LA REVOLUCIÓN Y EL SAQUEO DE LOS BIENES DE MÉXICO.
A pesar de la hambruna que sufría la población mexicana en 1915, los líderes revolucionarios, particularmente Francisco Villa, exportaban diariamente a Estados Unidos, millones de toneladas de grano, alimentos y ganado, confiscadas para solventar su lucha fratricida.
Un porcentaje de las ganancias era utilizado para obtener armas y pertrechos, y otra parte terminaba en las cuentas bancarias de los caudillos de la Revolución. Estos números reflejan sólo una mínima parte del inmenso daño material sufrido por nuestro país.
Los datos oficiales provienen de la aduana de El Paso, Texas, de los derechos cobrados por los productos importados de México, en un periodo de 18 meses (1 de noviembre de 1913 al 1 de mayo de 1915), cuando Francisco Villa dominaba el norte del país.
Según los libros de registro entraron por la aduana de El Paso 2,308 furgones de ferrocarril cargados con ganado vacuno (92,320 reses), más 112,967 reses que cruzaron a pie, haciendo un total de 205 mil cabezas de ganado vacuno exportado, casi 11,400 por mes. Cada cabeza de ganado costaba 35 dólares, por lo que el valor del ganado importado ascendió a más de siete millones de dólares. Sin tomar en cuenta el número de reses introducidas ilegalmente.
Por la aduana de El Paso también cruzaron 10,432 toneladas de azúcar, 19,504 toneladas de frijol, 3,175 toneladas de tomate; las cifras para el maíz, el trigo y la papa eran igualmente elevadas.
Asimismo, se tiene el registro de la salida de 573 furgones con barras de oro y de plata; 1,908 con metales preciosos para beneficiar, 272 vagones con cueros de res y 1,632 con algodón, sin contar, por supuesto, lo introducido por contrabando. Las ganancias por la exportación de algodón ascendían a 2,264,000 dólares, a dos mil por furgón.
Woodrow Wilson levantó el embargo de armas que el presidente Taft había impuesto a México, y a partir de entonces, una enorme cantidad de material de guerra cruzó la frontera para armar a los ejércitos rebeldes. El periodista estadounidense Raymond G. Carroll dio a conocer una lista del Departamento de Guerra de Estados Unidos, en la cual se reportó que, entre febrero de 1913 y marzo de 1915, solo por la aduana de Ciudad Juárez ingresaron nuestro país 72,912 rifles (Winchester, Remington, Springfield de varios calibres), 2,381 carabinas, revólveres, fusiles y sables; 69 ametralladoras (Colt, Hotchkins y Gattling), 10 cañones de tiro rápido de varias clases, 12 cañones de otros sistemas, 34 millones, 808,186 cartuchos de varias clases para rifles, 742,350 cartuchos para revolveres de varias clases y 14,900 municiones para artillería de campaña de diferentes clases. Sin embargo, se ha calculado que de manera clandestina han pasado por la frontera de Juárez otros 50 mil rifles, más de 40 cañones y casi 50 millones de cartuchos.
Pero, como se había mencionado, no todo lo extraído de México volvía convertido en elementos de guerra; una parte de las ganancias se quedaba en los bancos de El Paso o convertidas en magníficas propiedades. El periodista Victor David Delgado denunció que los hermanos del extinto presidente Madero compraron terrenos en el estado de California, depositaron fuertes cantidades de efectivo en varias cuentas bancarias y vivieron con gran lujo y holgura. Hipólito Villa, un simple lechero hasta 1910, poseía en El Paso muchas fincas y hermosas quintas en la zona más exclusiva de la ciudad. Francisco Villa poseía una fortuna de millones de dólares, y sus jefes de varios miles de dólares.
Mientras tanto, en ciudades como Chihuahua o Torreón la escasez era agobiante. La señora F. T. Anderson, vecina de El Paso y que había viajado a la capital del estado de Chihuahua, aseguró:
“La comida es muy escasa en Chihuahua y a lo largo de la línea del ferrocarril que recorrí. Los viajeros tienen que conformarse con cualquier cosa. Es doloroso en extremo mirar millares de gentes en las calles, cuyos rostros demacrados dicen de los horrores de un ayuno forzoso de muchos días. No hay pan suficiente y en las panaderías sólo pueden venderse tres piezas pequeñas a cada persona. El menú del Pullman es demasiado pobre y se necesita entablar una verdadera lucha para obtener algo. Se come pan moreno que va en botes, y cada bote se paga en 30 pesos. Una taza de café vale otros 30 y una de té, 15. El café y el té vienen endulzados de la cocina para que nadie haga mayor consumo de azúcar que el asignado a cada comensal. Con estos precios, una mala comida me costó 430 pesos. No es mucho dinero americano eso, pues se recude a unos cuatro o cinco dólares; pero, qué harán los infelices que sólo ganan dos o tres pesos villistas al día. Esto es horrible.”
Otro viajero, también americano, declaró:
“En Torreón vale un huevo doce reales y una gallina de 25 a 30 pesos; una taza de leche, un peso, y una cajetilla de cigarros tres peros. El pueblo muere de hambre y nadie hace nada para remediarlo.”
Víctor D. Delgado cerró su artículo con una denuncia: "No, nadie hace nada para remediar el hambre del pueblo. Al contrario, sus “apóstoles” y “redentores” se preocupan para aumentarla. Los trenes cargados de ganado, maíz, frijol, trigo y todos esos artículos indispensables para mitigar un poco la angustiosa situación de los desventurados servían únicamente para comprar municiones, para las francachelas de los generales, coroneles y consejeros que están en El Paso o para los que quieran emprende viajes de placer, y para aumentar los fondos particulares de algún prohombre de la Revolución."
No hay comentarios:
Publicar un comentario