AMLO: SUS DOS MINUTOS DE ODIO
En la entrega de ayer comentamos que al parecer, el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó la novela 1984, de George Orwell, como guía de gobierno, pues ha retomado muchas de las prácticas descritas en ella, como la creación de la neolengua.
Otra práctica que parece copiada de la obra literaria referida es los “dos minutos de odio”. En Oceanía, el país con régimen totalitario de que habla la novela, todos los días es expuesta públicamente la imagen del enemigo número uno del “partido”, para que toda la sociedad lo haga objeto de su ira reprimida.
Ese enemigo, identificado como Emmanuel Goldstein, aparece en todas las telepantallas –las hay en los centros de trabajo, en las casas, en las calles y en todo lugar— y todos los habitantes de Oceanía están obligados a manifestarle su repudio y a lanzarle todo tipo de insultos.
Muchos lo hacen por cumplir con una obligación y así evitar ser acusados de disidentes. Pero la mayoría de la población está tan alienada por el régimen, que el odio que manifiestan hacia Goldstein es sincero.
López Obrador utiliza frecuentemente sus “dos minutos de odio” cuando desde Palacio Nacional exhibe, denosta e insulta a quien identifica como su enemigo en turno, el cual queda así expuesto a un linchamiento mediático.
Su más reciente víctima fue el director de Políticas Públicas de Twitter para América Latina, Hugo Rodríguez Nicolat, quien el pasado 20 de enero fue exhibido durante la mañanera por el presidente López Obrador, lo que provocó una oleada de ataques en su contra llena de insultos y mentiras por parte de la feligresía obradorista.
Ese día dijo López Obrador: “El director de Twitter en México era militante o simpatizante muy cercano al PAN, el que actualmente maneja Twitter, fue hasta asesor de un senador famosísimo del PAN”.
Con su manejo del lenguaje, el presidente dio a entender que ser militante del PAN o haber sido asesor para algún legislador de este partido es un crimen y así lo entendieron sus seguidores fanatizados, quienes le endilgaron otros pecados –igual de falsos que el primero— de que había trabajo en Televisa, que participó en el “fraude del 2006”, y otros.
Casi al inicio de su mandato, el presidente le dedicó sus “dos minutos de odio” al entonces presidente de la Comisión Reguladora de Energía, Guillermo García Alcocer, a quien acusó –falsamente—durante la mañanera del 15 de febrero del 2019 de tener conflicto de intereses.
Tres días después el presidente dio detalles del supuesto conflicto de intereses, que en realidad nunca existió, mientras que la Unidad de Inteligencia Financiera y la Secretaría de la Función Pública anunciaron sendas investigaciones sobre la acusación presidencial.
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El señalamiento público del presidente de la República bastó para que García Alcocer fuera objeto de un linchamiento popular en redes sociales. Y aunque él demostró que las acusaciones del jefe del Ejecutivo eran falsas, terminó por renunciar al cargo menos de un mes después.
López Obrador también ha dedicado sus “dos minutos de odio” a los columnistas políticos críticos de su gobierno, a quienes metió en una lista negra que fue exhibida públicamente con un enfoque inquisitorio el pasado 25 de septiembre.
Pero hay otra práctica obradorista que parece copiada de la novela 1984: la “vaporización”. En Oceanía, todo disidente o todo aquel que sin serlo demostrara mucha inteligencia o capacidad para pensar por sí mismo era “vaporizado”, es decir, eran borrados todos sus registros de cuanta documentación oficial había y de medios de comunicación. Como si nunca hubiera existido.
El pasado 17 de enero, Miriam Esther Veras Godoy renunció al cargo de directora general del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y de la Adolescencia (CENSIA) de la Secretaría de Salud y a su función como responsable de la estrategia de vacunación.
Apenas se informó de la renuncia –por motivos que no quedan claros—fueron borrados todos los datos personales de Miriam Esther de la página del CENSIA, como si nunca hubiera existido. Es decir, Miriam fue “vaporizada”.
OFF THE RECORD
**CHAPULINEO EN CDMX
El PRD, o lo que queda de él, perdió a la mejor carta que tenía en la Ciudad de México: el alcalde de Venustiano Carranza, Julio César Moreno, quien escuchó los cantos de las sirenas y se pasó a las filas de Morena.
Julio César es todo un cacique político en Venustiano Carranza, demarcación que ha gobernado en varias ocasiones. Y seguramente buscará su reelección.
Es uno de los alcaldes capitalinos mejor evaluados. Por eso representa una gran pérdida para el PRD.
**CÓNCLAVE DE ALIANCISTAS
Será interesante escuchar lo que digan los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD durante el diálogo público que sostendrán como integrantes de la alianza opositora ‘Va por México’.
El encuentro empezará a las 11:00 horas y será transmitido por Facebook y por Youtube.
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