La humanidad, ¿realmente ha aprendido con el coronavirus?
La declaratoria de pandemia mundial fue una oportunidad única para repensar el sistema de valores, instituciones e ideas que la humanidad ha considerado inmutable. ¿Qué ha cambiado realmente desde entonces?
Colombia
Por: José Ricardo Báez G.*
Hace un año escribí un artículo sobre las oportunidades que presentaba la crisis que anunciaban expertos economistas ante el creciente número de muertes por COVID-19 en el mundo y la rápida propagación de la enfermedad. Entonces empecé diciendo: “Todo lo que está pasando es humano, demasiado humano”. Un año después, pareciera como si esas palabras se repitieran, mientras esas oportunidades se han desvanecido en gran medida.
Sin duda la pandemia ha traído cambios trascendentales, como por ejemplo el trabajo desde casa, al que muchas personas se han acostumbrado. Como asegura en una entrevista a CNN David Mott, emprendedor e inversionista, la pandemia nos hizo “reinventar el concepto de oficina". Según Mott, "ya no es el lugar en el que se espera que pasemos turnos fijos con rígidos horarios de reuniones. La mayoría de las personas que trabajábamos en una oficina podemos hacer el trabajo desde casa, desde un café, desde la casa de un amigo o desde un sitio de coworking".
Uno de los grandes cambios que esperábamos de la pandemia era que iba ayudar al medioambiente. En especial, luego de que se volvieron virales imágenes de animales salvajes vagando por las calles de las ciudades a inicios de la pandemia. Cisnes en la Fontana di Trevi, delfines en los canales de Venecia. Sin embargo, pasó todo lo contrario. “Cerca del 75% del plástico generado por la pandemia de COVID-19 como mascarillas, guantes y botellas de desinfectante para manos se convertirá en desechos que llegarán a vertederos y mares, con un grave costo para el medioambiente y la economía”, alertó la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD).
Hace un año creí, como muchas personas, que la crisis había revelado que todos somos vulnerables y las fronteras, muros, rejas y medidas de control para frenar la migración eran solo una quimera absurda. Parecía que el brote de coronavirus iba a obligar a las naciones a trabajar de manera mancomunada y coordinada, sin importar raza, religión o tendencia política. No obstante, la lucha nacionalista por las vacunas ha demostrado que poco o nada se ha aprendido.
Por ejemplo, Israel, uno de los países que ha logrado inmunizar buena parte de su población, prefirió vacunar primero a los ciudadanos judíos y no inmunizar a los palestinos que viven en territorios ocupados. De hecho, el primer ministro Benjamín Netanyahu prefería mandar dosis de vacunas a otros países aliados antes que vacunar a los palestinos. En declaraciones a la Agencia Anadolu, Ran Goldstein, director de Médicos para los Derechos Humanos, señaló que para la administración israelí procurar vacunas para los palestinos es un tema político más que sanitario y recalcó la importancia de dejar de lado este tipo de enfoque mientras continúa la pandemia.
Ver también: La pandemia del plástico: la promesa de mejorar el medioambiente que no se cumplió
Por su parte, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, hizo un llamado de emergencia para frenar la rapiña por conseguir dosis, pues las vacunas llegaron rápidamente a los países de altos ingresos, mientras que los más pobres del mundo aún no tienen ninguna o muy pocas. "La pandemia de la COVID-19 se ha cobrado ya dos millones de vidas. El impacto mortal de la pandemia se ha visto agravado por la ausencia de un esfuerzo global coordinado. En memoria de esos dos millones de almas, el mundo tiene que ser mucho más solidario. Ahora es el momento", dijo a oídos sordos.
