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martes, 23 de marzo de 2021

LA PANDEMIA QUE COBRÓ LA VIDA DE CIENTOS DE TEHUACANEROS

 

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LA PANDEMIA QUE COBRÓ LA VIDA DE CIENTOS DE TEHUACANEROS
Juan Manuel Gámez Andrade
Cronista de Tehuacán
El cólera se originó en China en 1826 y cuatro años después apareció en Moscú como epidemia; pronto se propagó a otros países europeos como Alemania y Polonia. Más tarde apareció en Irlanda, Bélgica y París y en pocos meses alcanzó a Holanda, Portugal y Suiza, convirtiéndose en pandemia. En 1833 marinos irlandeses infectados lo trajeron a América, concretamente a Canadá; siguió su mortal propagación en Nueva York, llegando a nuestro país a través del puerto de Tampico.
El cólera sentó sus reales en la ciudad de México, extendiéndose por el Estado de Puebla y por desgracia a Tehuacán y su región, donde hizo su aparición a mediados de dicho año, afectando severamente a la población.
Los primeros contagiados se detectaron en Ajalpan, cuyos habitantes aterrados se trasladaron a esta ciudad en busca de ayuda, pero se encontraron que también aquí ya existían decenas de infectados que abarrotaron el hospital de San Juan de Dios, único centro asistencial que había.
El doctor Juan Nepomuceno Raudón, también era el único médico con que contaba la ciudad, y a pesar de su titánica labor con desesperación veía como decenas de personas morían a causa de esta terrible enfermedad, cuyos síntomas eran diarreas y vómitos masivos.
Los meses críticos fueron julio y agosto de aquel 1833, ya que solo en la ciudad se reportaron más de 750 defunciones de tehuacaneros.
La desesperación obligó al entonces presidente de Tehuacán, don Lorenzo Olmedo, a desinfectar viviendas con cal y a difundir a través de carteles métodos preventivos para combatir el cólera, además de cancelar las sesiones del cabildo y buscar ayuda con el gobierno del Estado, la cual por desgracia nunca llegó.
Ante el elevado número de defunciones y el peligro de un contagio mayor, se determinó quemar e inhumar los cadáveres de las víctimas en una enorme fosa común que se abrió en un terreno ubicado en la esquina de las actuales calles 2 Norte y 4 Poniente, ya que el camposanto ubicado en San Juan de Dios y los atrios de las iglesias resultaban insuficientes.
El caos llegó cuando se reportaron más de 350 muertos en Tetitzintla, Acoquiaco, Teotipilco, Necoxtla, Tepetzingo, y las haciendas de San Lorenzo, El Riego, La Huerta y Santa Cruz, siendo Coapan el más afectado con 247 defunciones. El total de muertos superó los mil.
Durante ese periodo las calles se veían desiertas, el comercio se paralizó a tal grado que desencadenó una hambruna obligando a mucha gente a huir a otras poblaciones cercanas para conseguir alimento y sobre todo a evitar el contagio; y los que se quedaron se refugiaban en las iglesias para pedir la misericordia divina, por lo que el cura de la parroquia de la Inmaculada Concepción, don Francisco Vergara Aromir, se multiplicaba para aplicar los santos óleos y atender a cientos de fieles que deseaban confesarse.
A 188 años de aquel trágico suceso por desgracia la historia se vuelve cíclica, y así vemos con profunda tristeza que desde hace un año la aparición del mortal Coronavirus ha enlutado muchos hogares de familiares, amigos y conocidos, y el peligro es aún latente, por lo que debemos continuar aplicando las medidas sanitarias pertinentes para evitar su propagación, y así hacerle frente a esta terrible pandemia.

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