Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

sábado, 9 de noviembre de 2013

MEXICANAS: ADIÓS A LA BIBLIA, HOLA AL CORÁN

MEXICANAS: ADIÓS A LA BIBLIA, HOLA AL CORÁN

Parte de una generación de jóvenes está dejando la cruz por el velo musulmán, entre otras razones gracias a la difusión que el Islam ha tenido tras los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York. Acoso en las calles, problemas familiares y discriminación es lo que han encontrado algunas de ellas por su religión, pese a que el número de musulmanes en México se ha duplicado en 10 años
01
01
01
01
01
01
01
01
01

POR CYNTHIA ARVIDE. FOTOS PHOEBE THEODORA
| DOMINGO, 20 DE ENERO DE 2013 | 00:10
A las dos de la tarde una docena de mujeres se pone de pie en el salón. Toman su lugar orientadas hacia La Meca —el lugar más santo del Islam—, en línea sobre una diagonal marcada en la alfombra con cinta adhesiva. Escuchan el sermón del imán, quien guía la oración a través de una bocina. Todas, excepto una, se preparan para hacer los rezos. Una chica de suéter violeta permanece sentada al fondo del salón y observa atentamente mientras las demás se ponen de rodillas y llevan la frente al piso.
Smyrna Ochoa se inscribió hace tres meses en las clases de árabe del Centro Educativo de la Comunidad Musulmana (CECM), uno de los centros islámicosmás activos de la Ciudad de México. Desde hace un mes asiste los viernes a la 1:30pm para la oración del viernes, el Salat Al-Yuma. Fundado por un grupo de inmigrantes mayormente paquistaníes, el centro es una casa de dos pisos ubicada en la calle de Euclides en la colonia Anzures, cerca de la embajada de Pakistán. Ahí acuden hasta 500 personas a lo largo de la semana: muchos de ellos son extranjeros, algunos diplomáticos y sus familias. Sin embargo, de vez en cuando (y cada vez más) se escuchan voces mexicanas en esos rezos.

"Vengo al sermón porque aquí me siento a gusto, en paz. Lo que dicen me parece lógico y encaja con mi estilo de vida: por ejemplo, no bebo y no como carne porque soy pro-animal. Ellos comen carne pero halal, de manera que el animal no sufre", dice Smyrna. Tiene 31 años y trabaja en la gestión de prensa para conciertos y grupos de rock.

En la calle, frente a la sala de oración, una empresa mexicana vende productoshalal: carne de res, pollo, borrego y chivo. Halal significa que está permitido según la ley islámica y, en alimentos, se refiere a la forma en que el animal fue degollado: minimizando el dolor y en nombre de Dios. Los paquetes de carne son muy socorridos pues no es fácil encontrar estos productos. Ningún supermercado de la Ciudad de México los vende, a pesar de que hay una demanda creciente. Eso se debe a que la comunidad musulmana en México se duplicó en un período de 10 años. Las cifras oficiales del INEGI registraron tres  mil 760 musulmanes en 2010, de los cuales dos mil 368 son hombres y  mil 392 son mujeres. En el año 2000 existían alrededor de  mil 500 musulmanes. Aunque la mayoría está compuesta de inmigrantes de países islámicos, cada vez hay más mexicanos conversos, particularmente mujeres.
La respuesta al por qué hay más gente que cambia la Biblia por el Corán no es sencilla. Sin embargo, se puede mencionar que internet y la globalización facilitan puentes de comunicación entre las culturas y las amistades interculturales son más frecuentes que antes. Otro factor fueron los atentados del 11 de septiembre de 2001 que, si bien despertaron tendencias xenófobas, también por ello se dio a conocer más sobre el Islam.
Ciberislam
Aisha Salahuddin —ése es su nombre islámico desde hace dos años— nació en Ciudad Juárez. Nunca había tenido contacto con el Islam hasta que le diagnosticaron cáncer. En un grupo de chat conoció a un joven egipcio que le ofreció el apoyo moral que ella anhelaba: "Él me hablaba mucho del Islam. Decía que si yo aceptaba la religión, mi vida podría cambiar. Él y toda su familia hacían mucha oración por mí. Un día fui al médico, me hicieron estudios, y ya no tenía nada. Hamdullah (alabado sea Alá), Él hizo un gran milagro. Entonces empecé a buscar centros de Islam en México. Finalmente me respondieron de uno en Monterrey. Hice mi shahada (la declaración de fe en Alá y Mahoma) por Internet".

