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martes, 22 de diciembre de 2020

Fusilamiento de José María Morelos y Pavón

 Fusilamiento de José María Morelos y Pavón

Muy poco pudo dormir en su celda el Siervo de la Nación la noche anterior. El recuerdo de su madre Juana María Pérez Pavón le interrumpía el sueño. No era sólo ella la que acudía a sus pensamientos causándole insomnio, eran también sus hijos, sus amigos, pero sobre todo el futuro de su patria, su gran nación a la que quería ver liberada e independiente ¿lograría su cometido? ¿Su próxima muerte serviría para liberarla? o ¿sería su sacrificio en vano?
Recordaba también como había sido capturado hace algunas semanas, ese fatídico cinco de noviembre en la población de Temalaca por Matías Carrasco a quien le regaló su reloj por no matarlo en el momento abrigando la esperanza de que lo rescataran sus compañeros de lucha. Algo que no sucedió.
El 17 de noviembre desde Tehuacán, el Congreso le solicito al virrey mediante una carta que respetara la preciosa vida del general Morelos. Por supuesto Callejas no tomó en cuenta el documento y siguió con los juicios contra Morelos. Juicios que Morelos comparaba con un tornado.
Primero se le expulsó del seno de la Iglesia Católica, de todos los beneficios que en funciones de sacerdocio pudiera haber tenido, después lo entregó a la autoridad civil para que le fueran aplicadas las penas más graves.
Los grilletes que le fueron puestos en la cárcel de La Perpetua de la Santa Inquisición de la Nueva España le pesaban y provocaban dolor, un dolor que se comparaba con el frío y temor que sintió en las mazmorras antes de ser conducido a la cárcel de La Ciudadela escoltado por doscientos soldados. Esos grilletes que no le serían quitados hasta que lo fusilaran.
¡Por fin amaneció! Morelos escuchaba el dulce canto de los pájaros a lo lejos, disfrutando por última vez los sonidos matutinos.
¡Había llegado el momento! Con las últimas fuerzas que tenía se levantó y desayunó un pan con café. Después fue encadenado
de manos y pies, con trabajos subió a una carroza custodiada por 50 soldados y salieron rumbo a Ecatepec, un poblado pequeño fuera de la ciudad donde sería fusilado.
Al pasar por la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe intentó hincarse pero el peso de las cadenas no se lo permitió. Lo único que pudo hacer fue encomendarse a ella con el pensamiento.
El viaje fue largo y penoso, llegó a Ecatepec a la una de la tarde. El sacerdote Miguel Salazar fue quien escuchó la última confesión de Morelos y quien preparó su sepultura. José María Morelos rezó el Salmo 51.....cuando escuchó el redoble de los tambores tomó un crucifijo y exclamó:
“Señor, si he obrado bien, tú lo sabes, pero si he obrado mal, yo me acojo a tu infinita misericordia”.
Después lo obligaron a hincarse dándole la espalda al pelotón. A la voz de mando sonaron dos descargas.
A las cuatro de la tarde del viernes 22 de diciembre de 1815, José María Morelos y Pavón el autor de Los Sentimientos de la Nación, había muerto. Fusilado por la espalda como un traidor el hombre que comprometió su vida por una nación independiente, el que a nuestra forma de ver es el verdadero padre de la patria.
Texto Historias de Tierra Sagrada.

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