logren movilizar a los votantes pero los desplegados y manifiestos firmados de forma colectiva tienen la capacidad de agitar y animar al debate alimentando, de paso, el eterno debate entre lo público y lo publicado.
Desde la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador, hace casi tres años, la comunidad intelectual ha dedicado al mandatario varias cartas con títulos como “Contra la deriva autoritaria y en defensa de la democracia”, firmada por 650 académicos y escritores en julio de 2020, “En defensa de la libertad de expresión”, publicada en septiembre de 2020 o, la más reciente, “En defensa del Instituto Electoral (INE)”, firmada por casi 2.400 nombres entre los que están Enrique Krauze, Aguilar Camín, la escritora Ángeles Mastretta, el politólogo José Woldenberg, el antropólogo Roger Bartra, los actores José María Yázpik y Daniel Giménez Cacho o la catedrática Marta Lamas, entre otros.
Un mes después de la misma López Obrador cargó contra los firmantes a quienes se refirió como los mismos que “avalaron el fraude en 2006” y se dijo en desventaja respecto a quienes “acapararon todos los medios convencionales”. Según López Obrador, actualmente el movimiento que encarna solo está apoyado por un pequeño grupo “porque el resto fue cooptado con becas y contratos jugosos” desde la época de Salinas. El mandatario redujo los apoyos de la clase pensante a un puñado de “intelectuales de renombre” que han sido “consecuentes” y citó trece nombres, entre ellos Elena Poniatowska, el historiador Lorenzo Meyer, los columnistas de La Jornada Enrique Galván y Pedro Miguel, el productor Epigmenio Ibarra, el director de cine Luis Mandoki, los actores Damián Alcázar y los hermanos Bichir, el escritor Fabrizio Mejía y los dibujantes Rafael Barajas El Fisgón, José Hernández y Antonio Helguera. A todos ellos, López Obrador pidió disculpas “porque los estoy balconeando (…) aunque ya están acostumbrados”, bromeó. Este diario contactó a media docena de ellos para este reportaje. Otros se excusaron por razones de tiempo y otros más, como Hernández, prefirieron no comentar el tema ”porque no me siento un intelectual de la 4T y, honestamente, no tengo nada que aportar”.
Entre los que sí hablaron sobre su inclusión en la lista de ‘amigos del presidente’, el historiador Lorenzo Meyer reconoció que no le disgusta en absoluto ser citado en Palacio Nacional y que mantiene intacta sus simpatías. Meyer se identifica con el actual presidente en su propuesta de “combate a la corrupción rampante y a la injusta distribución del ingreso en el país”. La vieja amistad entre ambos comenzó desde sus luchas como líder de Tabasco en los años 80 y esta no ha decaído, recuerda a EL PAÍS. “Durante años nos veíamos una o dos veces al año en mi casa o en la suya, pero desde que llegó a la presidencia no hemos vuelto a tener contacto”, explica amablemente al otro lado del teléfono. Sobre si el intelectual ha perdido su papel crítico para convertirse en un palmero del poder, Meyer defiende la coherencia de su postura “antes estaba contra el gobierno y contra el régimen corrupto que lo llevo al poder. Ahora no estoy contra el gobierno, pero sí contra el régimen que diseñó este sistema y que aún está muy lejos de cambiar”. En cuanto al coste que supone posicionarse junto a López Obrador, el historiador responde que “antes me invitaban a dar conferencias, pero ahora eso no sucede”, dice en referencia a su cercanía al mandatario. “Incluso con la embajada de España”, dice Meyer, “antes conocía a todos los embajadores, pero ahora ni siquiera me invitan”.
El productor audiovisual Epigmenio Ibarra, otro de los citados por López Obrador, coincide con el mandatario en que en el panorama intelectual actual “hay un terrible desbalance”, dice a EL PAÍS al otro lado del teléfono. “No podemos ignorar que durante años tuvimos uno de los regímenes más largos, perversos y totalitarios del mundo”, dice en referencia al PRI. “Gracias a que tenían plata y los medios censuraban, asesinaban o cooptaban el pensamiento crítico”. Según Epigmenio Ibarra, ese es el origen de la base intelectual actual “Revisa sus contratos y las relaciones con los gobiernos del PRI y del PAN”. El dueño de Argos, una de las productoras de telenovelas más importantes del continente insiste en que “Me siento muy orgulloso de estar en un grupo de personas por las que siento un gran respeto aunque me considero un personaje menor junto a ellos”. Cuando se refiere a las consecuencias que ha tenido su dimensión de activista político habla de la “cantidad de insultos y mentiras que recibo a diario. Soy un testigo de las últimas décadas en México y en Centroamérica. Tuve la suerte de que López Obrador me dejó estar cerca de él para dar constancia de su lucha pero para ellos no soy un periodista ni un director de cine, solo hago telenovelas”, señala.