Con un "salam alaykum" y dos besos, Aisha saluda a Smyrna. Le trajo un tubo de henna de la India, a través de su esposo. Otra señora le muestra los velos ohiyab que trae para vender. Mientras Smyrna los revisa, me advierte que todavía no está segura totalmente de adoptar la religión: "Estoy esperando sentirlo de corazón. Algunas mujeres se convierten porque tienen alguna relación con un musulmán. Yo quiero hacerlo por mí, no por nadie más".

De acuerdo con el profesor de la UNAM Felipe A. Cobos, autor de varios artículos sobre la comunidad musulmana en México, se puede identificar un perfil de las mexicanas que en épocas recientes han decidido convertirse al Islam: "Son de clase media o media-alta, entre 20 y 30 años de edad, con alta escolaridad. Un motivo frecuente es que tengan una relación sentimental con un musulmán, luego se interesan por la religión".

Así como hay estereotipos sobre los musulmanes, también hay idealizaciones. "Algo que les llama la atención es la visión idealizada de la mujer en el Islam: de que es respetada, valorada por su inteligencia, por la belleza interior. Hayaleyas o versículos del Corán (el libro sagrado de los musulmanes) que pueden resultar muy atractivas para la mujer; otras no tanto. Por ejemplo, que el hombre está obligado a tratarlas con respeto, a proveer el hogar. Pero hay otras donde se menciona que el hombre puede reprender a la mujer", explica Cobos.

Sin embargo, lo que dice el Corán no es suficiente para comprender el rol de la mujer islámica. "Una cosa es el verso coránico y otra es la costumbre. No podemos pensar que si leemos el Corán vamos a entender la situación de la mujer en el Islam. Hay que ver qué dicen las distintas escuelas, además de la situación económica, educativa y política de cada una, de dónde viven", señala Cobos.
La novicia rebelde
Lizbeth Márquez tiene una mirada incisiva, enmarcada por un intenso delineado negro alrededor de los ojos. Vestida de negro, con pantalón, chamarra y un hiyab (pañuelo que cubre la cabeza), despliega un aura de seguridad y de estar en control. Esto toma sentido cuando revela que es licenciada en derecho y cinta negra de taekwondo.

A los 15 años, Lizbeth decidió que estudiaría las principales religiones antes de adoptar definitivamente una. Probó entrar a comunidades cristianas, judías y budistas. El Islam lo dejó al final, un poco temerosa, "por tantos estereotipos que hay en torno a él". El primer contacto con esa religión fue durante los viajes que hizo como parte de la selección de taekwondo de la UNAM, donde conoció jóvenes musulmanes de países como Irán, Líbano y Marruecos. En México, a los 24 años, acudió al CECM para estudiar el Islam y ahí decidió 'abrazarlo' (los fieles evitan la palabra conversión, más bien lo consideran como un regreso al Islam).

Pero el mismo centro que la acercó al Islam terminó por alejarla; si bien no de la religión, de esa escuela de pensamiento. "Ahí empecé a estudiar con un sirio, participé mucho, incluso fui parte de la mesa directiva porque querían que hubiera una mujer y me ofrecí. Todo iba bien, hasta que propuse hacer una asociación de mujeres musulmanas. Quería organizar cursos de gastronomía, hacer programas de internet y dar conferencias, dialogar sobre asuntos de mujeres musulmanas. Ellos no estaban de acuerdo. Hubo cosas que no me parecieron, que cuestioné, y finalmente decidí irme".

