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sábado, 13 de marzo de 2021

Los mesoamericanos hablan con los dioses cristianos

 

Los mesoamericanos hablan con los dioses cristianos

Un documento clave para comprender la visión indígena de la conquista de México-Tenochtitlan, La merced y mejora de los caciques de Axapusco y Tepeyehualco, cuenta que en 1519 los españoles dejaron en manos de unos aliados indígenas imágenes de varios santos y de la virgen de la Concepción y que muy pronto los nahuas se empezaron a comunicar con ellos:

 

[…] tienen un viejecito forastero en su pueblo y luego que vio las imágenes que les dimos, les tuvo mucho afecto y las adora mucho; y en sueños o por revelación le dijeron al viejo que México ha de ser vencido, ganado y conquistado […]

 

Esta evidencia de un contacto entre sacerdotes indígenas y deidades cristianas antes de la consumación de la conquista parece creíble por varias razones:

 

  • Sabemos que otra imagen de la Virgen se quedó en Tlaxcala desde 1519 y siguió siendo venerada por los indígenas años después. El principal tlaxcalteca que custodiaba la Virgen, bautizado como Cristóbal Acxotécatl, se resistió a regresarla después de 1524, cuando los franciscanos llegaron a “evangelizar” a su pueblo. Este conflicto se relaciona con toda seguridad al hecho de que poco después fue ahorcado, acusado de matar a su hijo que a su vez lo había denunciado como hereje, adoctrinado por los frailes, uno de los célebres y recién beatificados “niños mártires de Tlaxcala”. Este tipo de práctica, convertir a los hijos en delatores de sus familiares, era común en la llamada “conquista espiritual” y ha sido empleada en diversos proyectos etnocidas como las escuelas misioneras de Canadá y Estados Unidos, así como en regímenes totalitarios modernos, como la Alemania nazi.
  • En general los pueblos indígenas establecen relaciones de comunicación directa y convivencia con los santos, a quienes suelen considerar seres que viven entre ellos, en sus iglesias y sus casas. El niñopa en Xochimilco es un espectacular ejemplo presente. En el siglo XVIII muchos testamentos indígenas incluían como miembro de la familia al santito de su altar, a quien solía tocar una buena tajada de la herencia. En los Títulos primordiales, escritos por pueblos campesinos nahuas y otomíes en los siglos XVII y XVIII, los santos hablan con frecuencia con las autoridades y ancianos locales. El anciano sacerdote de 1519 sería sólo el ejemplo más temprano de la manera en que los mesoamericanos capturaron a los dioses traídos por los españoles, como ha sugerido Carlos Hernández Dávila en su amoxtli “Buscar aliados y encontrar parientes: la captura de lo español en el valle de Toluca” (https://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2410/2393).
  • Las comunidades mesoamericanas se han relacionado siempre con la pluralidad de figuras divinas del catolicismo, los santos y santas que viven en persona y de manera singular en sus pueblos, en sus casas, en sus barrios, las vírgenes que se visitan en sus santuarios y se asocian con las montañas femeninas, los arcángeles que traen la lluvia con su trueno, el hijo de Dios que es un sol que murió y renació como los soles mesoamericanos, Dios padre y su nahual el Espíritu Santo. El catolicismo popular nunca ha sido monoteista, y tampoco lo han sido las prácticas religiosas mesoamericanas que se relacionan con su multiplicidad de figuras sagradas.

 

Otro ejemplo temprano nos lo cuenta el historiador tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo. Después de que los españoles y sus aliados tlaxcaltecas masacraron a los sacerdotes de Quetzalcóatl en su santuario importantísimo de Cholula e incendiaron su templo en octubre de 1520:

 

Así entendieron y comprendieron que era de más virtud el Dios de los hombres blancos, y que sus hijos eran más poderosos. Y los tlaxcaltecas apellidaban al señor Santiago, y hoy en día, en viéndose en algún trabajo y aprieto llaman al señor Santiago. [...]

 

El éxito de Santiago Matamoros fue duradero. El santo con su pica montado sobre su caballo que pisotea a los infieles vencidos se convirtió en el principal aliado de los indígenas conquistadores. Según la Relación de Querétaro, los otomíes cristianos que sometieron a los chichimecas y fundaron esa ciudad, lo hicieron a nombre de esta deidad, mitad bestia mitad humana, destructiva e irresistible. Y ése es el único español que los acompañó. Otra vez, los indígenas resultaron perfectamente capaces de apropiarse del dios extranjero y eliminar la intermediación de los hombres que lo trajeron.

Claro que esto les parecía imposible a los españoles de entonces y lo sigue pareciendo para muchos historiadores. Desde que los franciscanos decomisaron a la Virgen de los tlaxcaltecas, la Iglesia buscó controlar la relación entre los dioses católicos y los fieles, lo que también hacía en España por medio de la Inquisición. Además los indios fueron considerados “nuevos en la fe” y ni siquiera se les permitió tener sus propios sacerdotes, más que en casos especiales, como los tlaxcaltecas, y en tiempos más tardíos.

Por otro lado, la comunicación establecida entre los indios y las deidades católicas no podía ser considerada realmente cristiana. Por un lado era considerada idolatría, pues se decía que los indios confundían a las imágenes con las deidades que representaban. También se le tachaba de superstición, pues se pretendía que en verdad los indios estaban adorando a sus antiguos dioses disfrazados de santos o vírgenes.

En el presente, la capacidad nativa de comunicarse con las deidades cristianas ha sido menospreciada porque parece contravenir la leyenda de la “conquista espiritual”. Ésta atribuye a los frailes evangelizadores todos los méritos, virtudes, poderes y capacidades para llevar la fe a los nativos paganos. En las crónicas que ellos escribieron y que los historiadores repiten sin demasiada crítica, debemos creer que poco más de un millar de religiosos y unos miles más de ayudantes indígenas pudieron modificar las formas de pensar, las prácticas religiosas, las costumbres ceremoniales, las fiestas privadas, las formas corporales y las prácticas médicas de millones de personas.

Tanto la Iglesia en el siglo XVI como los historiadores contemporáneos pretenden que los dioses cristianos son los dioses “de” los españoles y de la Iglesia, pero nunca de los indios, y que la relación entre los últimos y los primeros siempre ha estado mediada por los de en medio.

En cambio para los indígenas, los dioses fueron simplemente traídos por los españoles. Por eso les importaba realmente relacionarse con ellos directamente y la intermediación con sus pretendidos dueños (los curas, los españoles, los historiadores) generalmente fue vista como una fatalidad impuesta. Desde el siglo XVIII hasta el XX diferentes pueblos mayas de Yucatán, Chiapas y Guatemala han realizado rebeliones dirigidas por sus propios dioses cristianos que les ordenaron deshacerse del dominio español o mexicano. En 1712, la Virgen de Cancuc habló por medio de una niña tzeltal para decretar que el Rey ya no existía.

Reconocer esta capacidad que tuvieron los mesoamericanos y otros pueblos indígenas para comunicarse con los dioses cristianos y apropiarse de ellos, a la vez que cuestionar el protagonismo que se han pretendido adjudicar los españoles y la Iglesia en este proceso es el camino para imaginar otra historia de las relaciones religiosas en los últimos 500 años.

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