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sábado, 24 de junio de 2017

El ISIS acecha al sudeste asiático

La región explora vías para frenar la radicalización y la expansión del Estado Islámico ante la situación en el sur de Filipinas

Estación de tren de Depok, uno de los bastiones del islamismo radical en Indonesia.Ampliar foto
Estación de tren de Depok, uno de los bastiones del islamismo radical en Indonesia. P. A.
Un par de ventiladores refrigeran la sofocante siesta de unos hombres echados sobre una alfombra a la intemperie. En ella rezarán y también dormirán por la noche. Allí lo harán, irremediablemente, pues la mezquita en la que oraban y pernoctaban tiene un precinto policial. “No sé por qué no nos consideran musulmanes. Quizás piensan que no lo somos, pero rezamos como musulmanes, compartimos la comida con nuestros vecinos… Tenemos buena relación con todos”, asegura Usama Ahmad Rizal frente al templo sellado.
Usama forma parte de la comunidad ahmadía en Depok (Java Occidental), una de las provincias consideradas hervidero islamista en Indonesia. El cierre de la mezquita de los ahmadíes, grupo musulmán contrario a visiones fundamentalistas, fue auspiciado por facciones radicales, que los acusa de herejía. Este y otros sucesos recientes en Depok, como el hallazgo de explosivos o el descubrimiento de libros en guarderías que exhortan a “morir como unyihadista”, han disparado las alarmas sobre el poso extremista en una ciudad situada a escasos 40 kilómetros de la capital, Yakarta.
Aunque es en Marawi (Mindanao, sur de Filipinas) donde el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglés) ha mostrado por primera vez su capacidad de combate en el sudeste asiático —más de 350 personas han muerto en esa localidad, según estimaciones oficiales, debido a enfrentamientos entre grupos afines al Estado Islámico y el Ejército filipino en un mes—, expertos aseguran que Indonesia continúa siendo el “epicentro” del grupo y su principal caldo de cultivo en la región.
Un precinto policial sella la entrada de la mezquita de la comunidad ahmadía en Depok (Java Occidental, Indonesia).ampliar foto
Un precinto policial sella la entrada de la mezquita de la comunidad ahmadía en Depok (Java Occidental, Indonesia). 
Las fuerzas de seguridad de Indonesia, la nación con más musulmanes del mundo, alertan de que “hay células durmientes del Estado Islámico en casi todas las provincias”. Un dato que ayuda a explicar el “nivel inédito de alerta terrorista” bajo el que se encuentra el sudeste asiático a raíz de lo sucedido en Marawi, como aseguró en el Diálogo Shangri-La de Singapur a comienzos de junio el ministro de Defensa indonesio, Ryamizard Ryacudu.
Rohan Gunaratna, director del Centro Internacional para la Investigación de Terrorismo y Violencia Política de Singapur, afirma que el Estado Islámico planeó declarar una wilayat (provincia del califato) en Indonesia en 2015, pero su operación fue abortada por las fuerzas antiterroristas locales. Varios factores han propiciado que su objetivo virara este año hacia el sur de Filipinas.
Por un lado, el deterioro de la seguridad en dicha zona, escenario de un conflicto estancado entre Manila y grupos separatistas como el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), “ha brindado una oportunidad de oro al Estado Islámico”, remarca Gunaratna. Por otro, “ante la presión militar que está sufriendo en Irak y Siria, su intención es declarar una wilayat en el sudeste asiático para distraer la atención de sus derrotas militares y aumentar la moral de las tropas”, añade el experto.
Lo que ocurre en Mindanao ha puesto de manifiesto, además, la unión y coordinación tanto entre yihadistas del sudeste asiático como con la “central” enOriente Próximo. Se estima que alrededor de 40 combatientes extranjeros, sobre todo de Indonesia, Malasia y Singapur, pero se cree que también árabes y africanos, luchan en Marawi. El Centro Internacional para la Investigación sobre Terrorismo registra 63 grupos, entre consolidados y emergentes, que han declarado lealtad al Estado Islámico en la región (29 de Indonesia, 22 de Filipinas y 12 de Malasia).

LA BATALLA POR MARAWI

Un mes después del inicio de la ofensiva el 23 de mayo, el Ejército filipino continúa tratando de doblegar a los grupos yihadistas que operan en Marawi, capital de la provincia de Lanao del Sur, en la Región Autónoma del Mindanao Musulmán. Los combates comenzaron a raíz de una operación lanzada por las fuerzas de seguridad filipinas para neutralizar a Ismail Hapilon, líder del grupo terrorista Abu Sayyaf, afiliado al Estado Islámico y su supuesto “emir” en la región.
Abu Sayyaf cuenta con el apoyo del Grupo Maute, dirigido por dos hermanos de apellido homónimo, Omar y Abdullah, excombatientes del FMLI. El primero habría muerto en combate, según el Ejército filipino. Aunque las fuerzas yihadistas han perdido terreno (cifras oficiales indican que quedan unos 100 militantes armados, de los cerca de 500 del principio), la batalla se ha prolongado más de lo anticipado por el Ejército filipino. Pase lo que pase en Marawi, Jasminder Singh, de la Escuela de Estudios Internacionales Ratjanaram de Singapur, advierte que su ejemplo puede motivar a otros grupos islamistas a ocupar más ciudades de la región. El objetivo final del Estado Islámico, añade Singh, sería crear una wilayah del este de Asia que incluya Singapur, Malasia, Indonesia, Filipinas, el sur de Tailandia, Myanmar (Birmania) y Japón.
Se trata, pues, de un problema regional que ha obligado a tomar acciones colectivas. Con el objetivo de interceptar posibles embarcaciones de yihadistas en tránsito desde o hacia Marawi, Filipinas, Malasia e Indonesia comenzaron patrullas marítimas conjuntas en el mar de Sulu (entre el sur de Filipinas y la isla de Borneo) el 19 de junio. “La progresión natural sería que de la cooperación marítima se pasase a la terrestre, y después a la aérea”, indica Gunaratna. No obstante, el experto destaca que la clave es otra. “El 90% de los esfuerzos debe dirigirse hacia tareas de educación. Y el 10% restante a operaciones [militares]”, afirma.
A pocos kilómetros de la mezquita de los ahmadíes, también en Depok, se encuentra la Universidad de Indonesia, considerada la más prestigiosa del país. Andreas Harsono, investigador deHuman Rights Watch (HRW) en Indonesia, denuncia la existencia de “islamistas” entre el profesorado y advierte de la propagación del radicalismo desde las instituciones. “El Estado Islámico triunfará, cuenta con la infraestructura necesaria”, presagia.
Otros datos y la propia idiosincrasia regional, definida por su carácter multirracial y plurirreligioso, presentan una visión menos pesimista. Un sondeo de Pew Research Center reveló que un 4% de los encuestados mostró una opinión favorable hacia el Estado Islámico en Indonesia, frente a un 79% que se manifestó en contra. Unos 900 combatientes del sudeste asiático, segúnel Instituto Lowy, habían viajado a Siria e Irak a finales del 2015 para unirse al Estado Islámico, en contraste con 5.000 de Europa occidental, si bien la desproporción puede deberse en parte a mayores restricciones en los viajes.
“La principal arma del sudeste asiático frente al Estado Islámico es su espíritu moderado. Aunque hay un segmento minoritario que sí sucumbe al radicalismo, los musulmanes asiáticos no caen fácilmente presas en manos de extremistas”, remacha Gunaratna.

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