En busca de las especias: 500 años de la primera vuelta al mundo
Un nuevo libro del CSIC explica que la expedición Magallanes - Elcano, que comenzó en 1519 y terminó en 1522, ayudó en la configuración de los mapas actuales y desencadenó el proceso de globalización
El 27 de noviembre de 1520, un día como hoy hace exactamente 500 años, tres de los cinco barcos al mando del capitán Fernando de Magallanes que habían salido del puerto de Sevilla el 10 de agosto de 1519 en búsqueda de las especias de las indias, cruzaron el estrecho que comunica el Océano Atlántico con el Pacífico. Después de 36 días navegando por el estrecho, ubicado en el extremo sur de Chile, entre lo que ahora conocemos como La Patagonia y la Isla Grande de Tierra de Fuego, los navegantes de las naos Victoria, Concepción y Trinidad estaban a punto de ser los primeros en cumplir el sueño de Cristóbal Colón: llegar a oriente por occidente.
Antonio Pigafetta, el cronista de la expedición y uno de los 18 sobrevivientes de los 250 hombres que se embarcaron en Sevilla, escribió en su diario que al grito de ¡Mar abierto a la vista!, los marineros y el capitán Magallanes “habían llorado de alegría”. La empresa encomendada por el rey Carlos I de establecer una ruta de especias entre España y las Islas Molucas, en Indonesia, para traer a Europa canela, nuez moscada, pimienta negra y, sobre todo, clavo de olor parecía estar cada vez más cerca. A partir de ese momento, la expedición navegó hacía el norte durante más de tres meses sin encontrar tierra firme. Los tripulantes padecieron hambre y enfermedades. El pan se había convertido en polvo lleno de hongos y gusanos; el agua era escasa, estaba caliente y olía a podredumbre; y las ratas eran un manjar, que los aventureros alternaban con aserrín de madera y cuero remojado, cuenta Pigafetta en su diario.
Los marineros que sobrevivieron al escorbuto y a los enfrentamientos con las tribus nativas que se encontraron a su paso siguieron el camino por alta mar, arribaron al archipiélago de San Lázaro en Filipinas y de ahí llegaron a las Islas Molucas. Allí compraron 27.000 kilos de clavo de olor y emprendieron el regreso a casa. En total recorrieron 14.460 leguas hasta que el 6 de septiembre de 1522 volvieron por fin a Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, España, culminando así la primera vuelta al mundo. Los 500 años de esta travesía se conmemoran ahora con la publicación del libro En búsqueda de las especias. Las plantas de la expedición Magallanes-Elcano (1519-1522), dirigido y editado por Pablo Vargas Gómez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Vargas cuenta por teléfono que cuando el diario de Pigafetta llegó a sus manos decidió embarcarse en la escritura del libro. Este diario es único porque supone el primer relato de la Edad Moderna sobre un viaje de exploración que atraviesa varios continentes. “Es la primera fuente documental donde se describen nuevos animales y plantas de Sudamérica y Asia”, dice Vargas. De acuerdo con el investigador, que lleva 30 años trabajando en el Jardín Botánico de Madrid, en el nuevo libro se intenta representar la diversidad del mundo vegetal mediante la contribución de botánicos e historiadores de Argentina, Brasil, Chile, España, Filipinas y Portugal. El libro es un emocionante recorrido por la alimentación, la antropología, la historia, la cartografía, la economía y la limitada comunicación de la época, siempre con las plantas como hilo conductor.
El viaje que comenzó con Magallanes y terminó al mando de Juan Sebastián Elcano fue la comprobación definitiva e irrefutable de que la tierra era esférica. “En ese momento la mayoría de la población aún creía que la tierra era plana. La expedición acabó con ese mito”, cuenta Vargas. “No solo se comprobó la forma de nuestro planeta, sino su tamaño real. Muchos navegantes, creían que era más pequeño de lo que en realidad es”. El diario de Pigafetta fue además la fuente principal de numerosos mapas que configuraron los océanos y los continentes tal como los conocemos ahora. Sin embargo, los autores del libro coinciden en que quizás el mayor aporte de la primera vuelta al mundo fue que inició el proceso de globalización, entendido como la posible conexión entre cualquier parte del globo terráqueo. “Este viaje tiene más consecuencias en nuestro día a día que la llegada del hombre a la luna”, insiste Vargas. Y concluye: “Hasta los virus que nos afectan hoy son resultado de esa globalización. La sociedad moderna se inicia con esta vuelta al mundo”.
El libro incluye también un perfil imaginario de Twitter escrito supuestamente por Pigafetta en el que se puede leer una versión de esta crónica en mini capítulos de 280 caracteres. Según Vargas el texto da cuenta además de la expansión de los herbarios ilustrados en el siglo XVI y del surgimiento de los jardines botánicos y de aclimatación, que permitían cultivar y mostrar plantas de las más alejadas regiones del globo.
¿Por qué atravesar el mundo en busca de clavo de olor?
En las sociedades europeas del siglo XVI el clavo de olor era tan caro como el oro. Las familias adineradas, cuenta Vargas, lo usaban como medicina y no solo como condimento o conservante para la comida, como se creía anteriormente. “Aunque no hubiera ninguna prueba de su eficacia para aliviar enfermedades, se pensaba que tenía bondades curativas, místicas y afrodisiacas. Por eso el clavo era tan codiciado”, explica Vargas. “Estamos en la Edad Media, las plantas eran el único remedio para ayudar a los enfermos”.
En el libro se explica que el alto precio de esta especia se debía también a que su árbol solo crecía en las montañas de cinco islas pequeñas del archipiélago de Las Molucas y por tanto su transporte era demorado y costoso. “Esta especia tiene una gran cantidad de aceite esencial, entre el 15 y el 20% en relación con su peso seco, y es la que más cantidad de eugenol contiene. Es, además, un eficaz antioxidante y aromatizante” se lee en el libro. De hecho, los 27.000 kilos de clavo que trajeron a España los sobrevivientes de la expedición sirvieron para pagar la inversión de 8 millones de maravedís (3 millones de euros), que había hecho la Corona de Castilla.
Además del clavo, las especias como pimienta, nuez moscada y canela también sirvieron para impulsar el crecimiento y el desarrollo de la ciencia. “En los siglos venideros, las expediciones a nuevos territorios ya siempre incluirían a geógrafos, geólogos, botánicos y zoólogos. La descripción exacta de una planta o animal para su posterior reconocimiento, así como de los lugares de crecimiento pasó a ser un elemento importante para seguir explorando territorios lejanos”, explican los autores.
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