Os dejamos con un artículo clásico de Muhammad Abderrahman Maanan publicado en WebIslam hace siete años, donde se nos explica el sentido de la acción fi sabilillah.
Bismil-lâhi r-ahmâni rahîm,
Rasululláh (s.a.s) dijo: “Innamá I-a’málu bin-niyyát” “las acciones valen lo que las intenciones”. Tu acción será más o menos valiosa, es decir, construirá o no para tí el Yannajunto a Allah, de acuerdo a la intención que se oculte detrás de ella.
Una acción es Fi Sabilillah, una acción está en el camino de Allah, cuando se propone claramente ese objetivo. Y es importante realizar acciones Fi Sabilillah porque son los materiales con los que forjamos nuestro destino para después de la muerte. Cualquier musulmán sabe que esto es trascendental. Con las acciones Fi Sabilillah diseñamos el Yanna que nos espera.
Para que ello sea así, deberemos aprender qué es una acción Fi Sabilillah, sólo de ese modo será realmente efectiva y labrará nuestro porvenir junto a Allah.
La condición inicial es la Niyya, la intención. Nuestros actos como musulmanes serán Fi Sabilillah si realmente queremos que lo sean. El hadiz con el que comenzábamos el artículo: “Las acciones valen lo que las intenciones”, nos aclara el significado de estas palabras con una imagen. Nos propone el ejemplo de los que emigraron de Meca a Medina. Lo hacían para abandonar y dejar atrás la idolatría en un viaje simbólico hacia Allah. Pero entre ellos había uno que realizaba el mismo acto, pero su deseo verdadero era seguir a una mujer a la que amaba y con la que esperaba casarse. En el hadiz no se le censura su acción, sino que se dice simplemente que su acto no obtendrá el mismo favor que el de los demás. Podrá o no conseguir la mujer amada, mientras que los otros, según nos enseña ese hadiz, ya han conseguido a Allah por la simple fuerza de su intención. El que busca a Allah ya lo ha encontrado.
Junto a la intención o Niyya, y siendo su acompañante necesario, está el ijlás. El ijlás es sinceridad y desinterés. Al insistir en el ijlás, se está diciendo que debe quedar claro que el único objetivo de esa acción es que nos sirva ante Allah. Es decir, no podemos esperar ni recompensa ni gratitud por lo que hacemos. Y ésta es la condición más dura y más difícil de cumplir. Es difícil hacer algo y no esperar algún tipo de reconocimiento, sin embargo, sólo ese desapego es el que hace del acto algo capaz de construir para nosotros el Yanna. Que al hacer algo, nos de igual que por ello se nos elogie o se nos censure, es prácticamente imposible, pero es una condición ineludible. Por ello sabemos que es necesario que nos eduquemos en esa forma de actuar.
Sólo es efectivo junto a Allah aquello que lo tiene a Él como única meta. Él es Uno y no acepta que se le asocie nada. Esto es lo que tenemos que tener siempre en mente y absolutamente claro. Si una acción nuestra no espera nada de nada ni de nadie, sino sólo de Allah, esa acción será forjadora y fecunda.
Cualquier acto nuestro, ya sea un Salat, un Saum (ayuno), un gesto de generosidad, o bien construir una mezquita o limpiarla, o cualquier acción trascendente de la que no esperemos otro fruto que el Yanna, sin duda es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos si confiamos en Allah.
Todo esto no significa otra cosa que la de habernos vuelto capaces para trascender la inmediatez. Significa dejar atrás las prisas. Significa ni más ni menos que hemos dejado de ser débiles. La debilidad necesita satisfacciones de manera rápida, mientras que la fortaleza de espíritu sabe esperar.
Si lo que te mueve a actuar en este mundo es la necesidad de que se reconozcan tus méritos, puede ser que lo logres o no. Si esperas que tus méritos sean reconocidos por Allah solo en Él debes poner entonces tu atención, y saber que Él es el Único y debe ser el Único para tí. Esto es lo que significa ijlás, y quien carece de ijlás carece de futuro ante Allah. Quien no tiene ijlás no está sembrando nada, y no tendrá nada que recoger cuando Allah lo convoque con la muerte ante sí.
El ijlás no es sino signo de una extraordinaria generosidad. Es la generosidad del que no tiene anteojeras. Y el ijlás es abundancia y exhuberancia. El ijlás es señal de que el que lo tiene, no tiene límites. Por ello, Rasululláh (s.a.s.) dijo: “Quien construya un edificio sin que para ello no cometa una injusticia contra nadie, o bien siembre un huerto sin que para ello no cometa ninguna injusticia, será recompensado por ello”, es decir, su acto es según el ijlás, con el que construye el Yanna, para el que actúa, así sí permite que su acción sea de utilidad para las criaturas.
En otra ocasión dijo: “Cualquier musulmán que siembre un huerto y plante en él lo que sea, y sea de provecho para otros, su acto es considerado una señal de generosidad”. Es decir, todo aquello con lo que procures un beneficio a los que te rodean puede ser convertido por tu Niyya, por tu intención, en un acto Fi Sabilillah, en un acto de ijlás. Hasta incluso en lo que redunde en tu propio beneficio, y ello si en tí hay desapego. Ese beneficio que redunde en tu favor será para tí entonces generosidad de Allah, y no fruto de tu acción, porque el único fruto que verdaderamente esperas es el Yanna. Es como si el beneficio inmediato de tu acción fuera en realidad indirecto, un regalo de Allah, ya que es como si no lo esperaras. Conseguir que en esto no haya fingimiento es difícil, pero signo de que existe ese fingimiento es que te molestará que tu acción no tiene ese fruto inmediato, no se te reconociera o se te censurara. Si se te reconoce esa acción, y te da igual, o si no se te reconoce, y te da igual, es señal de que estás en el buen camino que conduce al Yanna.
Si todo lo haces con la intención de agradar a Allah, es decir, crear junto a Él un espacio que te satisfaga, lo encontrarán sin duda. Y entonces resulta que tu vida es aparentemente normal: no te diferenciarán en tus actos del resto de la gente, pero interiormente eres un océano de nobleza. Y es porque has eliminado las barreras que frustran normalmente a los hombres. Quiere decir que tu vida es según el ijlás.
El Islam tiene significados profundos y formas fáciles para realizar esos sentidos abismales. El Islam no nos exige nada fuera de lo común, sino ser fundamentalmente sinceros y honestos. Nos enseña, eso sí, las connotaciones transcendentales de todo lo que podemos hacer posibilitando con ello el que podamos profundizar y sacar jugo a lo más fácil. El Islam simplemente nos enseña y nos exige hacer el bien, pero nos ordena a la vez abrirnos totalmente en eso que hacemos para recibir nosotros mismos sus bendiciones mas abundantes. Allah ha puesto en las cosas más sencillas caminos para subir a cumbres inalcanzables.
El Islam es sentido común, un sentido común capaz de abarcar los cielos y la tierra. Ese es el obsequio que nos ofrece el Islam. El Islam nos ofrece la posibilidad de ser inmensos sin tener que romper con nuestra condición humana. El Islam nos enseña que en lo que somos o podemos ser, en lo que hacemos o podemos hacer, hay una inmensidad al alcance de nuestras manos, Y nos enseña que es muy fácil extender la mano y apoderarse de esa grandeza.
Este artículo fue publicado en WebIslam el 16/01/2012.
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