El camino de la guerra total
En la segunda mitad del año Cristiano de 1520, año 3 pedernal en la cuenta de los mexicas, el vasto y muy poblado territorio que conocemos ahora como Mesoamérica o como el México prehispánico, entró en un periodo de guerras que habría de durar dos décadas y que transformaría por siempre su realidad. Este periodo de guerras va mucho más allá de lo que llamamos conquista de México que terminó el 13 de agosto de 1521, con la derrota de los mexicas tras el sitio y destrucción de México-Tenochtitlan. Apenas unos meses después y por los siguientes veinte y tantos años, los mismos ejércitos aliados indoespañoles emprendieron nuevas conquistas hacia el sur, hasta Yucatán y Nicaragua; hacia el occidente y norte, hasta Sinaloa; y en el oriente y norte hasta Pánuco. En ellas participaron tlaxcaltecas, huexotzincas, texcocanos y muchos otros pueblos que se unieron para vencer a los mexicas; incluso tras unos años los propios vencidos se incorporaron a los ejércitos conquistadores. Estas largas campañas de conquista, algunas cruentas como el sometimiento de los mexicas, otras más pacíficas, crearon una nueva entidad política: la Nueva España.
Es muy probable que ninguno de los actores de esta historia pudiera imaginarse, siquiera en 1520, que las guerras durarían tanto y llegarían tan lejos. Estaban realmente, en el umbral de una transformación histórica que los rebasaría a todos.
Hernán Cortés, dirigente de la expedición española, optó por una guerra total contra los mexicas, tras su humillante derrota al huir de su capital, en lo que para él si fue una “noche triste”. Era la única manera de mantener su autoridad sobre sus propios hombres y de salvar su propio pellejo y el de los otros capitanes y aliados que habían tomado con él la decisión de desobedecer al gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y emprender, sin permiso y contra la ley, la conquista de los territorios de lo que llamaron Nueva España. En agosto de 1520, la posibilidad de vencer a los poderosos mexicas era tan remota que sólo la desesperación orilló a estos hombres a continuar su empresa.
Los gobernantes de Tlaxcala tenían sus propias razones para continuar la guerra contra sus enemigos mexicas, empezando por la cruenta enemistad de décadas, más el deseo de vengar a las mujeres nobles y los soldados que perecieron en la guerra y salida de México-Tenochtitlan. También pesaban los lazos tejidos con los expedicionarios, con quienes habían emparentado y compartido un año de aventuras, y sobre todo la voluntad de aprovechar al máximo la fuerza combinada de sus propios ejércitos y estos hombres que habían demostrado ser capaces de ejercer una violencia extrema, sin precedentes en Mesoamérica. En contra, militaba la opinión de un sector de la élite gobernante, representado por Xicoténcatl el joven, que consideraba preferible reconciliarse con los mexicas y entregar a los vencidos y debilitados españoles, garantizando así una mejor relación futura con ellos.
Finalmente, como otros aliados de los expedicionarios, los tlaxcaltecas optaron por el principio más vale nuevo por desconocido que viejo por conocido: para ellos el orden impuesto por la Triple Alianza era suficientemente opresivo y violento como para que la alternativa de la guerra fuera mejor.
La necesidad extrema de Cortés y sus hombres y la voluntad de disrupción de sus aliados indígenas inventaron un nuevo tipo de guerra, que podemos llamar la primer guerra total colonial. En primer lugar, movilizarían en el espacio de unos meses a ejércitos de más de 100,000 incluso hasta 200,000 hombres que mantendrían una campaña militar sostenida durante meses, incluso a lo largo de la época de lluvias, una hazaña sin precedentes en la historia conocida de Mesoamérica. Esta movilización masiva significó que se llevaran a cabo batallas de un tamaño no visto antes, y que estas produjeron un número de víctimas igualmente inusitado. La necesidad de alimentar a estos ejércitos, proveyéndolos con alimentos o recurriendo al saqueo, y la necesidad de mantener en la batalla a los jóvenes campesinos que debían dedicarse a plantar la tierra, trajo consecuencias muy graves para el resto de la población de Mesoamérica central, provocando aún más víctimas por la escasez y el hambre.
En segundo lugar, el objetivo de esta guerra se convirtió en la destrucción del enemigo. Aunque en la historia de Mesoamérica había antecedentes de castigos infligidos por los mexicas a poblaciones rebeldes, el ataque indoespañol en su contra tuvo una escala inusitada. También lo tuvo, la manera sistemática en que los tlaxcaltecas y los españoles fueron desmontando la red de dominios de la Triple Alianza. Al tomar Tepeaca dominaron, para empezar, los principales caminos militares y rutas comerciales que unían el Altiplano con la costa de Veracruz y con Oaxaca, privando a los mexicas del apoyo y los tributos de sus vasallos en esas regiones. Y así sucesivamente, cada ciudad tomada era una pieza menos en la armazón del imperio que debilitaba aún más al centro. Esta estrategia fue seguida por los aliados indoespañoles de manera sistemática, lo que nos indica que debe haber respondido al profundo conocimiento de la realidad geopolítica de Mesoamérica que sólo los gobernantes indígenas podían tener. En esta ocasión, como en tantas otras, el “genio” militar de Hernán Cortés consistió en dejarse llevar y guiar por sus nuevos amigos.
En tercer lugar, desde su primera campaña militar, la conquista de Tepeaca en agosto de 1520, este ejército atacó lo mismo a los soldados mexicas que a la población civil de las ciudades enemigas. Según el razonamiento jurídico de Cortés, todos ellos eran culpables del mismo delito de “traición” que sus gobernantes. Por eso, también fueron esclavizados y marcados con un hierro con la letra “G” de guerra. En el siguiente año, decenas de miles de personas fueron esclavizadas de esta manera, algo que tampoco tenía precedente en la historia de Mesoamérica.
Estas dinámicas de escalamiento de la guerra y de violencia contra la población se habrían de acentuar con el paso de los meses y llevarían a la cruenta batalla final por México-Tenochtitlan.
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