¿Por qué el terrorismo de Israel en El Líbano se volverá en contra de Occidente?
En un acto de terrorismo sin precedentes, el régimen sionista llevó a cabo detonaciones masivas de artefactos en todo el Líbano durante dos días esta semana.
Por: Musa Iqbal *
Estos imprudentes ataques terroristas causaron miles de heridos y la muerte de decenas, incluidos niños y trabajadores civiles, desatando la indignación global.
Dispositivos como buscapersonas, walkie-talkies y paneles solares detonaron simultáneamente en todo el país árabe, comenzando por los suburbios de Beirut, causando la muerte, mutilación y desmembramiento de ciudadanos libaneses.
Los portavoces del régimen en Tel Aviv se han esforzado por afirmar que los ataques estaban dirigidos a miembros del Movimiento de Resistencia Islámcia de El Líbano (Hezbolá).
Sin embargo, no se trató de una operación militar, sino de cobardes ataques terroristas diseñados para infundir miedo y ansiedad en la vida cotidiana del pueblo libanés.
En el momento de las explosiones, los ciudadanos libaneses estaban realizando actividades mundanas: conduciendo, trabajando en hospitales y comprando alimentos. La detaonación de estos dispositivos durante tareas rutinarias demuestra que el objetivo no era atacar a Hezbolá, sino fomentar el miedo, el pánico y el caos generalizados.
No está claro cómo los agentes del régimen israelí consiguieron acceder a estos dispositivos, importados de un país europeo por miles bajo la marca de una empresa taiwanesa.
Sin embargo, es evidente que los distribuidores y productores dentro de la cadena de suministro debieron colaborar con Tel Aviv, dado que los estándares de control de calidad garantizan que los productos sean seguros y a prueba de manipulaciones.
La implantación de explosivos en objetos de comunicación cotidianos utilizados por los ciudadanos libaneses sugiere que algo en el proceso de producción se vio comprometido.
Gold Apollo, la empresa taiwanesa responsable de producir los buscapersonas implicados, ha trasladado la culpa a la empresa húngara BAC CONSULTING KFT, alegando que fue responsable de la fabricación.
En un comunicado, Gold Apollo señaló que, según el acuerdo de cooperación entre ambas partes, autorizó a BAC a utilizar su marca registrada para la venta de productos en regiones designadas, aunque el diseño y la fabricación eran responsabilidad exclusiva de BAC.
En los últimos años, Taiwán ha fortalecido sus lazos con EE.UU., a pesar de adherirse a la Política de Una China, que reconoce a Taiwán como parte de la República Popular China.
En años recientes, personal militar y de inteligencia estadounidense ha estado activo en Taiwán, mientras que EE.UU. ha proporcionado millones de dólares en armamento avanzado al gobierno taiwanés.
Hungría, miembro de la Unión Europea, ha mostrado en gran medida hostilidad hacia la causa palestina y apoyo a la ocupación israelí, que ha resultado en la muerte de más de 41 300 personas en Gaza, en su mayoría niños y mujeres.
Cualquiera de estos dos países, o ambos, podrían haber colaborado con el régimen sionista una vez que se supo que los buscapersonas utilizados por los libaneses, incluido Hezbolá, provenían de estos proveedores.
BAC Consulting es propiedad de la ciudadana británica Cristiana Arcidiancono-Barsony, quien ha negado responsabilidad por los atentados en Líbano tras una protesta global masiva.
Dada la larga historia de colonialismo y colaboración del Reino Unido con las fuerzas sionistas, y la relación entre la tecnología sionista y magnates tecnológicos como Elon Musk y Mark Zuckerberg, hay argumentos sólidos para afirmar que no se puede confiar en la tecnología occidental.
De hecho, este complot terrorista tecnológico de la ocupación israelí ha intensificado las tensiones entre el Occidente imperialista y el Sur global en busca de independencia.
Ahora, con solo pulsar un botón, el régimen israelí (o cualquier entidad con acceso a esta tecnología) puede asesinar a cualquiera mediante tecnología comercializada.
Una de las herramientas clave del imperialismo es el control del mercado, abarcando lo que se vende, produce y licencia. Si la tecnología occidental puede causar destrucción indiscriminada, muchos comenzarán a cuestionar si es hora de alejarse de productos alineados con EE.UU.
El régimen israelí celebra estas “ganancias” terroristas a corto plazo como logros militares, pero a largo plazo han erosionado la confianza en la tecnología y los productos occidentales.
