Las pensiones de Moctezuma
COLUMNAS
28 Sep 2011
Espere. No chille ni se carcajee sin hacer antes el obligado repaso histórico:
Como todos sabemos, el imperio azteca cayó en desigual confrontación ante la Corona española, pese a los esfuerzos de nuestro delantero estrella Chicharitzin.
Y ya emocionados, los de la hinchada española se pusieron en plan "hooligan" y de una certera pedrada mandaron al Regente de Ciudad Tenochtitlán, Moctezuma Xocoyotzin, a saludar a Hutzilopochtli en persona.
"Casose" la princesa, hija del infortunado emperador, en tres ocasiones con caballeros españoles y enviudó dos veces (probablemente quería vengar la muerte de su padre acabando ella solita con todo el reino hispánico, pero no le alcanzó la cuerda para más). Es el caso que el rey Carlos I de España nombra a la princesa y a su descendencia beneficiarios a perpetuidad del usufructo de los predios de Tacuba, algo así como la mitad del centro de la Ciudad de México.
A dicho arreglo-indemnización se le conoció como "Las Pensiones de Moctezuma" y, aunque suene a nombre de cantina pulquera, este acuerdo se respetó por siglos.
Cuando en 1821 México logra su independencia, el nuevo orden asume los antiguos compromisos de la colonia, entre ellos -adivinó- las gloriosas Pensiones de Moctezuma. Fue hasta 1933 cuando el presidente Abelardo Rodríguez dijo "ya estuvo suave de mantener parásitos que no militen en el PNR" y suspendió el pago de aquellas benditas pensiones que tanto echa de menos la descendencia del emperador.
Existen dos líneas de descendencia de su alteza Moctezuma II: los condes de Miravalle, radicados en Granada, España y la familia Acosta, asentada en México.
Son los condes de Miravalle los que están empeñadísimos en meter pleito -abogados de por medio- al Estado mexicano por la restauración de su pensión -¡y cómo no!- si nomás de intereses se llevarían el Producto Interno Bruto del País.
Al menos la decencia y la cordura figuran tímidamente en este drama a través de los siglos: Los Acosta se avergüenzan del proceder de su contraparte ibérica, afirman que es nulo el orgullo que sienten los Miravalle por su linaje y que sólo están interesados en sangrar al Gobierno de México.
Pero claro, el representante de los intereses de los condes aduce que fue un error la suspensión de las pensiones y que el reconocimiento de esta deuda contribuiría a que todos los mexicanos nos reconciliáramos con nuestro pasado y legado peninsular. ¡Qué hermoso! ¿No cree?
Esto explicaría quizás nuestra muy arraigada costumbre de remunerar desproporcionadamente a nuestros tlatoanis, monarcas y sumos sacerdotes.
Recién nos reportó VANGUARDIA lo que perciben algunos insignes funcionariospúblicos coahuilenses. Sucede que alcaldes como Jericó Abramo de Saltillo o Eduardo Olmos de Torreón ganan sueldos superiores a los de presidentes de países como Bolivia, Argentina, India o Polonia (con razón dice Jericó que en Saltillo pasan cosas buenas).
El mismo embajador de México en la Madre Patria, Jorge Zermeño, recibe mes con mes un cheque mayor al del Presidente de España.
Las percepciones de los consejeros del IEPC se acercan mucho al salario del presidente Rodríguez Zapatero, pero el que de plano lo supera es el consejero presidente de dicho instituto. Y no muy lejos de ese rango andan los consejeros de ese bodrio llamado ICAI.
Bueno, hasta los diputadetes de cuarta que caracterizan la vida legislativa coahuilense ganan más que los mandatarios de los países inicialmente citados.
En la cúspide de la pirámide alimenticia se encuentra el Rector de la UAdeC, Mario Alberto Ochoa que, sin méritos académicos o de otra índole, se corona como el (des) funcionario mejor pagado de la comarca (consulte la cifra, a mí me estremece el sólo escribirla).
Esto es prueba fehaciente de que la vocación de servicio que presume esta bola de tunantes es pura invención, pues de ser genuina la ejercerían por un salario decente (decente y no insultante como el que ahora se embolsan).
Remunerar tan espléndidamente a un servidor público parecería apenas un sueño para un país subdesarrollado, con tantas carencias prioritarias por cubrir y atravesando una crisis que ya se antoja perpetua, pero con su empeño nuestros canijos funcionarios lo hacen una realidad para nosotros.
Si los condes de Miravalle, herederos de Moctezuma, son unos pinches chupasangres ávidos de vaciar las arcas mexicanas en el nombre del título que ostentan, me pregunto: y nuestros funcionarios, ¿qué fregados son?
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