Un caso de libertad de la prensa
Pocos pueden identificar dónde está el Estado de Qatar en el mapa, pero muchos están al corriente de que la palabra Qatar aparece en todas las camisetas patrocinadas por el Fútbol Club Barcelona. El acuerdo del Barça con el Qatar Sports Investment en 2011 fue histórico para el club, ya que era la primera vez que el club catalán aceptaba un patrocinador en su camiseta. Este año, sin embargo, llevar esa prenda podría ser peligroso si se viaja a través de Oriente Medio. Incluso algunos informes señalan que Arabia Saudí está castigando el uso de esta camiseta. Afortunadamente para los aficionados, el contrato con Qatar terminó el 30 de junio de este año, por lo que la palabra Qatar desaparecerá de las camisetas y los problemas a los que se enfrenta actualmente Qatar no afectarán al fútbol español. Sin embargo, los estrechos vínculos de Qatar con el fútbol mundial continuarán y podrían causar quebraderos de cabeza en los próximos años.
Seis países árabes han cortado todos sus vínculos con Qatar, acusando a la nación de desestabilizar la región apoyando a grupos terroristas como el llamado Estado Islámico (IS) y Al Qaeda. Arabia Saudí, Egipto, Bahrein, Yemen, Libia y Emiratos Árabes Unidos (EAU) han seguido presionando al diminuto pero rico Estado del Golfo. Ya que es improbable que la presión desemboque en una acción militar, se ha dado poca publicidad a esta cuestión. Sin embargo, hay un aspecto de la disputa que debería ser motivo de preocupación. Arabia Saudí ha exigido con firmeza que Qatar deje de apoyar a su canal de televisión Al Jazeera.
El canal es un fenómeno único que, desde que comenzó a emitir en 1996 a través de su base en Qatar, ha revolucionado los medios de comunicación árabes y ha ayudado a presentar una imagen más veraz de lo que realmente está sucediendo en el mundo musulmán. Dispone de dos canales principales. El canal en inglés, que emplea a más de 3.000 personas y tiene una de sus sedes en Londres, ha ofrecido una alternativa seria e imparcial a la propaganda a menudo distorsionada por las agencias occidentales y por Estados Unidos. Por esa razón, siempre ha topado con la hostilidad de una parte de los medios de comunicación occidentales oficiales, sobre todo, en sus primeros días cuando se atrevió a dar publicidad a los vídeos difundidos por Osama Bin Laden. El otro canal está en árabe, con sede en Doha (Qatar). Es menos imparcial que la versión inglesa y ha atraído la hostilidad de Arabia Saudí y Egipto, que acusan al canal de dar apoyo a los movimientos radicales y terroristas. El hecho es que los pueblos árabes, especialmente en Arabia Saudí, son generalmente hostiles a sus gobiernos no elegidos y están listos para cualquier alternativa política posible. Muchos de los árabes consideran que el discurso liberal e islamista de Al Jazeera y su visión optimista del futuro son mucho más inspiradores que las visiones que sus gobiernos, ampliamente odiados, les están imponiendo.
La principal exigencia de Arabia Saudí a Qatar es que deje de apoyar a Al Jazeera. Los saudíes saben que esto sería una sentencia de muerte para la emisora, ya que el funcionamiento de la estación está financiado completamente por el emir de Qatar. Sin embargo, pocas personas en Europa parecen entender la importancia de la cuestión. Durante muchos años he seguido las transmisiones de Al Jazeera, y me ha impresionado la forma en que da un informe franco y profundo de las noticias. Un tiempo después de que los estadounidenses invadieran Afganistán, era la única televisión activa en ese país. En todo momento, la información dada por Al Jazeera ha parecido ser extensa e imparcial. Esto contrastaba claramente con los informes de noticias suministrados por agencias extranjeras, que presentaban una visión constantemente distorsionada de los motivos y actividades de las potencias occidentales.
En particular, las agencias siguieron suministrando cifras engañosas de muertes y bajas causadas por la intervención militar, llamando la atención sobre las muertes causadas por ataques terroristas, pero siempre minimizando o ignorando las muertes causadas por la intervención occidental.
Por primera vez, en 1998, Al Jazeera transmitió imágenes de la verdadera pérdida de vidas que los bombardeos estadounidenses produjeron en Irak, y demostró la falsedad de las imágenes -emitidas por otras emisoras nacionales árabes- de bombardeos que, supuestamente, no causaron muertes. No es sorprendente que el Ejército estadounidense tratara a Al Jazeera como un enemigo. Según un corresponsal de la BBC que estaba presente, los estadounidenses lograron bombardear las oficinas de Al Jazeera durante la campaña de 2001 en Afganistán y también durante la invasión de 2003 en Irak.
Recientemente se ha intensificado la campaña de Arabia Saudí y Egipto contra Al Jazeera. En Arabia, las oficinas de este canal han sido cerradas y los nacionales de Qatar, expulsados. En 2015 dos periodistas empleados por Al Jazeera en Egipto fueron acusados de fomentar el terrorismo y sentenciados a prisión, a pesar de las peticiones en todo el mundo contra la sentencia. Esta semana se han registrado ciberataques contra los ordenadores de la emisora. Parece no haber duda de que la emisora y su política han provocado diferencias con ciertas autoridades musulmanas.
Con independencia de la opinión que cada uno pueda tener sobre la línea editorial de Al Jazeera, la realidad es que en Oriente Medio se ha convertido en la única fuente de información objetiva e imparcial, y como tal debe ser altamente valorada por Occidente. Al Jazeera es la única voz que podemos identificar con las aspiraciones musulmanas moderadas, ya sea en Palestina o en cualquier otro país islámico. Es el único canal de noticias musulmán que, regularmente, da entrevistas a portavoces israelíes, un hecho que despierta furia en los medios de comunicación islámicos oficiales. Resulta significativo, en este contexto, que se haya convertido en el canal de televisión más visto en el mundo islámico.
Este mes, el grupo internacional Reporteros Sin Fronteras ha expresado su preocupación por la campaña contra Al Jazeera. Sin embargo, en la prensa europea, salvo en las páginas de 'Le Monde', este asunto se ha silenciado de forma sorprendente. No ha habido, por ejemplo, casi ninguna reacción en España, ya que su interés suele dirigirse al norte de África, no a Oriente Medio. También parece ser que no hay periodistas musulmanes trabajando activamente en los periódicos españoles.
Sin embargo, el futuro de Al Jazeera tiene una importancia que excede la situación política o económica de Qatar. La geopolítica mundial sigue teniendo a Oriente Medio como uno de sus epicentros, pero las políticas en la región están controladas, principalmente, por Donald Trump y por el nuevo rey de Arabia Saudí, ambos activamente hostiles a Al Jazeera y a la difusión de cualquier punto de vista alternativo. La información sobre la región será inevitablemente distorsionada si no hay libertad para aquellos que no apoyan a Trump ni a Arabia Saudí. Al Jazeera puede tener defectos, pero representa la libertad de información. Es posible que haya que hacer algunos cambios en la orientación ideológica de la emisora en su contexto árabe. En inglés, sin embargo, la emisora supera a la BBC en el apoyo que ha recibido de los espectadores que están buscando una fuente imparcial e informada. La libertad de prensa en Oriente Medio merece protección y por eso debemos preocuparnos por la situación de Al Jazeera y Qatar.
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