Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
En nuestro mundo se percibe poco al ángel. Demasiado ruido y poca luz hacen que la atmósfera no sea propicia. La razón binaria y materialista invisibiliza la existencia del no visto (ghayb), haciéndola inasible para aquel que no rompe el discurso del si y del no. Pues un ángel no es más que un signo de confirmación de la grandeza de Allāh, de la afirmación del kun fayakun (Es y así se hizo).
Queridas hermanas, queridos hermanos en estos días de camino, de viaje interior no podemos permitirnos el lujo de no recibir a los ángeles que Allāh, que exaltado sea su nombre, envía para auxiliarnos. Pues, de otra forma, estaríamos negándonos a recibir la pura voluntad de Allāh el altísimo.
Los ángeles son eso, voluntad de nuestro Señor, manifestaciones del malakūt–ese reino angélico que está entre Allāh y la creación que disfrutamos– donde se traducen los dictados de Allāh. Es la auténtica dimensión de la revelación, un espacio que nos espera, aunque nos resulte lejano que posee la unidad de pensamientos, acciones y existencia.
Nuestro mundo parece incompatible con todo esto que contamos. Y es que parece, a veces, una mera narración mitológica, pero por ‘aqīda creemos y confiamos que Allāh sabe más. Sin embargo el creyente, el mu‘mīn, aferrado fuertemente a la auténtica realidad los percibe como paso previo a recibirlos. Y aunque otros se empeñen en olvidarlos, el dhikr(recuerdo de Allāh) y las oraciones sobre nuestro amado Profeta ﷺ los atraen y los «alimentan» espiritualmente.
Es en este mes de Dhū l-ḥijja, en el que se realiza la peregrinación y el sacrificio, recordamos que los ángeles cumplen el dictado de Allāh. Y los recordamos por ser los garantes de la vida, que es voluntad de Allāh, frente a la frágil situación de la existencia. Frente a la dualidad ellos representan la unicidad, frente a la especulación son el dictado del cosmos. Hajar (ra), Ibrāhīm (as) e Ismail (as), hijo de ambos, son los ejemplos de cómo los ángeles transforman lo, aparentemente, terrible, la necesidad y el vacío de la existencia en triunfo, en buena nueva, en bendiciones. Los ángeles transmiten y traducen el poder de Allāh que no comprendemos, nos invitan a leer la vida desde la unicidad que se ha manifestado de en multiplicidad.
De entre todos ellos es Jibrīl (as), el más bello y poderoso, quien a dictados de Allāh, el altísimo, desciende ante los humanos con su forma jalāl (majestuosa) y poderosa manifestando la insondabilidad (quddusīyya) de Allāh. Jibrīl (as) nos hace cruzar con seguridad el vertiginoso abismo de la realidad (ḥaqīqa). Es la ayuda que Allāh nos otorga para no volvernos locos, para no caer arrebatados (jadhb) ante lo real.
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El auxilio de los ángeles, como se mencionó, se manifiesta, de manera muy especial, en este bendito mes de Dhū l-ḥijja. Desde que la luna aparece, tímidamente, en el horizonte, los ángeles se dirigen a la tierra como hace miles de años, en el tiempo del profeta Ibrāhīm (as). Él (as) y su bendita familia experimentaron, de forma intensa, ese contacto con el puro poder de Allāh, que exaltado sea su nombre, a través de Jibrīl (as). Primero a través de Hajar (ra) y luego a través de la experiencia sacrificial que celebramos en el Eid Al-Adha.
Durante sus estancias en el desierto, Hajar (ra) al borde de la muerte se encuentra con Jibrīl (as) dos veces y –según la tradición bíblica del Génesis (Gen, 16: 9-13 y 21: 17-18)– ambas para solucionar dos problemas serios: su propia muerte en el desierto embarazada de su hijo y después la muerte de su hijo Ismael. Experiencias límites que acaban otorgando un nuevo profeta, Ismail (as), y un recurso bendito: el pozo de zam-zam.
Jibrīl (as) viene a corroborar la voluntad de Allāh y su dictado, que parece aparentemente incomprensible, mostrando la auténtica realidad. Era necesario esa travesía en el desierto para afianzar la vida e incluso preparar el espacio donde siglos más tardes nacerá nuestro amado profeta Muḥammad ﷺ. Revelación y vida, manifestación del poder de Allāh todo esto es revelado a Hajar (ra) y a Ismail (as) a través de Jibrīl (as).
Por su parte a Ibrāhīm (as) se le detiene cuando está a punto de ejecutar el sacrificio de Ismail (as) tal y como se cuenta en el Corán:
Y cuando era lo bastante mayor para ayudar [a su padre] en sus tareas, este dijo: “¡Oh mi querido hijo! ¡He visto en sueños que debía sacrificarte, considera, pues, como lo ves tú!”. [Ismael] respondió́: “¡Oh padre mío! ¡Haz lo que se te ordena: hallarás que soy, si Dios quiere, ¡paciente en la adversidad!” (…) Y le rescatamos mediante un sacrificio magnifico, y de esta forma le dejamos como recuerdo para futuras generaciones: “¡La paz sea con Abraham!”. Así́ recompensamos a los que hacen el bien – pues él fue verdaderamente uno de Nuestros siervos creyentes. (Corán: 102; 107-111).
La tradición cuenta que fue Jibrīl (as) el encargado de mediar en todo el proceso del sacrificio, desde el primer sueño hasta el cambio del objeto sacrificial y mostrar la revelación: el creyente es quien obedece y Allāh jamás guarda mal para nadie, su raḥmaes infinita. Jibrīl (as) es testigo impasible de las transformaciones del padre de las tres religiones. Ibrāhīm (as) experimenta el vacío de la existencia y de la dualidad, pero Jibrīl (as) ayuda a iluminar sobre la claridad de los hechos, le ayuda a crear un sacrificio magnífico, le transmite la paz de Allāh a Él y a su familia. Una familia que llega hasta nosotros mismos.
Los ángeles son puro jalāl (majestad) porque Allāh lo es, pero a la vez están envueltos en jamāl (belleza). Por eso la enorme violencia de cualquier revelación del secreto que se le da a los elegidos llega con gran esperanza. Es la belleza lo que lo cambia todo, aunque haya que aceptar el estar al límite para poder construir algo más grande. Eso es el ángel la aparente contradicción dual entre violencia y esperanza, si bien el creyente sabe que en Allāh no existe la dualidad y que ese qadr (destino) es justo y necesario.
Es algo de lo que debemos ser conscientes estos días. Eid Al-Adha no es solo sacrificar a un cordero y comerlo, es aceptar que toda nuestra vida es la espera en el desierto, un perpetuo ḥajj, y que en el momento más inesperado un ángel de Allāh descenderá y majestuosamente nos mostrará el camino. Es camino que el altísimo ha trazado para nosotros, para que sacrificio tras sacrificio alcancemos el verdor del paraíso.
Así pedimos a Allāh, exaltado sea su nombre, que nos permita aceptar a sus ángeles y no temerles, sino que nos ayuden a cruzar el vertiginoso abismo de la existencia. Pedimos que no nos cerremos a las sutilezas ghayb (no visto) ni a la majestad de sus ángeles. Y pedimos que en el último instante siempre Allāh, el más generoso, siempre nos envíe uno de sus ángeles para indicarnos que somos sus elegidos y que cualquier miedo está infundado.
Pedimos Allāh que nos inunde de bendiciones y raḥmaa todos los seres humanos.
Pedimos Allāh fuerza para aceptar nuestras responsabilidades y el mandato divino durante el camino.
Pedimos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.
Pedimos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.