Las alabanzas más excelsas son para Allāhel altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos una vez celebrado el bendito Mawlid, nos toca hacer de Rabbi al-Awwal un mes de pura bendición y reflexión profunda, de recuerdo y de hacer pal mejor de los mensajeros ﷺ.

Este es un mes para poner en práctica la Sunna de la sonrisa, aquella que el amado de Allāh ﷺ y sus compañeros (ra) usaban para crecer, ser positivos, y con la que nosotros podemos pone ren práctica un sencillo y hondo ejemplo profético. Un ejemplo que no se agota por más que leamos, porque se trata de una realidad viva, más allá de lo físico, una realidad que toca el alma. Ya en los tiempos en los que vivía el Mensajero ﷺ el gran poeta Hassan Ibn Thabit lo describía así:

Si hablo de belleza, es a ti a quien recuerdo,
pues como la tuya no hay tan gentil alma.

Limpio de toda mancha,
eres lo más perfecto de la creación.

Un Muhammad ﷺ enraizado en un plano ni material ni histórico que hace que nuestro modelo vital no solo sea un personaje histórico, sino que sea intemporal y trascendente. Por eso, tantos sabios le han vuelto a ver en sueños y él les ha guiado para hacer un mundo mejor. Ese es nuestro día a día, hacer un mundo mejor inspirados por el ejemplo profético.

En un tiempo de olvido (ghafla), el recuerdo (dhikr) de la sunna del Mensajero ﷺ es básico para sobrevivir cada día, para ser mejor y comprender que el mundo es muy difícil. Es hacerlo presente, es tenerlo con nosotros. La conciencia de presente se hace esencial para poder comprender las difusas lógicas de la realidad. Al fin y al cabo, es hacer comunidad y ayudar a que todo ser que nos rodea se sienta pleno, se sienta pacificado.

Hay quien ve esto, que acabamos de decir, como algo lejano y un tanto extraño. Mucha gente concentra su experiencia del islam en luchas ideológicas e imposiciones materiales, pero sin la comprensión completa de la realidad no hay nada. La comprensión completa del musulmán pasa por una profunda experiencia de la rahma (misericordia potencial) como sentido de la existencia, pero también por la asimilación y la defensa de la belleza, de la verdad (ḥaqq) y de la justicia (‘adl).

Comprender la realidad nos exige dejarse abrumar por la diferencia, por la trascendencia y doblegar a nuestro ego (nafs) cada vez que intenta que le miremos a él y no a la  plenitud de la creación. Esa diferencia hace que en un mundo como el nuestro no podamos aspirar a irnos a la montaña a aislarnos, sino que, de nuevo, tomemos el ejemplo profético y construyamos sociedad: comerciemos, negociemos y vivamos con «otros» distintos a mí mismo.

***

El ejemplo de Muhammad ﷺ en el siglo XXI debe inspirarnos a ser mejores, apartarnos de los nacionalismos, de los esencialismos y abrirnos a un mundo diverso y complejo. Ese es, sin duda, el espíritu de la tradición. El islam ha ganado más gente a través del comercio que subyugándolos, el islam será recordado por trasladar cultura de un lado a otro del planeta enriqueciendo a los musulmanes y a los no-musulmanes. El comercio y las caravanas llevaban oro, arroz y seda, pero también llevaban libros y sabiduría. Esa es la riqueza del islam y la herencia de nuestro querido Profeta ﷺ.

Nuestra generación, la Generación M, la de los Muslim Millenials, está sabiendo derribar los muros de los “ismos” del siglo XX para canalizar esta herencia en el siglo XX. Los jóvenes musulmanes estamos siendo capaces de retomar el espíritu del Profeta ﷺ y articular su vida en: creencia, comunidad y acción, sin renunciar a vivir en sociedades post-capitalistas del siglo XXI, intentando añadir unos valores éticos y sociales que complementan muy bien lo que queremos ser: seres humanos sociales con conciencia de la realidad.

Y, sin duda, esto está teniendo su impacto en sociedades donde hay musulmanes contemporáneos. Por ejemplo, la presión de esta generación ha hecho que Indonesia plantee implementar más de 1000 eco-mezquitas en esta década, que a su vez están implicadas en educación medioambiental. O que los productos de las finanzas islámicas estén en auge como propuesta de banca ética bajo los principios del halal. Y eso, sin que falte retorno a la sociedad en forma de zakat, algo que a nuestra generación no le cuesta trabajo dar, en forma de mil proyectos justicia social.

Sin embargo, nuestra joven comunidad islámica española necesita urgentemente vivir estos planetamientos. Necesita más del modelo muhammadiano ﷺ del empresario ético y comprometido, que quiere vivir bien y quiere construir una sociedad más justa, y menos del misionero islámico que infunde temor y falsa piedad. Necesitamos que nuestros jóvenes abran la puerta a valores que les empoderen y que les hagan progresar, sin olvidar que todo eso viene de Allāh, el altísimo, y que es él, el que da. Es más, necesitamos grabar a fuego la frase —atribuida a la tradición clásica islámica—: «Cuanto más agradecimiento, más abundancia». Este, debe ser un lema vital cada día al levantarse.

La sunna de la sonrisa debe ser otro elemento central en nuestra comunidad. Sonreír como lo hacía nuestro Profeta ﷺ, el buen trato con cualquiera es mucho mejor que estar «eternamente enfadados» y «contra el mundo» fijándonos únicamente en lo negativo y lo haram. No, nuestro deber es mejorar y ayudar a mejorar, y recordar que Allāh, el altísimo, configura el mundo tal y como lo experienciamos. Solo si estamos en salām (paz) podremos proyectar esa energía hacia los demás e interactuar en un mundo mejor.

Y esto solo puede ser posible si amamos al Profeta ﷺ y a su Sunna cada día, cada hora, cada minuto. Eso es bendición, es riqueza, es vida. ¿Quién va a querer una vida triste y oscura, llena de prohibiciones? Trabajemos por imitarle: aprendamos, comerciemos, enriquezcámonos, demos y recibamos. Construyamos un mundo mejor. No somos mejor que nadie, simplemente somos y Allāh estará encantado de que tomemos la senda de su amado Profeta ﷺ.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.