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martes, 3 de abril de 2018

Wafaa Hefni, nieta del fundador de los Hermanos Musulmanes: "Al Sisi tendrá un final muy trágico"

EGIPTO

La nieta del fundador de los Hermanos Musulmanes. Wafaa Hefni. FRANCISCO CARRIÓNMUNDO
Desde la clandestinidad, la nieta del fundador de los Hermanos Musulmanes reconoce las divisiones que la represión ha abierto en el movimiento islamista y desconfía de un cambio próximo
Un lustro después del golpe militar que les transfiguró en perseguidos, los Hermanos Musulmanes tratan aún de capear el temporal de arrestos, exilio y clandestinidad. "El sentimiento general es que nos estamos adaptando a la situación. Estamos evolucionando", dice Wafaa Hefni, nieta del fundador de la Hermandad Hasan al Banna, en su apartamento de las afueras de El Cairo. La cofradía, el movimiento político más organizado y potente del país árabe hasta la asonada, es una exigua sombra de lo que fue. Declarada "organización terrorista" por las autoridades, los medios de comunicación acusan a sus miembros de los atentados que sacuden la tierra de los faraones. "Nos han demonizado", denuncia esta profesora universitaria que dirige la rama femenina del grupo islamista en su distrito.
"En realidad, nunca detuvimos el trabajo. Durante algún tiempo proporcionamos ayuda psicológica a los miembros, especialmente a aquellos que tenían mártires y parientes en las cárceles. Ahora hemos vuelto a la educación", indica Hefni. El movimiento del derrocado presidente Mohamed Mursi, moralmente ultraconservador y políticamente reformista, se ha reconciliado con el proselitismo esquivando a las fuerzas de seguridad. "Desde la época de Gamal Abdelnaser hemos tenido muy en cuenta las medidas de seguridad. No nos reunimos en masa ni elegimos siempre el mismo lugar. No usamos el móvil de manera excesiva. Resulta evidente que ellos saben todos nuestros movimientos. Estamos bajo vigilancia pero no vamos a quedarnos sentados", arguye esta destacada militante. "Representamos una idea que cruzó Egipto y el mundo árabe. No se pueden perseguir las ideas", agrega.
Con el recuerdo aún fresco de los comicios que en 2012 auparon a la presidencia del país a uno de los suyos, Hefni se niega a llamar elecciones a las urnas que, una vez cerrados los colegios el miércoles, confirmaron el anunciado triunfo de Al Sisi. "No existe la democracia. Todo está en manos del ejército. La vulgaridad triunfó en este país cuando Al Sisi llegó a presidente", despotrica. "Estoy preocupada por su futuro. Le recomendaría que se marchara antes de que le ocurra lo mismo que a Sadat, que acabó asesinado; Naser, envenenado; o Mubarak, encarcelado. Al Sisi tendrá un final muy trágico. Dios no deja sin castigo a gente como ésta", despacha.
Desde la "manu militari", la represión ha abierto hondas fisuras en la jerarquía de la Hermandad desvelando las tensiones entre quienes proponen la vía violenta y los que apuestan por mantener el proselitismo pacífico. "El abismo que nos separa es el uso de la violencia. Hay quienes creen que deberíamos ser más agresivos y otros que consideramos que hay que volver a la sensibilización", confirma Hefni. "Si hubiéramos tenido una milicia armada, como algunos dicen, no hubiera sucedido lo que ocurrió", advierte la profesora, quien -sin embargo- recela de la hoja de ruta. "Las revoluciones triunfan al final a través de las armas aunque asesinar a gente inocente por sus ideas o porque sean agentes de poderes extranjeros es algo que los hermanos no hemos hecho jamás y que no aceptamos". Hefni reconoce que ha "escuchado" el camino que algunos ex miembros del grupo tomaron hacia las filas del autodenominado Estado Islámico. "Es un porcentaje muy limitado. La idea de la violencia está contenida. La reacción a la represión no es la solución", añade.
De los tiempos felices de la Hermandad -cuando el grupo acumulaba victorias electorales, disfrutaba de una amplia red de beneficencia y hostigaba a liberales e izquierdistas-, Hefni admite los errores. "Somos gente inteligente. Reconocemos que se cometieron fallos. Yo creo que fue una muy mala idea aspirar a la presidencia del país". Siete años después de Tahrir, la nieta del precursor de los Hermanos asume con amargura que el país ha sido vacunado contra el cambio. "No creo que estalle ninguna revuelta pronto. Han cortado todas las posibilidades y han acostumbrado a la gente a contentarse con una pizca de pan. El pueblo no volverá a las calles a menos que surja otro militar alternativo a Al Sisi

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