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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Contra cualquier discriminación

POLÉMICA SOBRE EL PAPEL DE LA MUJER EN EL MUNDO ISLÁMICO: Pretender que el islam es una religión intrínsecamente violenta y misógina significa faltar a la verdad

05/02/2007 - Autor: Ndeye Andújar - Fuente: El Periódico de Cataluña
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Ndeye Andújar, vicepresidenta de Junta Islámica Catalana
Ndeye Andújar, vicepresidenta de Junta Islámica Catalana
En Crítica del insulto al islam, artículo publicado el 30 de enero, ya mencionaba que, negar que las imposiciones que sufrimos las musulmanas se deben a una mala lectura del Corán significaba hacerles el juego a los fundamentalistas. Si denuncio públicamente que hay una mala lectura, significa que existe, y este es el motivo por el cual he participado en la organización de dos congresos internacionales sobre el feminismo islámico, en el que musulmanas de distintas nacionalidades han propuesto estrategias de combate, un yihad de género contra cualquier tipo de discriminación. Pero lo que no se puede hacer es presentar una visión monolítica del islam, mezclando temas, sacando solo aquellos aspectos sensacionalistas y tremendistas que no tienen nada que ver con la religión (léase la guerra de Irak, el terrorismo...). El islamismo no es el triunfo de la religión, sino de la política.
Yo considero urgente apelar a la justicia para todos, y no utilizar un doble rasero. Me rebelo contra la visión totalitaria y fatalista del islam que nos quieren imponer las feministas de la vieja escuela, y cuyo discurso coincide en tantos aspectos con las estrategias neocoloniales del imperio. No estoy demonizando el pensamiento crítico, sino criticando el pensamiento monolítico e interesado. ¿O es que acaso no podemos utilizar el pensamiento libre para criticar los insultos hacia una religión, las generalizaciones y la falta de rigor? Tres citas no representan a 1.400 millones de musulmanes. Ni la islamofobia de Ayaan Hirsi Ali ni el feminismo de encargo de Fadela Amara.
Se nos presenta la lucha por la democracia, por el pensamiento libre y crítico, como si estuviera asociada per se a Occidente y a los no musulmanes. Esa visión maniquea echa más leña al fuego, reavivando el supuesto "choque de civilizaciones", en realidad un "choque de ignorancias" en palabras de Edward Said.
Nos sorprende que cuando Rahola afirma que "existe de forma muy extendida una mirada regresiva, fanática y antimoderna, que tiene mucho poder y recibe mucho dinero" no explique que la cuna de las redes radicales se halla en los aliados más seguros de los norteamericanos: Arabia Saudí y Paquistán. Y que también hay un discurso que se ajusta a estas características propagado por poderosos think tank israelís y norteamericanos, como el American Institute Enterprise, para el que trabaja su admirada Hirsi Ali.

POR SUPUESTO que se deben denunciar los discursos minoritarios antioccidentales y antidemocráticos de algunos imanes pagados por esos mismos países aliados, pero también las campañas que promueven el Partido Popular y algunos partidos de ultraderechas para prohibir la construcción de mezquitas. Ejemplo de ello es lo que está pasando actualmente en Badalona.
Pretender que el islam es una religión intrínsecamente violenta y misógina significa faltar a la verdad y atribuirle una esencia inamovible que obliga a meter en el mismo saco a todos los musulmanes, sin tener en cuenta las individualidades, ni las condiciones sociales e históricas de cada pueblo, de cada persona.
¿Se imaginan que todos los cristianos tuvieran que entonar el mea culpa por las atrocidades de la Inquisición o porque algún integrista católico y protestante mate a los médicos que practican el aborto en EEUU o porque algunos filipinos se flagelen por las calles de Manila o porque haya curas pedófilos? Y, claro está, si no aceptan que eso es el cristianismo son antidemócratas, tienen miedo del pensamiento libre y demonizan a quien tiene el valor de denunciarlo. Ese tipo de discursos crea un estado de alarma social, de sospecha latente, en el que cualquier musulmán se convierte en un terrorista potencial, en un fanático retrógrado y misógino.
Pero, puestos a denunciar injusticias, no estaría de más que los grandes defensores del espíritu crítico y la libertad, además de querer salvar a las pobres musulmanas del yugo impuesto por el islam, denunciaran los actos islamófobos y racistas que se dan en Europa y en España.
A menudo oímos que el velo "es una imposición machista". Pero, desde esa perspectiva, sorprende que a la pobre víctima se le castigue por ello a estar en paro, a sufrir insultos e incluso a algunos les gustaría negarles el acceso a la educación pública. Yo me rebelo contra el racismo y la discriminación que sufren todas las mujeres, lleven o no lleven el velo, y contra la criminalización de todo un colectivo por lo que hace una minoría. Siempre es más fácil ver la paja en ojo ajeno que la viga en el propio. Los casos de maltratos en España ¿también son culpa de los míos?

SE NOS ACUSA de no aceptar el debate, pero ¿cuántas mujeres musulmanas en España tienen acceso a los medios de comunicación? ¿Cuántas forman parte de los círculos académicos? Más que un debate se trata de una autocomplacencia. Se trata de crear un estado de opinión antes de que se lleve a cabo el debate.
Cuando las mujeres musulmanas puedan expresarse libremente, cuando puedan participar activamente en los órganos de decisión sobre las cuestiones que les afectan directamente, cuando se las escuche con tanta atención como a las Fadela, Ayaan, Rahola y Falcón, entonces quizá podamos hablar de un debate equitativo, o por lo menos, de uno en el que se seguirán las mismas reglas del juego.
Por cierto, Voltaire no solo llevó a cabo una crítica anticlerical. En las Lettres philosophiques, en Micromégas o en el Ingénu, también atacaba a quienes aseguraban con arrogancia que poseían la única "verdad racional".
Ndeye Andújar es vicepresidenta de la Junta Islámica Catalana.
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