Apocalipsis maya
Poco antes de comenzar el Año Nuevo, los habitantes de la pequeña población de Beebe fueron testigos de una lluvia de miles de turpiales de alas rojas que cayeron del cielo como fulminados por una mano misteriosa.
El fenómeno se repitió en otras poblaciones de Estados Unidos y fue precedido por el ominoso hallazgo de millares de peces “tambor”, flotando sin vida en las aguas del río Arkansas. Aunque se desconoce la causa de la muerte, se ha descartado el envenenamiento, pues esta especie fue la única afectada y los exámenes no revelaron ningún rastro de sustancias tóxicas. El suceso tampoco parece guardar ninguna relación con la muerte de los pájaros, que sí mostraban claros signos de trauma físico.
Según los ornitólogos de la Audubon Society, no es la primera vez que bandadas de aves perecen a causa de fenómenos naturales, o se las encuentran muertas por millares en las aguas de los océanos, extraviadas en sus largas migraciones. A diferencia de otros pájaros, los turpiales de ala roja pasan las noches congregados en dormideros seguros, y hay buenas razones para suponer que el estruendo de los fuegos artificiales hizo que salieran espantados de sus guaridas y se vieran forzados a volar en la oscuridad en medio de una gran tormenta. Los fuertes vientos obligaron a los turpiales a sobrevolar a baja altura con el fatídico resultado de miles de pajaritos que acabaron su vida estrellados contra edificios, casas y automóviles.
A pesar de que no hay nada nuevo ni misterioso en estos sucesos, los conspiracionistas ya han comenzado a hablar de un complot para encubrir el derrame accidental de armas químicas, y los neomísticos, de repentinos desplazamientos de los polos magnéticos de la Tierra, un supuesto presagio del cataclismo apocalíptico “predicho” por los mayas para el 21 de diciembre de 2012, según algunos profetas de la Nueva Era.
Entre esos visionarios está Fernando Malkún, un arquitecto de la Universidad de los Andes que ha dedicado buena parte de su carrera a la producción de material audiovisual, y es al parecer el creador de las “extraordinarias” profecías mayas. Al estilo de Von Däniken, Malkún ha sabido explotar la fascinación del gran público por los misterios ancestrales y las culturas milenarias. Pero a diferencia del escritor suizo, el colombiano ha evitado caer en el asunto manido de los extraterrestres, y en su lugar incorpora elementos más a la moda con las nuevas corrientes ecológicas y de crecimiento espiritual, combinados con una fuerte dosis de esoterismo, metafísica y terminología seudocientífica. Fue su producción, “Los dueños del tiempo, las siete profecías mayas”, el documental que lo catapultó al estrellato al lado de los más distinguidos charlatanes de la Nueva Era.
Malkún es hábil, y recurre a la ambigüedad de los oráculos para no comprometer su reputación. Una cosa es vaticinar algo concreto, como el desplazamiento súbito de los polos, y correr el riesgo de ser demandado por alguno de esos fanáticos que desde hoy se preparan para recibir el apocalipsis en un bunker subterráneo, y otra muy diferente es anunciar la aparición de un cometa “cuya trayectoria pondrá en peligro la existencia misma del hombre”, pero desviable con el poder de la mente. Si alguno de los cientos de asteroides desconocidos que deambulan por el sistema solar se acercara a la Tierra, siempre podría argumentarse que la civilización se salvó gracias a la energía mental de algún psíquico que evitó la colisión con sus poderes (un asteroide apareció de improviso el 18 de enero de 1991, que de haberse estrellado, habría causado un tsunami con olas de varios cientos de metros de altura).
Otras de sus predicciones son puros cuentos majaderos sin la menor imaginación, incluso juzgados bajo los parámetros del infantil discurso esotérico. Por ejemplo cuando Malkún habla del “salón de los espejos”, donde cada hombre encontrará “su naturaleza multidimensional, su cuerpo de luz”; o aquella profecía donde habla de chorros de energía-información –chorros de babas– que emanarán desde el centro de la galaxia y “aumentarán la vibración del planeta”. Y la ridiculez alcanza el cenit cuando anuncia que al final del gran ciclo del calendario maya, la humanidad tendrá que escoger entre el bien y el mal, entre la “comprensión y la tolerancia” o “el miedo y la destrucción”.
Dejando de lado la bobería esotérica, ¿qué evidencias existen de que los mayas profetizaran el fin del mundo al final de la Cuenta Larga, y dónde están escritas sus famosas profecías? Malkún no parece indicar ningún escrito, libro, códice o registro arqueológico que demuestre que esta cultura prehispánica asociara el solsticio de invierno de 2012 con catástrofes apocalípticas, o con el despertar de una nueva conciencia, sin importar lo que esto signifique. Y mucho menos que se refirieran a rayos de “luz-energía-información” que provienen del centro de la Vía Láctea, conceptos ajenos a las cosmologías mesoamericanas.
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