Tatiana y Romo
Alfonso Romo y Tatiana Clouthier son amigos desde hace años. De hecho, fue el hoy exjefe de la Oficina de la Presidencia quien acercó a la hija de Maquío con Andrés Manuel López Obrador.
Entre las anécdotas que Romo suele contar, está precisamente aquella en que, acercándose la contienda presidencial de 2018, el
tabasqueño le pidió a su amigo empresario que invitara a Tatiana a integrarse a su campaña.
Romo, muy al estilo norteño, le respondió: “Dícelo tú…”. La charla no tardó en llegar. AMLO la convocó a su finca en Palenque y ahí le propuso ser la coordinadora de su campaña presidencial. Ella aceptó.
Y si bien no realizó propiamente funciones de coordinadora de la campaña, halló un papel en el que se metió solita: el de vocera.
La frescura de su estilo (comparada con las solemnidades de los clásicos acompañantes de Andrés Manuel) y su manejo en redes la convirtieron rápidamente en uno de los rostros más significativos del tercer intento del de Macuspana por ocupar la silla presidencial.
Tatiana fue bautizada por sus fans como La Tía Tatis. Los dos amigos –ella y Poncho Romo–, se convirtieron entonces en las
principales figuras para atraer votantes (de la clase media para arriba, sobre todo) antes reacios a depositar su confianza en López Obrador.
Llegó el triunfo y ambos figuraban entre las primeras líneas del equipo.
Pero las cosas –y las circunstancias– no tardaron en descomponerse. Romo fue noqueado –con la cancelación del aeropuerto– por el propio Presidente antes de su toma de posesión. Y ese sería sólo el inicio.
Tatiana tampoco corrió con suerte. Preubicada como subsecretaria de Gobernación con Olga Sánchez Cordero, era claro que no
compaginaban. Por añadidura, la vida familiar demandaba la presencia de la licenciada en Letras Inglesas con mayor asiduidad.
Eligió entonces permanecer como diputada federal.
Pero tampoco en San Lázaro desplegó Clouthier todo su potencial.
Las dos estrellas fulgurantes de la campaña de Andrés Manuel lucían opacas, aun y cuando –sobre todo Romo– hiciese sentir su
poder en distintos espacios de la administración (aún en éste, muy menor al del tradicional jefe de la Oficina de la Presidencia de
sexenios anteriores).
El quiebre –oficialmente– llegó al cumplirse los dos años de gobierno del de Macuspana (Romo, hacía rato quería dejar el cargo;
no la pasaba nada bien en Palacio Nacional y los reveses que le asestaba el Presidente eran monumentales).
Andrés Manuel ni quiere ni necesita a un jefe de la Oficina de la Presidencia. Tan es y fue así, que apenas le aceptó la renuncia a
Romo, desapareció la plaza.
Pero lo que sí necesita(ba) el Presidente es un mensaje terso para con los empresarios, al tiempo que una señal de distancia hacia los duros de Morena, para que éstos no vieran un “triunfo” en la salida del empresario.
Tatiana resultó la figura ideal en ese sentido. Por un lado, amiga de Romo, podría seguir figurando como puente con el sector
empresarial desde dentro del gabinete; por otro, su personalidad es distante de los radicales de la 4T (y de paso la resarcirían del desdén de no llevarla como candidata de Morena al gobierno de Nuevo León).
Ahora bien, no es que a la diputada federal le encante la idea de encabezar la Secretaría de Economía (aunque estudió Administración Pública, realmente no conoce el sector que encabezará) y quizás tampoco sea su última parada en el gabinete,
pero esta vez le resultó difícil zafarse.
La petición provino tanto del Presidente como de su amigo.
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GEMAS: Obsequio de Bill Gates, sobre el mundo post-COVID-19: “Mi predicción es que más de 50 por ciento de los viajes de negocio y más de 30 por ciento de los días en la oficina desaparecerán.
Seguiremos yendo a la oficina de algún modo, seguiremos realizando algunos viajes de negocio, pero drásticamente menos”.
POR MARTHA ANAYA
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