El polvorín árabe
Los acontecimientos en el Norte de África que implican a las sociedades árabes de Túnez, Argelia, Egipto, más las de Jordania, Yemen y las que posiblemente se verán contaminadas por esta explosión de violencia que nadie esperaba, necesitan de un análisis que no se vea arrastrado por la gravedad de los sucesos.
Creer como algunos periodistas y analistas sostienen que estamos ante una explosión de sentido común que surge desde las depauperadas masas árabes que reclaman la democratización de sus sociedades y estructuras sociales, tiene poco sentido de la realidad, es el fruto simple del deseo propio de quienes siguen instalados en la mentalidad de una juventud en lucha desde su Facultad universitaria. Nada permite pensar por el momento que esto sea así y solo el mal sueño de una mentalidad progresista que no ha sabido digerir los profundos cambios que en su propio universo occidental están aconteciendo, le induce a pensar que en el mundo está regresando de nuevo a una etapa de cambio y avance en los grandes propósitos que todavía guardan muchos sobre los movimientos sociales que pretenden el cambio de las estructuras actuales que creen estar caducas e incapaces de liderar el futuro que se avecina. La crisis global que afecta a toda la humanidad deja sin argumentos a cuantos sostienen estos ideales defenestrados hace 20 años tras la caída del Muro de Berlín y el fracaso de las sociedades socialistas y con ellas el gran cambio que tenían preparado para toda la humanidad. Estos cambios no solo no van a llegar nunca, sino que los que están por llegar y de los cuales estos sucesos son solo la avanzadilla de los que se avecinan, muestran un futuro muy incierto para toda la humanidad. Nada permite creer hoy que tras estos acontecimientos en el Norte de África estén los anhelos y deseos de sociedades más justas, mejores, más iguales y democráticas, todo está en el aire, nada será mañana lo que hoy parece ser porque no estamos ante reclamaciones de sociedades estructuradas, tampoco es la lucha orquestada por minoría selectas e ilustradas capaces de liderar tan serias aventuras y con raíces profundas entre la población árabe. Nada nos permite afirmar que así sea por mucho que se lo crean estos modernos guardianes del pensamiento crítico y selecto. Lo que puede estar cociéndose tras estas algaradas es nada más y nada menos que el último envite de sectores radicales para despejar su camino hacia el control de las calles, masas y sociedades árabes porque estamos tal vez en el preámbulo del combate total. Nada es gratuito en esto que sucede en África del Norte, tampoco lo es que la chispa salte en Túnez y termine por incendiar a Egipto, tal vez forme parte de la estrategia que desde ámbitos islamistas radicales y feroces tienen prevista y que se ven en la necesidad de llevar adelante porque los acontecimientos en la zona no marchan según sus previsiones y planes.
No deberíamos desechar esta conclusión y quedarnos con las explosiones de sentido común en las calles de El Cairo es morder el anzuelo y perder la pista, puede ser el señuelo que nos desvíe de la verdadera faz de esta situación.
Las calles árabes, egipcias, tunecinas o argelinas tienen en común muchas cosas no obstante sus diferencias. Todas están sometidas a regímenes totalitarios con matices y variables.
Todas están desde hace décadas bajo sistemas autoritarios, unipersonales, con apariencia de Repúblicas pero solo eso, apariencia. En todas esas mismas sociedades cunde el hambre, paro, ruina y fracaso. La frustración es la peste que asola a todas las capas sociales excepto las más beneficiadas que son las menos, dicho de otra forma, la riqueza está en pocas manos mientras la pobreza los está en manos de la mayoría, caldo de cultivo de cualquier violencia y frustración, inexplicable hasta hoy su silencio.
¿Por qué hoy surge con tanta virulencia?
No es fácil explicarlo pero sí puede serlo sabiendo el marco general donde está surgiendo. Irán está al borde de conseguir su ansiada bomba nuclear, pero Occidente se los está poniendo muy complicado. Irán mueve peones en Líbano y Gaza, además de situar sus barcos de guerra desde hace pocos días en el Mediterráneo, dato muy desconocido para la mayor parte de la opinión pública y que tiene en alerta a las potencias de la NATO e Israel. La chispa de Túnez, calculada y amortizada ya a estas alturas por la explosión de Egipto, tiene como consecuencia la extensión hacia el resto del mundo árabe e islamista en general con efectos devastadores si consigue sus propósitos.
El pulso puede consistir en desestabilizar el Mediterráneo y con ello poner en apuros a Israel que sigue siendo el principal factor que impide el progreso y avance de los planes de Teherán para hacerse con el control de todo Oriente Medio, cuya ambición en volver a recuperar el Imperio Babilónico nunca ha sido negada por Teherán.
Cualquier cambio de estatus en el Mediterráneo conlleva el seísmo para el resto de las naciones a sus orillas. Modificar la situación en Túnez es la primera pieza del tablero, la siguiente es Egipto y para ello nada mejor que acelerar el proceso. Luego vendrá Libia, Gadafi ya tiene fecha de caducidad. Marruecos sería entonces pan comido y con ello España, país con una debilidad extraordinaria y puerta Sur de Europa, abierta y sin exclusas que levantar para frenar el proceso abierto. Zapatero ha sido un ejemplar e inútil peón de esta estudiada estrategia, su debilidad como gobernante será un hito para la historia. Pero el gran bocado es sin duda alguna Israel y es ahí donde todas los ojos volverán de nuevo a fijar su vista porque si Israel cede, todo cambiaría. Eso creen ellos. Pero si los EEUU de América dudan sobre qué hacer, cómo, dónde y cuándo, Irán junto a Siria y otros países árabes que hoy parecen amigos pero mañana podrían ser enemigos, estarían echando un serio pulso a Occidente y con ello desestabilizar nuestras adormecidas y enloquecidas sociedades instaladas en la imbecilidad de quien se mira a sí mismo y permanece ciego ante los peligros que le están acechando.
Europa es la clave y si cae, los EEUU se quedarían sin el “portaaviones” continental que le permitiría poner límites a esta ruina. No es algo descabellado pensar así, y permanecer en el buenismo al creer que los árabes están reclamando y exigiendo a sus Gobiernos en las calles es más democracia, simplemente es cosa de cretinos y mendrugos ciegos que viven en las nubes de sus sueños y delirios. Atentos pues a lo que Israel decida en las próximas horas porque ahí estará la clave de toda esta explosión de “anhelos democráticos” árabes, conceptos antagónicos entre sí.
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