En su búsqueda religiosa, Lizbeth encontró que tenía más cosas en común con aquellos jóvenes chiítas de Irán que había conocido que con los directivos del centro de Anzures, que ella acusa de imitar a los "wahabistas" (un movimiento conservador de Arabia Saudita). Entonces, Lizbeth vivió en carne propia el conflicto que ha separado al 90% de los musulmanes del mundo del otro 10%: la enemistad entre musulmanes sunitas y chiítas.
La división entre estos grupos es la más antigua en la historia del Islam. Aunque ambos concuerdan en los pilares religiosos, en lo fundamental, y tienen el mismo libro sagrado y los mismos preceptos, las diferencias se originaron en términos más bien políticos: la disputa de quién sucedería al profeta Mohamed (o Mahoma) como líder de la comunidad musulmana después de su muerte. Los sunitas argumentaban que Abu Bakr debía ser el sucesor, mientras que los chiítas apuntaban que el profeta designó a su primo Alí como líder. Al paso del tiempo hubo enfrentamientos que marcaron y dividieron a los grupos, llevando a interpretaciones diferentes de leyes y prácticas islámicas.
Los sunitas conforman la mayoría (85-90%) de los musulmanes alrededor del mundo, mientras que los chiítas se consideran una minoría que habita principalmente en Irán, Iraq, Yemen, Líbano, Azerbaiyán y Baréin.
Musulmanes en México
La comunidad chiíta en México no es muy extensa pero es significativa. La primera mezquita que se construyó en el país se inauguró en Torreón hace 23 años por una comunidad chiíta. A ella acuden entre 100 y 250 miembros, descendientes de los primeros inmigrantes árabes que se establecieron ahí a principios del siglo XX, atraídos por el auge agrícola en la Comarca Lagunera, según describe Cobos en el artículo Los musulmanes de México en la UMMA.

En la Ciudad de México no hay mezquitas como tal; es decir, edificaciones construidas específicamente como lugar de culto musulmán. Lo que hay son salas de oración (musalah) adaptadas para ese fin en propiedades privadas. Existen en la zona metropolitana cuatro centros islámicos, de distintas tendencias: el Centro Salafí de México, en la colonia Lorenzo Boturini; el Centro Educativo de la Comunidad Musulmana, en Anzures; el Centro Al Hikmah, en Aragón; y, de reciente apertura, el Centro Alhul Bayt y laAsociación Mexicana de Mujeres Islámicas (AMMI) en la colonia Roma, de corte chiíta.

La AMMI es la primera en su tipo en el país. La crearon Lizbeth Márquez y su esposo, Juan Carlos Carrero, sin apoyo de otras instituciones o embajadas. Han participado en conferencias y programas de televisión, en la Feria de las Culturas Amigas y, desde septiembre de 2012, establecieron un espacio físico donde se realiza la oración del viernes, además de reuniones y eventos de la comunidad. También imparten clases de árabe, de Islam y Corán, de danza árabe, y venden libros y prendas relacionados con la práctica del Islam.
Bajo el velo
Lizbeth porta el hiyab con orgullo pero está en contra de cubrirse completamente el rostro. "Eso de taparse toda no lo dice el Corán. Mi vestimenta va de acuerdo a lo que sí dice: tapar mi aura por respeto a Dios. No lo hago por mi esposo, es por mí, por protección. Es para que me valoren por mi intelecto y mi corazón, por lo que tengo dentro de la cabeza, no afuera".

No siempre es fácil portar el velo en público en una sociedad predominantemente católica y occidental como México. Selene Moreno, vocera de la AMMI, confiesa: "Si te ven con el velo a veces atraes más atención, entonces de alguna manera el velo no cumple la función que debería. Es el efecto contrario. Pero la religión te permite quitártelo, si de alguna forma te pone en riesgo".

Lizbeth argumenta que deberían permitirles portar el velo en las credenciales de elector y demás documentos de identidad: "No me estoy cubriendo la cara. ¿Por qué una monja puede usar su tocado y yo no puedo usar el hiyab?”. Pero la normativa no permite en la fotografía el uso de "lentes, sombreros, mascadas o piercing".

