Con alma de piedra
Bernardo Caamal Itzá
Entre las lluvias y los suelos pedregosos de la Península de Yucatán, la cultura maya generó la tecnología apropiada para la práctica de la agricultura.
Trabajar la tierra es desarrollar una vasta creatividad para el campesino maya. Es necesario para sobrevivir en las condiciones de suelo y de clima de esta región y de ello hay muchas referencias; por ejemplo, en Dzidzantún cuando se siembra la semilla de papaya le ponen una pequeña piedra encima por unos cuantos días: más adelante lo irá quitando prácticamente al emerger dicha plántula.
¿Es desventajoso cultivar entre piedras? La gente sabe que hay de piedras a piedras, algunas acumulan más humedad que otras. En ellas es posible encontrar fracturas, espacios que acumulan humedad en suelos fértiles, útiles para los milperos en cultivos de ciruelos o naranjos. Es curioso ver las plantas cultivadas en los huertos familiares y sobre todo que se encuentren encima de los pequeños lomeríos.
Estos conocimientos milenarios son necesarios en esta época del año, con la llegada de la sequía, porque fácilmente es posible comparar: las plantas cultivadas en las planadas y cuyos suelos son de tipo K’ankab (rojos) prácticamente fenecen en estos tiempos mientras las que se encuentran en los lomeríos se mantienen vivas.
Gran parte del suelo peninsular es de poca profundidad, y las raíces de los innumerables árboles de la flora yucateca prácticamente buscan las oquedades y grietas de las piedras en busca del agua, alimento y sostén.
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