Para nadie, en el mundo entero, era novedad que en los últimos años el
presidente norteamericano, Donald Trump, se había convirtió en un peligro
global; acaso uno de los mayores peligros del nuevo siglo.
Por eso, buena parte del mundo aplaudió la derrota electoral de Trump,
a manos del demócrata Joe Biden.

Y también por eso –porque Trump intentó un golpe de Estado contra la
democracia de país–, el mundo aplaudió que el Congreso haya sido capaz de
iniciar un juicio político contra Trump.

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En México, sin embargo, la derrota electoral de Trump y el juicio en su
contra sólo resultaron un pírricas victoria para la debilitada democracia local.
¿Por qué?

Por qué si bien la derrota de Trump y el juicio político son una poderosa
llamada de atención a las instituciones electorales mexicanas, también es
cierto que los mexicanos estamos muy lejos de echar del poder al mayor
peligro para nuestra patria.

¿Y por qué estamos lejos de despedir al sátrapa López Obrador?
Elemental; porque las instituciones del Estado mexicano están bajo el
control autoritario y dictatorial del presidente; porque en México no existen
contrapesos reales en los poderes Legislativo y Judicial y porque la mayoría
de los medios mexicanos –prensa, radio y televisión–, están controlados por
una de las más groseras dictaduras modernas; la dictadura de Estado
En pocas palabras, resulta que en México no funcionan contra AMLO,
las instituciones que en Estados Unidos sirvieron para echar a Trump.
Y mientras que el mexicano Obrador fortalece su dictadura y el control
de los contrapesos, en Estados Unidos se recuperaron las libertades sociales,
los anticuerpos democráticos y se cerraron las pinzas contra el mayor peligro
que ha vivido la democracia norteamericana.

Lo curioso de la contradicción –entre lo que pasó en Estados Unidos
luego de la derrota de Trump, y lo que ocurre en México con el
endurecimiento de la dictadura lopista–, es que día a día crece el peligro para
México y los mexicanos; Día a día, Obrador es “más peligroso para México”.
Y si dudan, basta recordar que desde el año 2000, cuando Obrador llegó
de manera ilegal al gobierno del entonces DF, aquí y en muchos otros medios
documentamos que el tabasqueño era no solo un riesgo para la democracia,
sino un peligro para la estabilidad política, económica y social de nuestro país.

Durante los 18 años siguientes –de 2000 a 2018–, exhibimos toda clase
de trampas, engaños, raterías, saqueos, traiciones, conductas ilegales y, sobre
todo, violaciones constitucionales de López Obrador.
Incluso, como nadie lo había hecho, en mayo de 2018 documentamos la
inestabilidad emocional –enfermedad mental-, del candidato presidencial,
quien daba claro signos de ser víctima de una fea patología que lo mostraba
como inestable y alejando de la realidad.

Demostramos que López no sólo era y es uno de los mayores peligro
para México y los mexicanos, sino que era un es un peligroso enfermo mental
con todo el poder presidencial.

Por eso, la respuesta de AMLO a nuestro trabajo periodístico fue la
mayor persecución periodística de la historia mexicana; AMLO y su claque
pagaron una de las más costosas campaña de difamación y calumnias en redes,
contra Ricardo Alemán.

Mese después, ya como presidente, Obrador presionó a todos los
medios –prensa, radio, televisión y digitales–, para que ninguno de ellos
contratara el trabajo periodístico de Ricardo Alemán, quien hasta diciembre de
2018 era uno de los columnistas más leídos en México.

Luego vino la alianza de los presidentes Trump y Obrador; alianza que
buscó un beneficio común; la reelección de los dos mandatarios.
Pero en 2020 Trump fue derrotado en Estados Unidos, mientras que en
México sólo queda vigente la posibilidad electoral –en junio del 2021–, de
echar del poder al sátrapa y criminal López Obrador; posibilidad que sólo está
en manos de los ciudadanos y de los anticuerpos mediáticos.

Y es que sólo será capaz de echar del poder al sátrapa, López Obrador,
una potente alianza ciudadana y electoral –entre sociedad, partidos opositores
y medios independientes–, que coloque sobre la línea de flotación del
gobierno los errores, las fallas, los desacierto, los equívocos, las torpezas y las
trapacerías del presidente.

Dicho de otro modo; los ciudadanos sólo pueden llevar al extremo de la
debacle a un gobierno al que todos los mexicanos vean como el peor, el menos
eficiente, el más indolente, criminal y fallido; al aquel gobierno que está en
manos del “presidente más pendejo”.
¿Y por qué utilizar el adjetivo despectivo “pendejo”, para definir al
presidente mexicano?

Porque, entre muchas otras, el adjetivo “pendejo” tiene las siguientes
acepciones: “hombre cobarde y pusilánime”; “hombre tonto y estúpido”;
“hombre inferior”.

¿Estaremos dispuestos a seguir siendo mal gobernados por un pendejo?
Se los dije.