De linajes, genealogías y sucesiones. La historia de los gobernantes en Tetzcoco
Los descendientes de la nobleza tetzcocana se preciaron de ser herederos, por un lado, del belicoso y aguerrido linaje chichimeca proveniente de la estirpe de Xólotl y, por el otro, del ennoblecedor linaje tolteca que adquirieron a través de enlaces matrimoniales.
El clima de inestabilidad de la Cuenca de México que devino tras la caída de Tula o Tollan Xicocotitlan fue el escenario en el que se situaron los primeros líderes de Tetzcoco, durante esta época de reacomodo se crearon establecimientos que con el tiempo se convertirían en verdaderas ciudades y centros de poder. Al respecto, existen diversas imágenes que resaltan las habilidades cazadoras y guerreras de estos chichimecas (Códice Xólotl, 1980).
La caída de Tula también provocó la dispersión de su población y su concentración en ciudades como Culhuacán. A la llegada de Xólotl y su mujer Tomiyauh a la Cuenca de México, éste era el clima que prevalecía. Para poder participar en la dinámica política preexistente, Xólotl implementó estrategias para establecer alianzas entre los grupos chichimecas, a quienes les dio en matrimonio a sus hijas, al tiempo que buscó que las mujeres culhuacanas transfirieran su linaje tolteca a través del matrimonio con líderes chichimecas. En este sentido, las mujeres representaron un enclave decisivo para entablar nuevas posibilidades de mejorar el estatus de su estirpe y proyectarlo a un lugar político de mayor predominio (Gillespie, 1993: 70).
Por su parte Nopaltzin, hijo de Xólotl, hizo lo propio al casarse con Azcaxochitzin, nieta de un noble tolteca; de este enlace matrimonial nació Tlotzin. El contacto e intercambio cultural que estos chichimecas tuvieron con los grupos toltecas previamente asentados en el centro de México se propició casi de manera inmediata; a este fenómeno se le denominó “aculturación”, sin embargo —y contrario a lo que se pensó hace algunas décadas—, este proceso implicó más que una simple conversión de grupos chichimecas a toltecas civilizados, pues el intercambio y el aprendizaje fueron mutuos e impactaron en ambos sentidos (Navarrete: 2011).
El relato más claro acerca de esta interacción se encuentra consignado en las glosas en lengua náhuatl de un documento pictográfico conocido como Mapa Tlotzin. El texto y las imágenes refieren el momento en el que un hombre de origen chalca y filiación culhua-tolteca se encuentra con Tlotzin e intenta hablarle, pero no logra ser comprendido. Ambos pasan tiempo conociéndose e interactuando, al hombre chalca le llama la atención el uso magistral del arco y la fecha que emplea Tlotzin para cazar diversos animales. En relación con los alimentos, Tlozin aprende a cocinar la carne de sus presas y prueba por primera vez el maíz convertido en tamales y atole (Aubin, 2002: 72-75).
El aprendizaje más significativo de esa interacción fue sembrar sus propios alimentos. Lo complicado de esta práctica radicó en convencer al resto de los grupos chichimecas para realizar la milpa, pues preferían cazar antes que sembrar. Éstas y otras regulaciones desembocaron en fuertes tensiones y guerras que le tocaron pelear a su descendiente Quinatzin, a quien intentaron sitiar y derrocar en Tetzcoco; no obstante, sus habilidades en el arte de la guerra lo salvaron. Dicho sea de paso, durante el gobierno de Quinatzin, llegaron grupos tlailotlques y chimalpanecas provenientes de la región mixteca a poblar y ennoblecer Tetzcoco (Ixtlilxóchitl, 1977, vol. 2: 32-33).
El sucesor de Quinatzin fue su hijo Techotlalatzin, educado en la cultura tolteca, él implementó que todos los nobles hablaran la lengua náhuatl y consintió los rituales religiosos de sacrificio humano. Así, en estas cuatro generaciones que precedieron a este gobernante, los chichimecas consiguieron insertarse en la dinámica política de la Cuenca de México, lo cual no significó que hayan olvidado sus antiguas prácticas culturales y rituales, ya que las adaptaron a una nueva realidad.
Pero los descontentos y las contiendas continuaron: igual que Tetzcoco, otros centros se fortalecieron en busca de posibles territorios tributarios. En este contexto, y asediado por el enorme poderío de Azcapotzalco, se ubica la llegada al poder de Ixtlilxóchitl, quien vivió un duro momento para legitimar su ascenso. La confrontación se incrementó a tal grado que este gobernante fue asesinado por Tezozómoc, gobernante en turno de Azcapotzalco. Después de una etapa de huida, Nezahualcóyotl se encargó de recuperar Tetzcoco.
Con la derrota de Azcapotzalco en 1527, Tetzcoco se convirtió en la ciudad más importante del centro de México, junto a Tlacopan y Tenochtitlan. A partir de entonces, Nezahualcóyotl se perfiló como modelo de justicia y rectitud; mediador y constructor del nuevo orden (Ixtlilxóchitl, 1977: 89). A su hijo Nezahualpilli le tocó la responsabilidad de continuar con esta gran tarea hasta su muerte en 1516. Después de esta fecha, se suscitaron una serie de conflictos en torno al proceso de sucesión que se mantuvieron hasta la llegada de los europeos.
De 1520 a 1545, detentaron el poder ocho gobernantes en Tetzcoco, las causas fueron atribuidas a la alta mortandad de los naturales que generó la conquista, así como a las disputas internas y la intervención de nuevos actores en la sucesión de los centros prehispánicos que influyeron en la decisión para determinar quién era el personaje más adecuado para asumir el cargo (Madajczak, 2007: 163).
Como se ha visto hasta este momento, la transmisión del poder por línea paterna pareciera una constante. Por esta razón, no es novedad que la sociedad prehispánica del centro de México haya sido dirigida por hombres que recibieron la autoridad de gobernar a través de la divinidad y del linaje de sus antepasados. En este sentido, la sucesión al poder de un miembro del linaje gobernante de Tetzcoco, estuvo rodeada de elementos significativos que legitimaron su ascenso. En principio de cuentas, no se trataba de cualquier persona; su origen y linaje fueron determinantes en esta decisión. En igual medida, el papel de la mujer fue importante, pues fue determinante para establecer alianzas a través del matrimonio, finalmente de ella devenía el insigne linaje que se depositaba y continuaba en su descendencia.
En relación con el linaje y parentesco denominado tlacamecayotl, “cordel humano”, parece haber trascendido la noción de parentesco de sangre para cristalizarse en la idea de origen y ascendencia. De igual forma, se ha mencionado que el parentesco en el centro de México era de tipo cognaticio, ya que devenía de una pareja, y era transferido a su descendencia de manera igualitaria, tanto por la madre como por el padre. Para Justyna Olko (2007: 141) este sistema fue sumamente flexible, pues todos los miembros de un linaje podían recurrir al lazo parental masculino o femenino, según el momento y las circunstancias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario