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martes, 2 de marzo de 2021

Reflexiones de los hijos del Mayab

 Reflexiones de los hijos del Mayab

Bernardo Caamal Itzá

Han pasado más de 500 años desde que los europeos llegaron a las tierras mayas. Durante sus primeros años, los extranjeros, al no conocer la cosmovisión de estos pueblos originarios, quemaron sus registros e importantes manuscritos que son de interés para estas civilizaciones, a las que persiguieron, asesinaron a sus sabios y sacerdotes e intentaron imponer el español en lugar del idioma maya.

Han pasado más de cinco siglos y el idioma maya solo ha tenido algunos cambios. Se mantiene vigente en la cultura de estos pueblos que aún practican la milpa y sus tradiciones que son de vital importancia para los hijos del Mayab.

Los conquistadores emplearon diversas estrategia para doblegar a los hijos del Mayab pero éstos han logrado resistir hasta nuestros días. Es de interés resaltar el avance de las leyes en cuanto a los derechos de los pueblos originarios.

Sin embargo, para los mayas, tal como están plasmados en sus antiguos escritos, la marginación y la discriminación se mantienen vigentes, aun cuando las instituciones públicas celebran el Día Internacional de las Lenguas Indígenas.

En pleno 2021, es sorprendente el relato que nos comparte Timo Sosa sobre la biopiratería, la extracción del conocimiento local y la suplantación, mismas que afectan las decisiones en el manejo del territorio y los derechos de estos pueblos ante la incursión de megaproyectos ajenos a la realidad territorial y de su vida.

A continuación, compartimos el relato del buen Timo:

“Hace unos años conocí a un extranjero involucrado en un proyecto inmobiliario. Yo iba a desarrollar un proyecto de medicina tradicional en un contexto turístico, con un modelo que proponía capacitar en la tradición y la medicina ancestral, para despertar la memoria de las mujeres, que recuerden esas enseñanzas de sus abuelas y abuelos pata atender a sus pueblos y también a los turistas con las terapias tradicionales.

“Me propuse hacerlas socias de la empresa, ellas ganarían el 70 por ciento de la fábrica de remedios, sin mezclarse con cosas de spa como se acostumbra a hacer en Cancún y otros lados. Nunca buscamos vender el conocimiento ancestral como mercancía barata y engañar a turistas.

“Ese extranjero obstaculizó el proyecto. Asumió que yo era un intermediario y quiso aprovecharse. No lo permití, sostuve una lucha permanente contra sus imposiciones y su desconsideración con la tierra que lo estaba cobijando y su gente.

“Él compraba refrescos a los ancianos del pueblo y repartía dulces entre los niños para ganarse su confianza mientras porfiaba que amaba la cultura maya y este país. Sin embargo, en los años que estuvo aquí nunca se preocupó por hablar español y mucho menos la maya.

“Anotaba todo lo que yo decía respecto a las terapias; un par de ocasiones intentó venderme medicina tradicional de la India como si fueran mayas; nada qué ver con el uso de las plantas medicinales de nuestra tierra.

“Tuvimos un par de encuentros en un cenote que estaba en esa propiedad y ahí le conté unas historias del Popol Vuh, que asumió como si le contara un secreto mágico y sagrado. Le expliqué que eso era parte de mi curso de lectura guiada que daba en Ciudad de México y que mis opiniones e ideas venían de mi trabajo reflexivo y mi caminar por las rutas del país.

“Tuvimos una discusión muy seria que provocó el distanciamiento porque se quería apropiar de mi proyecto cuando yo tenía un trato directo con el dueño del lugar. Lo último que pasó entre nosotros fue que alguien que estaba en mi vida me ayudaría a construir las evidencias del proyecto diseñado y registrado en Derechos de Autor, por tratarse de una propuesta que tenía sus protocolos y sus mecanismos de operación específicos.

“Cuando ella llegó fotografiaba el lugar para publicar un reportaje en una revista la sacó de la propiedad. Pasaron algunos años y la vida nos volvió a poner frente a frente. Antes de verlo otra vez, no sabía cómo reaccionar ante él; afortunadamente había curado mis justificadas iras y rencores y cuando lo vi llegar, enfermo y cansado, lo abracé mientras él susurraba una disculpa. 

“Convivimos un par de meses, pero volvió a su antigua actitud, apuntaba todo lo que le decía, a pesar de que le subrayé que lo que decía era producto de mi andar y mi trabajo intelectual y reflexivo pero el insistía en llamarme su maestro. Le dije que no era su maestro, pero el insistió. Varias veces me mostró a falsos mayas que hacen falsas ceremonias mayas y se venden como prostitutas espirituales para los turistas. Le expliqué por qué esa gente era falsa de corazón y que si estaba buscando lo verdadero tenía que quedarse e ir a los pueblos, encontrar a los de verdad. Por supuesto, no era su intención.

“En esa vuelta del tiempo estaba yo construyendo una temazcalli y él se aprovechó, grabó videos tocando su caracol, disfrazado de quién sabe qué, dándoselas de chamán cuando nosotros ni siquiera habíamos inaugurado el centro ceremonial. Le advertí que no hiciera eso porque ese lugar había sido pedido, rezado y consagrado, pero no entendía los principios elementales de respeto ante cosas que no eran parte de su cultura, que no estaban en su sangre.

“Se aprovechó de la situación y en un viaje posterior quiso oficiar como temazcalero, y hasta se atrevió a pedir que yo no estuviese presente en la propiedad, diciéndole al dueño que yo era conflictivo.

