AMLO y las Fuerzas Armadas
El maridaje entre López Obrador y las Fuerzas Armadas se ha situado mucho más en el terreno de la condena que en un interés por entender razones y motivaciones.
¿Cómo es que un presidente que prometió retirar a los militares de las tareas de seguridad pública no solo legalizó su intervención en ellas, sino que también amplió su participación en un gran número de actividades de orden civil? ¿Por qué ha terminado por establecer con con las Fuerzas Armadas algo parecido a una relación estratégica?
Es evidente que la visión de AMLO sobre el ejército cambió durante el periodo de transición, cuando pudo allegarse de la información suficiente para darse cuenta que lo necesitaba. Probablemente se convenció también de que marinos y militares podrían serle útiles a su proyecto político y de transformación.
En estos dos años, los militares se han involucrado en la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía, en el combate al huachicol, en el programa Sembrando Vida, en Jóvenes Construyendo el Futuro, en la limpia y recolecta de sargazo en las playas, en la distribución de fertilizantes y libros de texto gratuito; en la vigilancia de la frontera para enfrentar la migración hacia Estados Unidos; en la construcción de las sucursales del Banco de Bienestar; en custodiar la entrega de los recursos de programas sociales; en la emergencia sanitaria; en el control de todos los puertos y aduanas del país y, en fecha próxima, en la construcción de los dos últimos tramos del Tren Maya y en su administración.
En realidad, buena parte de las actividades que hoy desempeñan los militares ya las habían llevado a cabo en otros momentos de la historia. Por años el Ejército se ha involucrado, por ejemplo, en tareas de construcción que las instituciones civiles han sido renuentes a encabezar. La diferencia estriba en que nunca se habían concentrado tantas tareas simultáneamente, algo que ciertamente le confiere a los militares un peso político mayor.
Aún así, pensar que ese tipo de tareas le otorgan a las Fuerzas Armadas un poder desmedido, resulta un tanto ingenuo. Ha trascendido que los militares no están demasiado contentos con desempeñar esas actividades porque los distraen de lo que realmente les importa que son las tareas de seguridad nacional, donde verdaderamente aspiraran a desplegar poder.
En la mayor parte de los casos, el desarrollo de esas tareas de corte civil no implican un mayor presupuesto porque las deben efectuar con los mismos recursos que tienen. De hecho, el incremento en el presupuesto de la Sedena, que tantas críticas ha generado, se explica fundamentalmente por la construcción del aeropuerto, las sucursales de los bancos de bienestar y las instalaciones de la Guardia Nacional.
En realidad, el presupuesto sigue siendo bajo para un país que tradicionalmente ha tenido uno de los gastos en defensa más bajos de América Latina (solo superado por países como Guatemala o Haití) y se sitúa muy por debajo de naciones como Argentina, Chile, Brasil, Colombia y Ecuador.
Pienso que la postura de AMLO frente a las Fuerzas Armadas es parte de un cálculo pragmático que le resulta políticamente útil por cinco razones:
- Por considerar que un esquema de militarización de la seguridad pública es la única alternativa para controlar vastas zonas del país que hoy están en manos del crimen organizado, a sabiendas de que conformar una Guardia Nacional de carácter civil tomaría demasiado tiempo.
- Para complementar la ausencia del Estado y su débil presencia en el territorio como parte de una estrategia de pacificación y gobernabilidad. Más allá del SNTE, la Iglesia Católica o las tiendas de Coca Cola, no hay ninguna institución que tenga la presencia del ejército en todo el país, con sus 240 mil elementos y 813 instalaciones.
- Realizar obra pública a bajo costo, ahorrándole dinero al gobierno. Por la construcción de Santa Lucía o los bancos de bienestar, por ejemplo, los militares involucrados no cobran un sueldo adicional ni obtienen una ganancia. En Santa Lucía no solo parecen haber avanzado a un ritmo acelerado –hoy reportan que es del 44%--, sino que además lo han hecho a un costo más bajo que si se tratara de una empresa privada.
- Porque el presidente desconfía de la capacidad y la eficiencia de prácticamente todas las instituciones. Antes que idealizar a los uniformados, probablemente piense que, entre las Fuerzas Armadas, la ineficiencia y el nivel de improvisación son menores. En ese sentido, militares y marinos parecen ser la respuesta necesaria para que ciertas actividades importantes logren concretarse.
- Por razones de estabilidad política y supervivencia. Ante un intento de golpe a su gobierno, o que ciertas fuerzas conservadores busquen desestabilizarlo, nunca está de más, en un contexto político como el que vivimos, mostrar el músculo que significa tener cerca al poder castrense.
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