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GLOBALIZACIÓN
DE LA POBREZA Y NUEVO ORDEN MUNDIAL
Michel Chossudovsky
Desde que terminó la guerra fría, la humanidad está pasando por una crisis
económica y social de una gravedad sin precedentes, que está llevando a grandes
sectores de la población mundial a un rápido empobrecimiento. Una tras otra las
economías nacionales se desploman y el desempleo abunda. Hambruna y miseria
prevalecen en el África subsahariana, en el sur de Asia y en algunas partes de
Latinoamérica. Esta “globalización de la pobreza”, que en gran medida ha
revertido los logros de la descolonización, se inició en el tercer mundo al
mismo tiempo que la crisis de la deuda de principios de los ochenta y la
imposición de las letales reformas económicas del Fondo Monetario Internacional.
El Nuevo Orden Mundial se nutre de la pobreza y de la destrucción del
medioambiente. Genera el apartheid social, alienta al racismo y las luchas
étnicas, socava los derechos de las mujeres y con frecuencia lanza a los países
a confrontaciones destructivas entre nacionalidades. A partir de 1990 ha
extendido su dominio a las principales regiones del mundo: Norteamérica, Europa
occidental, los países del antiguo bloque soviético y los países recién
industrializados del sureste de Asia y del Lejano Oriente.
Recesión tras la guerra fría
En la antigua Unión soviética, y como resultado de la “medicina económica”
administrada por el FMI a partir de 1992, el deterioro económico ha rebasado la
caída de la producción ocurrida en el apogeo de la segunda guerra mundial, tras
la ocupación alemana de Bielorrusia y partes de Ucrania, en 1941, y el bombardeo
intenso de la infraestructura industrial soviética. De una situación de pleno
empleo y relativa estabilidad de los precios durante los setenta y los ochenta,
la inflación se ha disparado, las ganancias reales y el empleo se han desplomado
y los programas de salud se han esfumado. En cambio,el cólera y la tuberculosis
se han extendido a velocidad alarmante a lo largo de una amplia zona de la ex
Unión Soviética.[1]
Este panorama se repite en Europa oriental y los Balcanes, donde las economías
nacionales han caído una tras otra. En los países bálticos (Lituania, Letonia y
Estonia) y en las repúblicas caucásicas de Armenia y Azerbaiyán el producto
industrial bajó en un 65%. En Bulgaria, en 1997, las jubilaciones se redujeron a
dos dólares al mes.[2] El Banco Mundial admitió que el 90% de los búlgaros viven
por debajo de la línea de pobreza definida por él mismo: cuatro dólares al día.
[3] Como no pueden pagar la electricidad, agua ni transportes, numerosos grupos
de Europa oriental y los Balcanes han quedado brutalmente marginados de la edad
moderna.
El deceso de los “Tigres asiáticos”
En el este del Asia, la crisis financiera de 1997, marcada por las embestidas de
especuladores en contra las divisas nacionales, contribuyó en gran medida al
deceso de los llamados “Tigres asiáticos” (Indonesia, Tailandia y Corea del
Sur). Los convenios de rescate impuestos inmediatamente después del
quebrantamiento financiero llevaron, prácticamente de la noche a la mañana, a
una abrupta caída en los estándares de vida. En Corea del Sur, luego de la
“mediación” del FMI, a la que se llegó después de consultas de alto nivel con
los grandes bancos internacionales, “se cerraron diariamente, en promedio, más
de doscientas compañías, cuatro mil trabajadores por día perdieron empleo y
fueron lanzados a la calle”[4]. Mientras tanto, en Indonesia, en medio de
violentas manifestaciones callejeras, los salarios en los talleres de mano de
obra barata de las zonas de producción para exportación cayeron de 40 a 20
dólares al mes; y el FMI insistió en la desindexación de los salarios como medio
de mitigar las presiones inflacionarias.
En China, debido a la privatización y quiebra forzada de miles de empresas
estatales, hay 35 millones de trabajadores que son candidatos a quedarse sin
empleo.[5] A finales de los noventa, se calculaba que había un exceso de cerca
de 130 millones de trabajadores en las zonas rurales de ese país. [6]
Irónicamente, el Banco Mundial predijo que con la adopción de las reformas del
“mercado libre” la pobreza en China descendería a 2.7% en el año 2000.[7]
Pobreza y quebrantamiento económico en occidente
Ya en tiempos de Reagan y Thatcher rigurosas medidas de austeridad conllevaron
la gradual desintegración del estado benefactor. Las medidas de “estabilización
económica” (adoptadas en principio “para paliar los males de la inflación”)
contribuyeron a la depresión de las ganancias de los trabajadores y al
debilitamiento del papel del estado. Desde los años noventa, la terapia
económica aplicada en los países desarrollados contiene muchos de los
ingredientes esenciales de los programas de ajuste estructural impuestos por el
FMI y el Banco Mundial en el tercer mundo y Europa oriental.
En contraste con los países en vías de desarrollo, sin embargo, las reformas
políticas se imponen en Europa y Norteamérica sin intermediación del FMI. En los
países occidentales, la acumulación de una enorme deuda pública ha dado a las
élites financieras tanto el apoyo político como el poder para mandar a los
gobiernos directrices económicas y sociales. Gracias al imperio del
neoliberalismo, se recorta el gasto público y se desbaratan los programas de
bienestar del mercado de mano de obra: desindexación de ganancias, empleos de
medio tiempo, jubilación anticipada y la imposición de los llamados cortes
salariales “voluntarios”.