Si Occidente controla las cadenas de suministro y puede detonar dispositivos a voluntad, como se ha visto en El Líbano, ¿puede considerarse verdaderamente voluntaria la cooperación económica con Occidente? Y, tras las recientes acciones terroristas de Israel, ¿vale la pena siquiera comprar tecnología occidental?
Observemos cómo, cuando los países del Sur Global optan por adquirir productos de China, Rusia o Irán, los políticos y medios estadounidenses condenan rápidamente estas decisiones, denunciando la propagación de la supuesta “influencia china”.
La misma dinámica se observa en la tendencia actual hacia la desdolarización, que lleva a figuras como Donald Trump a amenazar con “aranceles del 100 por ciento” a países que se alejan del dólar en sus transacciones.
¿Qué implica todo esto? En esencia, el objetivo de EE.UU. es reafirmarse globalmente a través del dominio del mercado y del dólar como medio para controlar a las naciones en un nivel general. Controlar los mercados de una nación suele ser más eficaz que influir directamente en los políticos.
Sin embargo, el imperialismo estadounidense no puede tener las dos cosas a la vez.
El terrorismo tecnológico, ejemplificado por los detonadores israelíes en los buscapersonas, y la coerción económica, como las sanciones, están erosionando la confianza en Occidente.
Durante décadas, los capitalistas estadounidenses y sus representantes políticos han sostenido que comprar productos estadounidenses y comerciar con empresas estadounidenses es voluntario y beneficioso para las naciones participantes.
Ahora, a medida que la hegemonía estadounidense declina, EE.UU. lucha por mantener su influencia, mientras los países recurren a modelos alternativos o alianzas económicas como los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en busca de un desarrollo más equitativo.
Los gobiernos del Sur Global, especialmente aquellos adversarios del régimen israelí, probablemente estén indagando si han comprometido la tecnología en sus propios mercados.
Es bien sabido que la tecnología estadounidense se utiliza frecuentemente para la vigilancia: se cree que WhatsApp jugó un papel en el asesinato del líder del Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (HAMAS), Ismail Haniya, al revelar su ubicación en Teherán.
Este desarrollo ocurre en un momento en que alianzas como los BRICS presionan por su propia moneda global, y los países miembros, en particular la India, China, Rusia e Irán, se han comprometido a fabricar localmente siempre que sea posible, dejando de lado el dólar.
Irán, por ejemplo, desarrolló sus propias vacunas contra la COVID-19 debido al largo historial de terrorismo médico de Occidente, que también afecta a los propios ciudadanos estadounidenses.
El Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, prohibió la importación de vacunas occidentales contra la COVID-19, argumentando falta de confianza, y su postura ha sido reafirmada.
Hace menos de un siglo, el gobierno estadounidense llevó a cabo los experimentos de Tuskegee, envenenando a estadounidenses negros con placebos o tratamientos experimentales. Johnson & Johnson, la empresa estadounidense que está detrás de una vacuna contra la COVID-19, también participó en los infames experimentos del Agente Naranja, en los que desfiguraba a prisioneros con residuos químicos.
China y Rusia también han desarrollado su propia tecnología para protegerse de la vigilancia estadounidense. Por ejemplo, los teléfonos Huawei, un producto chino, están prohibidos en EE.UU. debido al temor al “espionaje chino”.
En realidad, estos teléfonos fueron desarrollados como una salvaguarda contra los gigantes tecnológicos estadounidenses como Apple que intentan dominar los mercados chinos, lo que dejaría a China vulnerable a los ataques y la vigilancia estadounidenses.
Estamos presenciando el inicio de una prolongada reacción negativa contra la tecnología occidental. En un mercado global cada vez más competitivo, donde la influencia estadounidense se desvanece, la táctica de Israel de manipular dispositivos en las cadenas de suministro estadounidense terminará teniendo repercusiones negativas.
Los gobiernos, corporaciones y organizaciones buscarán tecnología que no pueda verse comprometida, especialmente frente a amenazas tan peligrosas como el régimen sionista, que colabora con la inteligencia estadounidense.
Este complot terrorista será recordado no solo por su repugnancia moral, sino también por sus consecuencias económicas, marcando otro toque de campana en el declive del imperialismo estadounidense.
A medida que la influencia estadounidense se desvanece y potencias como China, Rusia e Irán ofrecen alternativas más atractivas, el mundo, sin duda, gravitará hacia opciones que no incluyan a EE.UU.
* Musa Iqbal es un investigador y escritor radicado en Boston, enfocado en la política interior y exterior de Estados Unidos.
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