Hans-Maximo Musielik
Por Melva Frutos
Hacer periodismo en México siempre ha sido como nadar contra corriente. La situación de los periodistas mexicanos siempre ha sido precaria y el COVID-19 vino a intensificar ese contexto.
Hoy más que nunca la misión de los reporteros, fotógrafos y camarógrafos requiere de generosidad y valentía, pues aún en medio de una pandemia y dejados a su suerte por empresas, gobiernos y sociedad, salen a la calle buscando dar visibilidad a esas historias reales, las que contribuyen a la construcción de la democracia en el país.
En el país, los tres primeros casos de personas contagiadas por el Coronavirus SARS-COV-2 que causa de la enfermedad por COVID-19 se dieron a conocer el 29 de febrero pasado.
Después de los profesionales de la salud y las autoridades, quienes están en la siguiente línea de batalla son los periodistas.
Reporteros, fotógrafos y camarógrafos, independientes o con un contrato en una empresa, así como quienes prestan sus servicios en oficinas de prensa de instituciones oficiales, se enfrentan cada día al riesgo de un contagio.
La mayoría de los comunicadores no cuentan con el apoyo mínimo de protección por parte de las empresas y en solitario, habitualmente desafían el riesgo de contagio.
Al estar en una de las primeras líneas frente al COVID-19, no sólo afrontan la preocupación de contraer el virus, muchos de ellos también libran la batalla emocional que genera el no contar seguridad social, no tener idea de a dónde acudirán en caso de contagio ni con qué solventarán el gasto que ello genere.
En enero pasado, el director del Instituto Mexicano de Seguridad Social, Zoé Robledo dio a conocer algo que la mayoría de quienes estamos en este medio sabíamos: 22 mil periodistas no tienen ningún esquema de seguridad social.
Ello, conforme a la información que arrojó la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
La mayor parte de los comunicadores en México cubren la pandemia con precarios sistemas de protección. Son pocos los periodistas, fotoperiodistas y camarógrafos que tiene el presupuesto para adquirir equipo de buena calidad.
Denuncias y comentarios de los propios trabajadores de la comunicación han revelado que pocas empresas realmente han asumido la responsabilidad de proteger a sus empleados o colaboradores, y son los mismos reporteros, fotógrafos y camarógrafos quienes han invertido en su protección.
Fabiola Solano
La pandemia del COVID-19 ya ha cobrado la vida de 12 periodistas mexicanos.
Algunos de ellos, sabiendo del riesgo, pidieron quedarse en casa, como Martha Caballero Colli, quien falleció el 25 de abril.
La periodista residía en el municipio de Solidaridad, Quintana Roo y trabajaba como reportera de la Dirección de Comunicación Social y Difusión Gubernamental del Ayuntamiento.
Antes de morir dejó una sentida carta dirigida a quien fuera su jefe inmediato, Román Contreras Nahón, en la que lo responsabilizó por haber contraído el virus.
«Me enfermé por la negligencia del director, Román Contreras Nahón, que no quería que trabajemos desde casa. Es lamentable su actuación», detalla la información del periódico La Jornada.
Tres días después, el editor de la sección Metrópoli en La Crónica de Hoy, Alejandro Cedillo de 40 años, perdió la batalla ante el COVID-19 en la Ciudad de México.
El propio medio de comunicación en el que Alejandro Cedillo trabajó por 20 años, informó del fallecimiento del comunicador.
Después de ocho días internado en un hospital local tras haber sido diagnosticado con COVID-19, el primero mayo se anunció el fallecimiento de Miguel Ángel García, quien trabajaba en Comunicación Social del ayuntamiento de Cuernavaca, Morelos.
La Red de Mujeres Periodistas de Morelos emitió un pronunciamiento exigiendo a la Secretaría de Salud estatal garantizar la atención a periodistas contagiados por el virus, reforzar sus controles sanitarios durante la conferencia de prensa en la que se informa sobre la situación del COVID-19 en la entidad y a las empresas, dotar de insumos de protección a sus empleados.
El 2 de mayo, Armando Sánchez Díaz, mejor conocido como El Gallito de la Radio, falleció en la Ciudad de México a causa del Coronavirus.
El 4 de ese mismo mes, murió Clemente González García, quien también vivía en la capital del país y se desempeñaba como videotecario del Canal del Congreso, en donde, según una publicación de la organización Alternancia Dieciocho, hizo guardias laborales al inicio de la cuarentena.
“En las oficinas de Madrid, de la Cámara de Senadores. También se trasladaba a las oficinas de Xicoténcatl para llevar la programación del Canal del Congreso.