A su vez, la práctica del desgaste, que traslada la carga social del desempleo a
los grupos más jóvenes, ha contribuido a dejar a toda una generación fuera del
mercado laboral.[8] Las normas para tratar al personal en Estados Unidos son:
“revienten a los sindicatos”, inciten a los trabajadores más viejos a pelear
contra los más jóvenes, llamen a los esquiroles, recorten los salarios y
eliminen los seguros pagados por la compañía.[9]
Desde los ochenta, en Estados Unidos se ha dejado fuera de los empleos
sindicalizados bien pagados a una enorme porción de la fuerza laboral llevándola
a ocupar empleos de salario mínimo. “Tercermundización de las ciudades
occidentales: la pobreza en los guetos y los barrios bajos norteamericanos es,
en muchos aspectos, comparable a la del tercer mundo. Mientras que la tasa
“registrada” de desempleo se redujo en el país durante el decenio de los
noventa, el número de personas que ocupan empleos de medio tiempo, mal pagados,
se ha disparado. Con la continua disminución de los empleos de salario mínimo,
grandes sectores de la población trabajadora quedan expulsados definitivamente
del mercado laboral: “el aspecto verdaderamente brutal de la recesión afecta
básicamente a las comunidades y a los nuevos inmigrantes de Los Ángeles, donde
la tasa de desempleo se ha triplicado y donde no existe una red de protección
social . La caída es libre; la vida de las personas, literalmente se desmorona
cuando pierden su empleo de salario mínimo”.[10]
La reestructuración económica ha creado, a su vez, profundas divisiones entre
clases sociales y grupos étnicos. El ambiente en las grandes ciudades está
marcado por el “apartheid social”: el paisaje urbano se ha compartimentalizado
siguiendo líneas sociales y étnicas. Y el estado se ha vuelto cada vez más
violento en el manejo del disentimiento social y en la represión de los
movimientos sociales.
Con la ola de fusiones corporativas, reducciones y cierre de plantas, todas las
categorías de fuerza laboral se han visto afectadas. La recesión golpea a los
hogares de clase media y a los estadios más altos de la fuerza laboral. Al
limitar los presupuestos para la investigación, científicos, ingenieros y
profesionistas son despedidos y a los empleados públicos y funcionarios medios
se les ordena que se jubilen.
En el ínterin, los logros alcanzados en los primeros años de la posguerra se han
ido revirtiendo con la derogación de los planes de seguro de desempleo y la
privatización de los fondos de pensión. Se cierran hospitales y escuelas y con
ello se crean las condiciones para la privatización de los servicios sociales.
Notas:
[1] Associated Press, 14 de agosto de 1993.
[2] “The wind in the Balkans”, The Economist, Londres, 8 de febrero de 1997, p. 12.
[3] Jonathan C. Randal, “Reform coalition wins Bulgarian Parliament”, TheWashington Post, 20 de abril de 1997, p. A21.
[4] Federación Coreana de Sindicatos, “Unbridled freedom to sack workers is no solution at all”, comunicado, Seúl, 13 de enero de 1998.
[5] Erick Ekholm, “O the road capitalism, China Hist. A nasty curve: Joblessness”, The new York Times, 20 de enero de 1998.
[6] Ibid.
[7] Véase Banco Mundial, 1990 worl development report, Washington, 1990.
[8] En Estados unidos, la mayoría de los empleos creados en los ochenta eran por contrato de medio tiempo o temporales. Véases Serge Halimi, “Mais qui donc finance la création de millions d’emplois aux États-Unis”, Le monde Diplomatique, marzo de 1989.
[9] Véase earl Silber y Steven Sabih, “UAW and the ‘cat’ defeat”, Against the Current, julio-agosto de 1992.
[10] Mike Davis, “Realities of the rebellion”, Against the Current, julio-agosto de 1991, p.17.[11] .
[2] “The wind in the Balkans”, The Economist, Londres, 8 de febrero de 1997, p. 12.
[3] Jonathan C. Randal, “Reform coalition wins Bulgarian Parliament”, TheWashington Post, 20 de abril de 1997, p. A21.
[4] Federación Coreana de Sindicatos, “Unbridled freedom to sack workers is no solution at all”, comunicado, Seúl, 13 de enero de 1998.
[5] Erick Ekholm, “O the road capitalism, China Hist. A nasty curve: Joblessness”, The new York Times, 20 de enero de 1998.
[6] Ibid.
[7] Véase Banco Mundial, 1990 worl development report, Washington, 1990.
[8] En Estados unidos, la mayoría de los empleos creados en los ochenta eran por contrato de medio tiempo o temporales. Véases Serge Halimi, “Mais qui donc finance la création de millions d’emplois aux États-Unis”, Le monde Diplomatique, marzo de 1989.
[9] Véase earl Silber y Steven Sabih, “UAW and the ‘cat’ defeat”, Against the Current, julio-agosto de 1992.
[10] Mike Davis, “Realities of the rebellion”, Against the Current, julio-agosto de 1991, p.17.[11] .
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