8 de noviembre 1519
De nada sirvieron los nahuales que envío Moctezuma, para detener con hechizos el pasó de los conquistadores.
Los valiosos regalos que les mandó, solo sirvieron para acrecentar la avaricia y la urgencia de llegar pronto al más grande Imperio de estás tierras.
Todo había sido inútil Hernán Cortés estaba entrando a la gran Tenochtitlán.
Los presagios se cumplían, ¿como podría Moctezuma a proteger a su familia y a su pueblo? ¡Era imposible! Las armas de los extranjeros eran más potentes ¡podían destrozar una casa! Además montaban a un animal que corría como el viento y venían escoltados por sus enemigos los tlaxcaltecas.
El día que tanto había temido había llegado; Moctezuma tenía que hacer frente a su destino y protejer como diera lugar a su gente. Saldría de su palacio para verse frente a frente con Cortés.
Valió la pena haber barrenado los barcos allá en la Vera Cruz, valió la pena todos los peligros a los que se habían enfrentado para llegar a la gran Tenochtitlán.
La ciudad era muy diferente a todas las que habían visto antes; un hermoso y limpio lago la abrazaba a manera de protección, un lago que representaba peligro, que podía dejarlos aislados.... Pero eso a Cortés no le preocupo, estaba seguro que Moctezuma tenía conocimiento de lo sucedido en Cholula y que no quería que pasara lo mismo en su ciudad.
Mientras Cortés y sus hombres cabalgan por una amplia calzada, son observados por cientos de personas, algunos los miraban con asombro y curiosidad, otros más con recelo y desconfianza.
Por fin a lejos se ve la comitiva, viene Moctezuma cargado en litera, lo acompañan los señores de Texcoco, Iztapalapa, Tacuba y Coyoacán además de doscientos hombres principales, entre ellos guerreros águilas y guerreros jaguares.
Algunos hombres barren las calles y colocaban telas por donde pasa el gran señor. A lo lejos se escucha el sonido del caracol que contrasta con el sonido de las armaduras de los 450 hombres de Cortés, que vienen acompañados de los tlaxcaltecas, los frailes y por supuesto de Malintzin, su lengua.
Las personas antes con la mirada curiosa bajan la vista al piso, mostrando respeto a Moctezuma.
Bajo un absoluto silencio el gran Tlatoani baja de su litera ayudado de dos señores, va vestido maravillosamente, lleno de perlas y piedras preciosas, su cabeza la corona un fabuloso penacho, además va calzado a diferencia de otros.
El nerviosismo de los tlaxcaltecas es notorio, al igual que la sonrisa del conquistador ¡por fin! después de tantas penurias estan frente a frente.
Hernán Cortés trata de abrazar a Moctezuma pero se lo impiden inmediatamente los señores de Texcoco y Tacuba, como prueba de amistad el conquistador le regala un collar de cuentas al gran Tlatoani, al dueño del ombligo del mundo.
Moctezuma los recibe como sus invitados les ofrece el palacio de su padre Axayácatl para que vivan en él.
Cortés a logrado su cometido, sus pies pisan suelo sagrado.
Durante la noche Moctezuma no podía dormir, en su cabeza escuchaba una y otra vez el lamento de aquella mujer...
.....¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! ...
.....¡Hijitos míos ¿A dónde los llevaré?....
Texto: Historias de tierra sagrada.
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