La maravillosa Tenochtitlan
Y allí, en una isla del lago texcocano, habían fundado en 1325 los aztecas una nueva ciudad: Tenochtitlán-México. En el curso del tiempo, al crecer su grandeza y poderío, con tres calzadas hicieron unir la tierra firme a aquel recinto insular: hacia el sur una ancha y recta calzada, "tan ancha como dos lanzas", que permitia holgadamente el paso de ocho jinetes, llevaba hasta Churubusco e Ixtapalapa ; por el norte, otra calzada conducía a la hoy villa de Guadalupe o Tepeaquilla; por el occidente, la tercera vía comunicaba con Tacuba, la de "la noche tenebrosa" que llamaron los españoles, la ruta más corta y la más peligrosamente interrumpida por pontones; y sólo al oriente, las márgenes de la isla cortadas por el agua servían de embarcaderos para Texcoco, Xochimilco, Mixquic y otros pueblos ribereños lacustres. También junto a esta última calzada corria un doble acueducto que llevaba las aguas límpidas del cercano cerro y bosque de Chapultepec a la ciudad.
El centro de la isla lo constituía la gran plaza del templo mayor, "que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidad de ella ”, tan grande, añade Cortés, que bien se podía hacer una villa de quinientos vecinos dentro de ella, y en la que se encontraban diversas pirámides adoratorias, juegos de pelota, casas del sacerdocio, andamios de cráneos (tzompantlis), templos de cantería y de olorosa madera de cedro, sin contar la pirámide del templo mayor de Huitzilopochtli, el dios solar de la guerra, que con sus treinta metros de altura -116 gradas dominaba la vista de la isla, con sus templos al dios solar, y a Tezcatlipoca, el señor de la noche y de la omnipotencia, cuyos cultos hermanaban los aztecas al águila y al tigre, cuya cósmica dualidad y eterno combate era uno de los supuestos de la religión indígena. Al sur del atrio piramidal del templo mayor podian contemplarse los palacios de los antiguos tlatoanis sacerdotes, entre los que se destacaban el de Moctezuma I, Axayácatl, Ahuízotl y Moctezuma II. Grandes aposentamientos con "gentiles vergeles", dice Cortés, en tanto que el Anónimo añade: "Había y hay en esta ciudad muy hermosas y muy buenas casas de señores, tan grandes y con tantas estancias, aposentos y jardines, arriba y abajo, que era cosa maravillosa de ver. Y por tanto no me sabia como expresar cosa detallada, mas de que en España no hay su semejante", dice Cortés. Pero junto a estas residencias, tenían otras casas que eran verdaderos jardines botánicos, con sus miradores de losas de jaspe (tecalli) y zoológicos con estanques de todo linaje de aves, jaulas con animales de los montes y selvas, acuarios y hasta una casa para contrahechos y albinos, es decir, el primer parque de fauna de que guarda noticia la historia de América.
Libro Cuahutemoc
Salvador Toscano
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