Los trece intelectuales citados por López Obrador esta semana tiene tres cosas en común: la edad, todos superan los 53 años, el orgullo de ser identificados con López Obrador, y que solo hay una mujer. Ninguno de ellos es joven ni pertenece a las nuevas voces que se han sumado a la causa de la 4T tras su abrumadora victoria. Tampoco son recién llegados al debate público y en algún momento ha compartido lucha o plantón con López Obrador en su larga batalla por el poder. Otra de las características, el orgullo de sentirse afiliado a una causa, define a los citados.
Hasta ahora, salvo excepciones, los rostros más conocidos del pensamiento eran precavidos a la hora de expresar su apoyo explícito al mandatario de turno. La cautela obliga a no poner excesiva vehemencia en hablar bien de un gobierno que dura seis años y solía abandonar el cargo con una larga lista de incumplimientos, traiciones y cadáveres a sus espaldas. Ninguno hubiera perdonado ser nombrado públicamente por algun presidente. El caso reciente más llamativo fue el de Enrique Peña Nieto. Su meteórica campaña electoral se vio trastocada cuando fue incapaz de decir los libros que habían marcado su vida durante la Feria del Libro de Guadalajara de 2011. Aquel episodio probablemente no le quitó ningún voto, pero no hubo escritor, pensador o intelectual que quisiera aparecer junto a él durante sus seis años de gobierno (2012-2018). Se convirtió en un apestado para la intelectualidad del momento. No es el caso de López Obrador, todos los citados en la mañanera, lejos de renegar del mandatario se sienten orgullosos de estar junto a él y repite como un mantra su famoso grito de campaña “es un honor estar con Obrador”.
Históricamente la relación entre los intelectuales y el poder político en México es un resumen de amores y desamores desde la Revolución. Del “todos juntos” postrevolucionario a la ruptura de Tlatelolco y al posterior acercamiento con la llegada de Carlos Salinas al poder en 1988. Durante el gobierno de Salinas la intelectualidad dominante se dividió en torno a la revista “Vuelta”, fundada por Octavio Paz, y más tarde “Letras libres”, de Enrique Krauze, contra los intelectuales del Grupo Nexos, más tarde el llamado Grupo San Ángel, encabezado por figuras como Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín, quienes arroparon a Vicente Fox de cara al 2000. De aquella época, sostiene López Obrador, salen muchos de quienes ahora pertenecen a la “intelectualidad conservadora” al servicio de “una minoría rapaz”.
Precisamente, al respecto del desbalance que denuncia el mandatario (”más de 2.000 frente a diez que nos apoyan) se refirió El Fisgón, otro de los citados por el mandatario, durante una entrevista reciente. “En octubre de 2020 650 intelectuales sacaron una carta (titulada “En defensa de la libertad de expresión”, destacan personajes como Javier Sicilia, Enrique Krauze, Arturo Ripstein, Ángeles Mastretta, Héctor Aguilar Camín, Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón, Valeria Luiselli, Jorge Castañeda entre otros) que se reprodujo en todos los medios, y nosotros contestamos con una carta que no pudimos pagarla ni en La Jornada que es nuestro medio y la reproducimos en redes sociales. ¿Sabes cuánta gente se sumó a esta carta? Cerca de 52.000 mil personas firmaron esta carta que nunca salió en los grandes medios pero tuvo un gran impacto en las redes sociales, y eso es lo que lo equilibra”, recordó el dibujante de La Jornada.
Para Pedro Miguel, responsable en la sección de opinión del mismo diario, la lista de López Obrador fue “restrictiva e injusta” y debería incluir más gente “como Paco Ignacio Taibo II o Maria Luisa Albores, Secretaria de medioambiente”, dice a EL PAÍS.
Según el periodista de La Jornada, haber sido citado por López Obrador le preocupa “por la responsabilidad que implica”. Y porque “en mis planes de vida no estaba previsto ni la cercanía con el poder ni ser considerado un intelectual”, bromea. ”Los cortesanos que nos critican y que estaban cerca del poder olvidan tres cosas: que estamos en el proyecto político de izquierda en el que hemos militado desde la adolescencia, que no estamos para hacer negocio yo no he cobrado un centavo de dinero público, vivo de mi sueldo en el periódico, y tercero, no somos hipócritas, porque no pretendemos ser imparciales ni apartidistas”, resume. De alguna manera, como resumió el Fisgón después de aparecer con el mandatario en Twitter tras una comida en Palacio Nacional, ”los que no nos querían, nos quieren menos, y los que nos querían, nos quieren más. Y punto.”
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