Como Lizbeth, Selene también ha tenido que batallar debido a su religión. Ella es bailarina profesional y psicóloga, con una maestría en criminalística. Llegó a la Ciudad de México hace cuatro años desde Canadá, donde creció y se hizo musulmana. El primer choque cultural lo tuvo al salir a buscar tiendas halal y darse cuenta de que no había. Luego, se enfrentó a los prejuicios en el ambiente laboral: "Al principio no me permitían trabajar con el hiyab 'porque yo era un ejemplo para los adolescentes' y les parecía malo. Pero precisamente por eso se me hace importante que sepan que las chicas jóvenes podemos tener una identidad religiosa. Y eso no significa que eres alguien que no se divierte, que no sale de su casa… una musulmana no es sinónimo de estar sometida".

¿Por qué una mexicana que adoptó la escuela chiíta decidió crear una asociación para mujeres islámicas? "Para alzar la voz, para defender los derechos de las mujeres, musulmanas y no musulmanas. Para motivar a que estudien y conozcan los valores del Islam; que no sólo imiten una costumbre porque se casaron con un musulmán de otro país", responde Lizbeth. "Las que se cubren toda la cara, eso es una innovación…", agrega.

"Ese es un debate que lleva mucho tiempo", dice Paola, otra chica musulmana, sobre ese tema. Da referencias y ejemplos de leyes y prácticas islámicas. Su voz y su joven rostro no corresponden con la madurez de su discurso, donde se repiten palabras como razón y consenso. Ella estudia el último año de preparatoria y es miembro de la Red Mexicana de Debate.

No sorprende que sea experta en temas de Medio Oriente y haya ganado la mayoría de los debates interescolares donde ha participado. A los 12 años tomó por sorpresa a su madre con la noticia de que no quería ir nunca más a misa. Le hartó ser católica pero tampoco sabía de otras religiones. Mucho menos del Islam. "Sólo había oído lo de los atentados del 9/11 en Nueva York, que habían sido ellos, y cosas como que los musulmanes tenían barbas, eran radicales, tenían muchas esposas y les pegaban", dice.

Un libro fue el que despertó su curiosidad sobre el Islam, dos años más tarde: "Mi mamá me regaló The Kite Runner, donde los personajes son musulmanes y me llamó la atención ver esa parte muy humana de los que supuestamente habían destruido las Torres Gemelas". Después de leerlo, Paola investigó más sobre la religión, empezó a preguntarle a amigos que vivían al otro lado del mundo, en Iraq y Jordania. "Todas aquellas preguntas que tenía, el Islam me las contestaba, y todo me hacía mucho sentido", recuerda.

Decidió a los 16 años que quería ser musulmana. Su mamá no lo tomó bien al principio. "Si te encuentro usando un velo, te saco de mi casa", le advirtió. Pero Paola argumentó, tan bien como sabe hacerlo, sobre su libre derecho a elegir su religión. A la madre no le quedó más que insistirle: "Entonces primero estudia bien el catolicismo y el judaísmo; luego elige". Y así lo hizo. Estudió todo y al final llegó a decirle las razones por las que estaba convencida del Islam.

Se convirtió por Skype con un saudita de la ciudad sagrada de Medina, en Arabia Saudita, quien le enseñó los pilares del Islam y las bases de recitación coránica. Ser una adolescente recién convertida en un país como México puede ser un camino solitario. Al menos así fue para Paola, que después de experimentar un Ramadán por su cuenta —el noveno mes del calendario musulmán, en el cual los fieles ayunan todos los días—, buscó a la comunidad musulmana en México. "Al principio mi mamá aceptó que me convirtiera, pero no quería que cambiara ningún hábito ni forma de vestir. Usaba el velo fuera de la casa e iba a la mezquita de Anzures a escondidas", recuerda.

