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domingo, 22 de mayo de 2011

El lento y cruento despertar sirio

El lento y cruento despertar sirio
A comienzos de año, parecía que las revoluciones que sacudían a Oriente no llegarían a Siria. Todo estalló más tarde, y de una forma que no deja de sorprender por su violencia y Occidente contempla cómo las autoridades alauíes intentan silenciar con mano de hierro la voz de un pueblo, a día de hoy, machacado.

Mientras, las cifras siguen hablando por sí solas, ya que el número de muertos por las revueltas en el país alcanza ya los 800. Y las imágenes de violencia que emplea el régimen no perfilan que estas cifras vayan a reducirse.
Las razones de cómo se encendió la revuelta son varias. Desde la coerción de libertades y derechos civiles al retraso económico que muchas de las regiones del país. Sin embargo, es interesante intentar entender dónde se encuentra el poder real de Siria y descifrar una revolución que a día de hoy mantiene en vilo a toda la región.
La diversidad étnica es sin duda el arma de doble filo con la que el presidente sirio, Bashar Al Assad, está jugando. El mandatario es consciente de que si consigue patentar las diferencias y dividir a la población, su éxito está asegurado, o al menos prolongado.

Uno de los ejemplos es la actitud del presidente ante los kurdos residentes en el país, que representan alrededor del 10 % de la población de Siria. Hasta el momento la presencia de kurdos no había sido un tema de interés real para las autoridades. Pero la voluntad del gobierno de nacionalizar a 250.000 ciudadanos kurdos de la provincia de Hasaka en abril fue una llamada de apaciguamiento general y un intento para que la población kurda mantuviera su relativa neutralidad y no se uniera a las protestas.

Sin embargo, ni este movimiento político ni la abolición de la ley de emergencia vigente desde 1963, así como la apertura de redes sociales o la destitución de gobernadores civiles, han podido mermar las ansias de cambio del pueblo.

El actual presidente Al Assad se encuentra en el poder desde julio de 2000, cuando relevó a su padre, Hafez al Assad. Los Assad pertenecen a los alauíes, rama del islam que en Siria representa solo un 12,6 % de su población. Su minoría numérica no ha impedido que tanto él como su padre consiguieran situarse en las élites políticas del país, teniendo acceso al control de la población, de mayoría suní.

El resentimiento que han despertado entre la población suní, así como entre otras minorías del país, ha hecho que los pactos existentes entre ellas y las autoridades caducaran, dejando paso a las demandas de una sociedad cansada de una corrupción insostenible.

Una clara muestra del desgaste del poder real de Al Assad llegaba hace pocos días. Unos 12 partidos representantes de la población kurda, que hasta ahora se había mantenido al margen, tal y como las autoridades pretendían, ha emitido un comunicado público tras dos meses en silencio. En dicho manifiesto, los kurdos han pedido que las autoridades cesen de inmediato la violencia hacia los manifestantes y que se escuchen las demandas del pueblo para promover una reforma inmediata.

No obstante, el régimen de El Asad intenta seguir con sus técnicas de persuasión y amenazas hacia una población que no se deja intimidar. Si hace unas semanas era la ciudad de Deera la que era víctima de las técnicas represivas del régimen, ahora es la ciudad norteña de Tel Kelakh, a pocos kilómetros de la frontera con Líbano, la que vive verdaderas escenas de batalla campal y brutalidad. En sólo tres días, más de 27 personas han muerto en esta localidad a causa de los enfrentamientos entre la población y las autoridades. Se abre de este modo, otro pequeño foco más de oposición de la extendida revolución en el país, dificultando más los vanos intentos de Bashar Al Assad de silenciar las voces de cambio de su pueblo.

Pieza clave del panorama regional

La importancia que Siria confiere a la estructura de Oriente Próximo parecía olvidada por la mayoría de países de la región y por los distintos actores internacionales. La relativa modesta posición mantenida en los asuntos de la región, así como las sanciones, habían conferido cierto respiro a viejas heridas y temores que parecían olvidados.
Sin embargo, este pasado domingo, el régimen de El Asad y su permisividad ante las manifestaciones de refugiados palestinos que saltaron la verja de seguridad de su frontera contigua con Israel en los Altos del Golán, reabrieron las alarmas ante la importancia de resolver dicho conflicto en un país de tanta complejidad étnica.

Por su parte, el ministro de Exteriores sirio, Wallid Moalem, aprovechaba la oportunidad en un discurso mediático para intentar desviar la atención internacional hacia la reacción de las autoridades hebreas. Los incidentes registrados durante la jornada de conmemoración de la Naqba (en árabe, catastrófe), donde se recuerda el exilio de los palestinos y la creación del estado judío en la narrativa palestina, hicieron saltar los temores de un posible conflicto regional ante la tensión en toda la zona. La politización del incidente, en el que resultaron heridos varios ciudadanos y se registraron varios muertos en la disputada frontera de los Altos del Golán, fue el último de los intentos del régimen sirio por salvar lo que parece ser un final irremediable: el absoluto aislamiento internacional.

Washington condenó ferozmente dichos sucesos, así como el intento de Damasco de desviar la atención internacional de la brutal represión que emplea sobre sus ciudadanos. La jefa de la diplomacia americana, Hilary Clinton, también anunció que en los próximos días se darán a conocer medidas suplementarias para frenar al régimen de Asad. La administración norteamericana, como el estado de Israel, es consciente de que el desarrollo de una transición apaciguada es de vital importancia. Cualquier cambio brusco podría conducir a una situación geopolítica peor de la que actualmente reina en el país, vecino clave de Israel, en estado permanente de alarma por sus Altos del Golán, y actor clave para influir en un estallido de la violencia en sus otros dos vecinos, Jordania y Líbano.

Por otro lado, la Unión Europea también ha mostrado su disposición a frenar como sea al régimen sirio. Catherine Ashton, jefa de la diplomacia europea viajaba a Washington para negociar una diplomacia conjunta y necesaria contra el Al Assad y un endurecimiento del aislamiento económico del régimen.

Mientras tanto, los ciudadanos sirios siguen esperando una intervención internacional con suficiente vehemencia que resuelva sus llamadas de socorro. Conscientes de que la economía doméstica puede ser el último factor para derrotar al régimen, el miércoles salían de nuevo a la calle para secundar una huelga general con la esperanza de que sea el último empujón que haga caer a todo el engranaje.

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