“El sábado 25 de abril fue internado por dar positivo de Covid en el Hospital de Especialidades de Ixtapaluca, quedándose en una silla de ruedas por falta de camas. Después de 8 días falleció, a la edad de 47 años”, describe la divulgación.
El activista por los derechos de las trabajadoras sexuales, Jaime Montejo murió a causa del COVID-19, el 5 de mayo en la Ciudad de México.
Según el medio de comunicación Animal Político, el defensor de 56 años falleció tras una semana de agonía en la Torre Quirúrgica del Hospital General de la Ciudad de México, en donde fue ingresado después de recorrer 15 hospitales privados que no tenían espacio para él.
Al fotoperiodista David Alvarado le decían “Piti” o “Gama”, vivía en la Ciudad de México y fue alcanzado por el virus cuando desempeñaba su trabajo. Murió el 6 de mayo.
El caso de este fotógrafo es una muestra clara de la precariedad en la que viven los trabajadores de la comunicación, ya que, habiéndose desempeñado por 30 años en la nota roja -colaboró para los diarios “Alarma” y “Pasala”- su condición de diabético complicó su salud y su familia tuvo que organizar una colecta para pagar por los servicios médicos.
Moisés Márquez Villegas, quien trabajaba en el semanario InfoBaja y en años pasados fue coordinador de enlace institucional y ex director de Comunicación Social de la presidencia municipal de Tijuana, Baja California, falleció el 7 de mayo a causa del COVID-19.
Al comunicador con 25 años de trayectoria, le sobreviven su esposa e hijo, quienes, conforme a una publicación del semanario InfoBaja, también padecen la enfermedad.
Jonathan Arana Chan, de tan sólo 23 años de edad, era camarógrafo del Ayuntamiento de Solidaridad, Quintana Roo, y falleció el 8 de mayo a causa del COVID-19.
Fue el segundo trabajador de esa oficina en fallecer, pues previamente su compañera, Martha Caballero Colli, muerto por el COVID-19.
El semanario Proceso publicó que “amigos y colegas de Arana Chan y de Caballero acusaron de negligencia a directivos y funcionarios cercanos a la alcaldesa, Laura Beristain Navarrete, por ‘obligarlos’ a trabajar pese la contingencia sanitaria por covid-19 en Playa del Carmen y en municipios aledaños como Cancún y Tulum en la Riviera Maya”.
El operador de Grupo Imagen en la Ciudad de México, Roberto Gutiérrez Rojas de 48 años, también se contagió de Coronavirus y murió el 9 de mayo.
Jorge Tamez de la Cabada, ex subdirector de síntesis en Cámara de Diputados falleció el 13 del mismo mes.
Fue recordado por sus compañeros como precursor del periodismo en Chiapas, en donde dio cobertura del levantamiento indígena en enero de 1994, entre otros eventos importantes.
Así mismo, el periodista y locutor de Radio México Noticias, Reyes Ramos Rodríguez, murió al adquirir Coronavirus, el pasado 19 de mayo.
Ante los contagios de los trabajadores de la comunicación, quienes desempeñan su profesión en medio de precariedad y extensas horas de trabajo, un grupo de reporteros de Guerrero, realizó una protesta para demandar a los dueños de los medios de comunicación, mejores condiciones laborales.
Existe evidencia en las publicaciones de periodistas de todo el país, que, en medio de la pandemia, una gran cantidad de empresas, además exigir a sus empleados estar en la primera línea de cobertura sin haberles dado herramientas de protección, han aplicado recortes salariales y despidos injustificados, lo que se suma a sus ya precarias condiciones.
Para los empresarios y directivos de medios, así como de dependencias públicas, la tarea es que los reporteros, fotógrafos y camarógrafos cumplan con la cuota de artículos encomendados. Para ellos, los empleados comunicadores, el reto es sobrevivir sin el menor apoyo.
La tarea de informar es parte de la construcción de una democracia, y eso lo tienen muy claro los entregados profesionales de la comunicación, no obstante, la deuda con ellos es grande, no sólo por parte de los entes de poder, también de una sociedad, a veces cómoda, que en ocasiones no atina a reconocer la importancia de exigir respeto a su derecho humano a estar informado, humanamente.
Nota: este texto contabiliza los casos conocidos hasta el día 25 de mayo de 2020
En México
David Peinado
Casos registrados
[Ultima actualización: 1 de marzo de 2021]
En Centroamérica
Edwin Bercian
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