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sábado, 12 de diciembre de 2020

#ConLosParientesNo

 

#ConLosParientesNo

diciembre 10, 2020 10:46 am por José Antonio Crespo 792

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La lucha contra la corrupción y el fin de la impunidad han sido centrales en el discurso de López Obrador desde hace mucho. De hecho, todos los candidatos y después presidentes lo han utilizado como un gancho para captar electores o generar cierta legitimidad en su gobierno. Nunca ha pasado de palabrería y, si acaso, uno que otro pez gordo en la cárcel (pero todos los demás, libres). Sin embargo, algo hubo en López Obrador que generó en muchos la convicción de que él sí, a diferencia de otros políticos, era realmente honesto, y cuyo plumaje no se manchaba al cruzar el pantano. Le ayudó su austeridad personal que, en virtud de los lujos que acostumbran mostrar los políticos mexicanos, fue identificada como garantía de su honradez. Sin embargo no es lo mismo austeridad que honestidad; AMLO es uno de esos casos que no gustan de lujos personales, pero sí del poder en sí mismo y la glorificación de su imagen.

 

Pero se puede obtener dinero ilícito para propósitos distintos de comprar mansiones o autos de lujo; por ejemplo, nutrir el propio movimiento para alcanzar el poder. Es el caso de López Obrador, pero otra habilidad que le ha ayudado es la de fingir cada vez que se descubre alguna corruptela de sus colaboradores y cercanos, que nada sabía, que lo hicieron por debajo de la mesa sin su conocimiento. Ello, pese a que López Obrador siempre ha sostenido que en materia de corrupción, los jefes siempre están enterados, cuando no involucrados. Pero no con él, pues se presenta como demasiado honesto e incluso ingenuo como para detectar todas las transas que se cometen a su alrededor. Ni siquiera sabía de las “aportaciones” que recibía su hermano Pío, pese a que éste aseguraba a su donador que desde luego que AMLO estaba al tanto. También René Bejarano, en algún momento de su proceso legal, dijo, en voz baja: “Andrés sabe todo, pero no es tonto”. Algo así como el clásico, “Y sin embargo, se mueve”.

 

 

Alfredo ESTRELLA / AFP

Pero lo que cuenta políticamente es la gran capacidad para engañar a grandes sectores de la población sobre su honestidad a toda prueba. Y de ahí que haya capitalizado la enorme corrupción que en efecto permea en el país, lo mismo en el sector público que en el privado. Pese a que la democratización ha avanzado en México en el tema electoral y de formación de algunos contrapesos, uno de sus ejes definitorios, la rendición de cuentas, ha quedado estancada. Todo eso, se supone, lo acabaría López Obrador. En su discurso cotidiano él sostiene que en efecto la corrupción y la impunidad son cosa del pasado, y sin embargo seguimos esperando que la corrupción reciente sea penalizada legalmente (y no sólo mediática o discursivamente). Y cuando vemos nuevos casos de corrupción en personajes vinculados al presidente, quedan sólo en un pequeño escándalo, sin mayores consecuencias. Más o menos lo mismo que ocurría bajo el PRI y el PAN. Ese esquema servía sólo para aportar algo de legitimidad y apoyo popular al presidente en turno, pero en nada ayudó a reducir estructuralmente la corrupción ni la impunidad, que van de la mano.

 

En este gobierno siguen las denuncias de irregularidades, influyentismo, dinero ilícito, conflictos de interés por parte de miembros del gobierno o cercanos al presidente, y el formato consecuente es más o menos el siguiente: A) se pone en duda la información por provenir de un medio conservador y adversario (que son casi todos), incluso con risotada de por medio; B) viene después el deslinde de AMLO, quien asegura que nada sabía del caso (confirmando implícitamente que la información es o puede ser cierta), y sus seguidores lo creen sin dudarlo; C) se guarda la formalidad de que una investigación, para que quede claro que él no es tapadera de nadie; D) y finalmente, las instituciones encargadas de investigar aseguran no encontrar pruebas fehacientes, o si acaso ordenan una pequeña sanción (multa menor o rescindir los contratos ilícitos). Mientras ese esquema no cambie, no habrá avance alguno en este fundamental tema, salvo en el discurso presidencial.

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