Sonora 1850
¡Carmelita!, ¡Carmelita! Sorprendida por tanto alboroto increpaba - ¿Qué pasa Joaquín?. Él, muy contento y animado decía, ¡Nos vamos a California!. ¿California?, ¡Pero Joaquín, eso queda muy lejos!. No te preocupes mujer, allá Vamos a estar mejor, además, mi hermano nos va a acompañar.
La fiebre del oro había animado a mucha gente de todo el mundo a "buscar fortuna fácil", pero los gringos avariciosos querían todo el pastel. ¡Compañeros!, - Replicaba uno de tantos gambusinos. El oro solo debe ser nuestro, hay que correr a todos los extranjeros, pero en especial a esos malditos mexicanos grasientos, California ya no es de México, se las "ganamos" en la guerra. Algunos mexicanos pensaban, ¡Pues yo nací aquí! y aunque este territorio ya no sea de México, yo si lo sigo siendo.
Mientras tanto, Joaquín y su familia se instalaban lejos de los lugares de búsqueda donde había demasiada gente peleándose y matándose por algunas tristes pepitas de oro. ¡Mira hermano! - decía Joaquín - Aquí podemos buscar en el río, construiremos una cabaña y buscaremos un filón en las montañas. Y así fue, poco a poco les fue yendo bien, pero pronto la tragedia los alcanzaría.
Una mañana Joaquín se alistaba y dijo. ¡Hermano!, voy a buscar ese filón en la montaña, ¡Cuida a Carmelita!. No tengas pendiente Joaquín, todo estará bien. Sin saberlo, esas serían las últimas palabras que escucharía de su hermano y sería también el último beso que le dio a Carmelita. Más tarde, Carmelita lavaba en el río cuando de pronto... Mira nada más lo que nos encontramos, no esta nada mal la mexicanita. Carmelita grito tan fuerte y cuando el hermano de Joaquín salió a defenderla, recibió un balazo en la frente ; Carmelita fue violada hasta que se saciaron esos malditos gambusinos y después fue asesinada.
Cuando Joaquín llegó y los encontró muertos su dolor no tuvo ni manera de describirse y sentenció. Malditos gringos, ahora pagarán todo este dolor, todos morirán bajo mi pistola. Cuenta la leyenda que mató a más de 1,200 y el oro que les quitaba se los repartía a los Mexicanos. Así, se los ganó y jamás nadie nunca lo delató. Se hicieron esfuerzos por atraparlo, los Rangers de Texas también lo buscaron y nunca lo pudieron encontrar, incluso exhibieron una supuesta cabeza de Joaquín en un frasco con vinagre, pero sólo era algún infortunado, y lo hicieron para cobrar la recompensa.
La historia de Joaquín Murrieta sirvió de inspiración para escribir la leyenda de el zorro en 1919 por Johnston McCulley.
AUTOR: Waldo Salguero Gaona
Álamo, Veracruz, México
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