La pandemia, además, generó un aumento en la vigilancia y controles migratorios en todo el mundo. Pasaportes de vacunación, restricción de vuelos y aplicaciones para rastrear la movilidad y los contactos de los usuarios, pero que realmente pueden ser usadas como medidas de vigilancias. “Si bien las emergencias de salud pública siempre han proporcionado una base legítima para el procesamiento de datos, y si bien el rastreo de contactos puede clasificarse como una medida necesaria para contener una pandemia, les recuerdo urgentemente a los Estados que cualquier respuesta al coronavirus debe ser proporcionada, necesaria y no discriminatoria”, aseguró Joseph Cannataci, relator especial de la ONU sobre el derecho a la privacidad, ante el surgimiento de estas aplicaciones en todo el mundo.
No solo eso. La pandemia se convirtió en la mejor excusa para señalar cualquier manifestación ciudadana en las calles como irresponsable. Por poner el caso, la marcha feminista del 8 de marzo de 2020 en España, según expertos epidemiólogos, fue el evento que generó la mayoría de contagios y el aumento exponencial de muertes. Un año después el partido de derecha español, Vox, quiso que se declarara este día en conmemoración de los muertos por COVID-19 y que se prohibiera cualquier protesta feminista, responsabilizando al movimiento por la crisis que creó la pandemia en el país ibérico.
Es verdad que esta crisis ha revelado la fragilidad de la economía global. Sin embargo, contrario a lo que creía, la pandemia disparó las ganancias de los más ricos del planeta. Las 20 mayores fortunas del mundo terminaron 2020 con un patrimonio conjunto que suma los USD 1,77 billones, lo que representa un aumento del 24% con respecto a 2019, según reveló el índice Bloomberg. Solamente la fortuna de Jeff Bezzos, director de Amazon, en solo 12 meses aumentó a USD 78.900 millones, lo que lo volvió un 68,7% más rico que el año anterior. Su compañía ha sido una de las más beneficiadas por el confinamiento, pues, como era de esperarse, las compras en línea aumentaron por las restricciones contra la movilidad.
El precio del petróleo, muy afectado a inicios de la pandemia, ya se olvidó del coronavirus. La materia prima comenzó a recuperarse y los futuros del petróleo Brent ya tienen una revalorización del 175% desde los mínimos de mayo del año pasado. Un aumento que se debe a los planes de vacunación de la población mundial, pues se espera que con la recuperación de la economía se reactive la demanda; y que también se debe a la demanda de petróleo proveniente de países cuyas economías se recuperaron antes que Occidente, como sucedió con China, y a la reducción del exceso en la producción, como consecuencia de la reducción de la oferta por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Ver también: ¿Cuántas cepas o variantes de la COVID-19 han surgido durante el primer año de la pandemia?
El sector cultural, en especial aquellos que usan espacios físicos como museos, artes escénicas, música en vivo, festivales, cine, etc., fue el más afectado por las medidas de distanciamiento social. Algunos sectores culturales y creativos usaron las plataformas de contenido en línea y hay una mayor demanda de transmisión de contenido cultural, pero los beneficios de esta demanda en gran medida solo van para para las grandes empresas de la industria, reveló un informe de la OCDE titulado “Choque cultural: COVID-19 y los sectores cultural y creativo”. La pandemia, alerta el informe, afectará la producción de bienes y servicios culturales y su diversidad en meses, sino años, por venir.
La realidad es más difícil de lo que parecía a inicios de la pandemia. Las promesas de un cambio de paradigma ahora no son más que dudosas. A lo mejor perdimos una gran oportunidad de aprendizaje, a lo mejor la pandemia solo será algo que en un futuro cercano apenas recordemos y, a lo mejor, volvamos a lo mismo, a olvidarnos de nosotros y de los demás, a dejar de ser solidarios, a luchar a codazos por migajas. Tal vez el peor temor que enfrentemos no sea el miedo a la muerte, sino el miedo a que todo siga igual siempre. Y desde allá, desde lo más lejano del universo, desde esta mota de polvo que flota en el espacio y llamamos planeta Tierra, seguiremos siendo humanos, terriblemente humanos.
*Periodista con magíster en Derecho Internacional y magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Los Andes en Colombia.
*Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente reflejan la posición de la Agencia Anadolu
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