Poco a poco, los padres de Paola lo aceptaron. No así el resto de la familia, que del lado materno forma parte de los Legionarios de Cristo. Su tía y madrina, quien pertenece al movimiento Regnum Christi, reunió a la familia para hacer una "intervención" y convencerla de que estaba equivocada. "Llamaron a mi mamá, preocupados, porque 'me estaba desviando con mi comportamiento'", recuerda Paola. De nuevo, ella recurrió a los argumentos: "Nos parecemos más de lo que piensas, tía. A ti mucha gente te dice que eres radical, te critica, y a ti no te importa porque tienes fe en eso y te llena. Es lo mismo conmigo. Yo puedo leer todo el material que me des, pero entonces tú también lee el Corán".

En la escuela, los compañeros no tomaban en serio a Paola cuando decía que era musulmana. Con el tiempo, lo que pasó es que dejaron de invitarla a las fiestas, "porque no bebo y las últimas veces que me invitaron me fui muy temprano. Ya estoy buscando otro tipo de cosas. Hay veces que sí me siento sola, no es que deje de ser social pero no tengo las mismas ideas y no puedo compartir algunas experiencias con ellos. Pero en lo realmente importante no me ha afectado ser musulmana; al contrario, me ha beneficiado".

Eso no quita lo incómodo de verse señalada, incluso insultada en la calle. "La semana pasada salí del Metro hacia el centro islámico y escuché que una señora gritaba: '¡Eres una desgraciada, asesina!' Yo pensé 'obviamente no es para mí'. Luego lo escuché más y más cerca, me volteé y me dijo: 'ustedes me mataron a mi esposo, eres una asesina, lárgate a tu desierto'".

Paola tiene un profundo interés por aprender, cuestionar, por encontrarle lógica a las cosas. Si algo no le cuadra de la religión, lo investiga. "Como lo de la poligamia, por ejemplo. No estoy de acuerdo pero luego entendí porqué lo permitieron: en su época era una forma de proteger a las mujeres solas o viudas. También me causaba conflicto ver a mujeres con niqab o burka (el vestido completo que cubre desde la cabeza hasta los pies y no deja ningún centimetro de piel descubierto); después me enteré de que eso ni siquiera es parte del Corán. A mí me gusta usar el hiyab y no me siento como una mujer oprimida".

Hace unos meses, Paola llegó a la AMMI casi por casualidad. Le dieron el contacto para que participara en el stand de la asociación durante la Feria de las Culturas Amigas. Luego, pidió libros prestados a Lizbeth para un ensayo escolar. "Fue una experiencia muy acogedora cuando fui al centro. No había división entre hombres y mujeres. Me aclararon mitos sobre los chiítas. Vi que no eran esos monstruos que me habían descrito", dice.

La decisión de unirse a la comunidad chiíta no fue fácil, al ser la rama menos dominante de la religión islámica. "No lo pensé como que me voy convertir a la Shia (rama chiíta). Ya soy musulmana. Solo voy a darle un enfoque que sea más hacia la lógica. Y la Shia responde a lo que yo quiero. Me tomó tiempo tomar la decisión porque sabía que iba a perder a muchas amistades. Apenas le di like a algunas páginas de Facebook y hubo quienes comenzaron a confrontarme y a borrarme".

Las divisiones y conflictos entre las escuelas islámicas sólo contribuyen a la mala reputación de la religión (como bélica y conflictiva), según Paola, quien ahora forma parte de un grupo de jóvenes musulmanes que pretenden reunirse para convivir y no para debatir, ni defender a ninguna de las escuelas. "Yo no me presento como sunita o chiíta", dice. "Soy musulmana y soy mexicana. Nunca he perdido mi identidad nacional, aunque eso me digan. Estoy muy lejos de eso. Más bien quisiera que la gente se dé cuenta de que hay musulmanes en México, que éste puede ser un país diverso y de libertad religiosa".

CYNTHIA ARVIDE es periodista independiente y corresponsal en México del portal de noticias 'Women News Network'. No practica ninguna religión ni se imagina usando un velo pero con gusto tomaría clases de árabe y de danza oriental

No hay comentarios:

Publicar un comentario