“Por otra parte, me insistía en que yo era un «Elder maya» y por más que le explicaba que una cosa es que yo esté en el camino de la medicina tradicional y haga cosas como levantar altar, ofrecer jo’oché, o rezar como fui aprendiendo a lo largo de mi andar, yo no soy ni J’men ni Elder ni tata, porque eso estaba relacionado con algo que yo no sé cómo es ni podía dármelas de nada. 

“Insistía en que yo debía recibir turistas y hacer ceremonias y bendiciones y por más que le explicaba que esas cosas no son para hacer negocio y que yo no puedo asumir algo que no me corresponde porque, aunque está en mi fe y mi cultura el que haga lo que hago, eso no me daba el rango de J’men ni me autorizaba a usar rezos que se tienen que aprender de la tradición, y no solo eso, sino saber hacer las cosas que hace un sacerdote maya. Y yo, con todo y mi origen mestizo no iba a hacer porque la única manera de ser congruente y «real», es respetar las líneas de transmisión de saber y de respetar todo lo que significa y representan los elementos simbólicos y espirituales de la Maaya Miatsil.

“El punto es que este extranjero y yo nunca pudimos entendernos porque su visión, a pesar de que era un buscador de la existencia, seguía siempre encarrilada en la visión occidentalizada e indigenista.

“Muchas veces le advertí que no se meta en cosas que no podía comprender, que hay cosas que son culturales y que no se pueden entender si no se vive esa cultura y lo que él estaba haciendo era tratar de llevarse un saber que no le correspondía.

“Al final de nuestros encuentros, llevó a su tierra un saber que le ofrecí diciéndole que dejara de rezarle a dioses que no existían y le expliqué de qué se trata cuando decimos ki’ichkelem Yuum, y de qué se trata cuando se hace mención de los sostenedores del cielo, y un etc. que siempre terminaba siendo como una información de onda “yo el indito huarachudo” y él investigador de campo aprendiz de chamán.

“Entendí que no iba a cambiar de opinión y que de dónde venía eso era común: apropiarse de saberes tradicionales, convertirlos en tarjetas de presentación con largos curriculumo’ob con certificaciones dadas en escuelas de gente que había hecho lo mismo que él.

“Mi punto siempre fue que tratara de comprender que los calendarios, los rezos, las ceremonias de la milpa, las costumbres, todo eso nos pertenece a un pueblo que está vivo y que ni él ni nadie tiene el derecho de expoliar y apropiarse de eso.

“Lo último que hablamos tenía que ver con dar cursos y clases de algo que no puede enseñarse por Zoom si no se cree, si no se es, desde adentro y que, además, la parte que podía compartir, no hacía a nadie chamán ni sacerdote ni médico tradicional.

“Comparto esta historia porque este tiempo tiene una polarización extrema y aquellos que han usado los valores esenciales de la maaya miatsil para hacer negocio, para engañar turistas, para vestirse con los trajes que no son suyos, deben ser señalados, deben devolver lo que no es suyo, porque cuando usan esos valores culturales están pervirtiendo la esencia de algo que no conocen, que no entienden y que no les importa.

“Y la esencia de eso que se llevan está en nuestros corazones y es como que vienen a chupar ese néctar precioso que fluye en nuestros rezos, en nuestra fe, en nuestra memoria que sigue resistiendo en la vida y la fuerza de los nietos de aquellos que fueron más grandes que nosotros y que supieron ocultar siempre de los invasores y los destructores todo ese saber. Y donde lo pusieron fue en nuestra sangre, en nuestra memoria, en cada piedra y puñado de tierra sagrada, en el agua virgen que todavía nos habla desde abajo de la tierra, de esta tierra maya. 

“No sé si esta persona siga buscando su ser, pero sí sé que el maíz que se llevó a donde vive, nació y creció ahí y que la palabra que recibió sembró un árbol en su corazón. Y en verdad espero que en su ser pueda recibir de sí mismo la bendición y la aceptación de ser quien es desde su origen y que haber venido a buscar aquí lo que seguramente tenía ahí, le haya dado un camino, una luz. 

“Entendí que no hay que hablar de lo secreto, no hay que dejar que la mente gobierne el corazón y tampoco permitir que el ego nos convierta en lo que no debemos ser porque, quienes creemos y sabemos lo que es el espíritu y el alma de ser Maya, nos debemos, por linaje o convicción, a esa resistencia sobre la línea del tiempo.

“Porque el saber y el entendimiento de nuestros abuelos y ancestros habla por nuestra sangre y debemos siempre estar ligeros y vacíos para que nos habite y se manifieste, para que, cuidando el fuego y cuidando a nuestra abuela, esperemos el regreso de aquellos que dijeron que volverían; como lo están haciendo a través de nosotros, de nuestra sangre y de nuestra memoria.

“Somos la voz, somos la esencia, somos la sangre que volverá y habla levantando el gran árbol del centro, sagrada ceiba, imagen de nuestro ser, aquí en la tierra”.

Ese fue el escrito que nos compartió el buen Timo, verdad que es de interés reflexionar estas experiencias y que estoy seguro, cuando el Tren Maya transite por estas tierras, en sus vagones llegarán «los nuevos mayas de piel blanca y educados en instituciones occidentales” y que llegarán con ansias para hacer sus centros ceremoniales y reclamar que estos lugares son suyos, incluso ocuparan cargos para «ajustar toda las leyes para que le beneficie» y de esa forma tenga las condiciones idóneas para vivir en estos territorios, y esto ha sido señalado de forma reiterada en los antiguos relatos que aún nos comparten nuestros abuelos y abuelas.

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