El Sionismo y el Tercer Reich
A principios de 1935, un navío de pasajeros con rumbo al puerto de Haifa, en Palestina, dejaba el puerto alemán de Bremerhaven. En su popa llevaba escrito su nombre en letras hebreas, “Tel Aviv”, mientras una bandera con la esvástica nazi flameaba en el mástil.
Y aunque la nave era propiedad de los sionistas, su capitán era un miembro del Partido Nacional Socialista Alemán. Muchos años después, un viajero a bordo la nave, revocó esta simbólica combinación como un “absurdo metafísico”. (1) Absurdo o no, ésta es sólo una ilustración de un capítulo poco conocido de la historia: La colaboración en un amplio rango entre el sionismo y el Tercer Reich de Hitler.
Propósitos Comunes
Durante años, pueblos de diferentes países se han enfrentado con la “cuestión judía”: es decir, ¿Cuál es el papel apropiado de los judíos en la sociedad no-judía? Durante los años treinta, los sionistas judíos y los alemanes nacional-socialistas compartieron una visión similar de cómo tratar con este confuso problema. Ellos estaban de acuerdo que los judíos y los alemanes eran de nacionalidades claramente diferentes y que los judíos no pertenecían a Alemania. Los judíos que viven por consiguiente en el Reich no debían ser considerados como “alemanes de fe judía”, sino como miembros de una comunidad nacional separada. El sionismo (nacionalismo judío) también implicaba una obligación de los judíos sionistas de reasentarse en Palestina, “la patria judía”.
Difícilmente podrían considerarse como sinceros sionistas y simultáneamente exigir iguales derechos en Alemania o en cualquier otro país “extranjero.”
Theodor Herzl (1860-1904), el fundador del sionismo moderno, sostuvo que el antisemitismo no es una aberración, sino una natural y completamente entendible respuesta del no-judío a la conducta y actitud extranjera judía. La única solución, él defendía, es que los judíos debían reconocer la realidad y vivir en un estado separado de su propiedad. “La Cuestión Judía existe en dondequiera que los judíos vivan en números notables”, escribió él en su trabajo más influyente, “El Estado Judío”.
“Donde no exista, es fundada por la llegada de judíos… creo que entiendo el antisemitismo, el cual es un fenómeno muy complejo. Considero este desarrollo como un judío, sin odio o miedo”. La Cuestión Judía, sostuvo él, no es social o religiosa. “Es una cuestión nacional. Para resolverla debemos, sobre todo, hacerla un problema político internacional… “Independientemente de su ciudadanía, insistió Herzl, los judíos no constituyen meramente una comunidad religiosa, sino una nacionalidad, un pueblo, un Volk (2). El sionismo, escribió Herzl, ofreció al mundo una bienvenida “solución final a la Cuestión Judía” (3).
Seis meses después de que Hitler llegara al poder, la Federación sionista de Alemania (por lejos el grupo sionista más grande de aquel país) emitió un detallado memorándum al nuevo gobierno que revisaba las relaciones judío-alemanas y formalmente ofrecía el apoyo sionista para “resolver” la molesta “cuestión Judía”. El primer paso sugerido, debía ser un franco reconocimiento de las fundamentales diferencias de nacionalidad (4)”.
“El sionismo no tiene ilusiones sobre la dificultad de la condición judía, la cual consiste, sobre todo, en un modelo ocupacional anormal y en la falla de una actitud intelectual y moral no arraigada en una propia tradición. El sionismo ha reconocido hace décadas que como resultado de las tendencias a la asimilación, síntomas de deterioro debían comenzar a aparecer….
El sionismo cree que el renacimiento de la vida nacional de un pueblo, el cual está ocurriendo ahora en Alemania a través del énfasis de su carácter cristiano y nacional, también debe suceder en el grupo nacional judío. Para las personas judías, también, el origen nacional, la religión, el destino común y un sentido de ser únicos, deben ser de decisiva importancia en la configuración de su existencia. Esto significa que el individualismo egoísta de la era liberal debe superarse y debe reemplazarse con un sentido de comunidad y de responsabilidad colectiva….
Creemos que precisamente es la nueva Alemania [Nacional Socialista] que puede, a través de una determinación audaz en el manejo de la cuestión judía, dar un paso decisivo hacia la superación del problema, el cual, en verdad, tendrá que ser tratado por la mayoría de los pueblos europeos…
Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía mantiene una relación clara y sincera con el pueblo alemán y sus realidades nacional y racial. Precisamente porque no deseamos falsificar estos principios, porque nosotros también estamos contra el matrimonio mixto y estamos a favor de mantener la pureza del grupo judío y rechazamos cualquier trasgresión en el dominio cultural, nosotros – habiendo sido educados en el idioma y la cultura alemanes – podemos mostrar un interés en los trabajos y valores de la cultura alemana con admiración y simpatía interna…
Por sus prácticos objetivos, el sionismo espera ser capaz de ganar la colaboración incluso de un gobierno fundamentalmente hostil a los judíos, porque al tratar con la cuestión judía no están envueltos los sentimentalismos sino un problema real cuya solución interesa a todas las personas y, en el actual momento, sobre todo a los alemanes…
La propaganda del Boicot- tal como se está llevando a cabo, actualmente, de muchas maneras contra Alemania – es en esencia no-sionista, porque el sionismo no quiere dar batalla sino convencer y construir…
No somos ciegos al hecho de que la Cuestión Judía existe y continuará existiendo. De la situación anormal de los judíos, resultan desventajas severas para ellos, pero también condiciones escasamente tolerables para otras personas.”
El diario de la Federación, el Jüdische Rundschau (“Jewish Review”), proclamó el mismo mensaje: “El sionismo reconoce la existencia de un problema judío y desea una solución constructiva y de largo alcance. Para este propósito, el sionismo desea obtener la ayuda de todos los pueblos, sea ésta en pro o anti-judía, porque en su opinión, estamos tratando aquí, más con un problema concreto que uno sentimental, la solución en la cual todos los pueblos están interesados” (5). Un joven Rabino de Berlín, Joachim Prinz, que más tarde se estableció en los Estados Unidos y se puso a la cabeza del Congreso Judío Norteamericano, escribió en su libro de 1934, Wir Juden (“Nosotros los judíos”), que la revolución Nacional Socialista en Alemania significó “Judaísmo para los judíos.” Él explicó: “Ningún subterfugio puede salvarnos ahora. En lugar de asimilación deseamos un nuevo concepto: el reconocimiento de la nación judía y de la raza judía. (6)
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