La Farmacia de Al-Ándalus: El Ciprés y el Árbol de la Vida
Simbólico árbol de la Muerte es también el balsámico árbol de la Vida
15/12/1996 - Autor: Habibullah Casado - Fuente: Verde Islam 5
Hoy vamos a hablar del ciprés, un árbol que todos conocemos pero del que, en realidad, sabemos muy poco.
El ciprés es un árbol alto, enhiesto, perennemente verde y de gran longevidad. Su madera, dura, incorruptible, desprende un suavísimo y agradable olor.
Simbólico árbol de la Muerte es también el balsámico árbol de la Vida, porque es capaz de devolver la salud a cuantos acuden a él, enfermos del pecho, a respirar sus esencias. Su porte delgado y estrecho, altísimo, parece un dedo señalando al Cielo, señalando a Allah.
En el mundo occidental estaba el ciprés antiguamente consagrado a Plutón, cuya frente se coronaba con su ramaje, y por eso también se solían esparcir sus ramas a las puertas de las casas de los difuntos. Desde entonces, hace más de veinte siglos, adorna los cementerios de los pueblos de la cultura cristiana en toda la cuenca mediterránea. E incluso ha dado nombre a una isla, Chipre, cuyos habitantes le rindieron culto en épocas remotas.
Una de las más antiguas representaciones del árbol de la vida -el ciprés- la encontramos en el Egipto faraónico, concretamente en la tumba de Inkerkhaoni (XX Dinastía). En la pintura al fresco vemos a la serpiente Apopis —divinidad del mundo de los muertos— muerta por un felino —símbolo solar—; con ello se impone el optimismo, la vida, la esperanza; muy lejos, por lo tanto, de las concepciones latinas del ciprés.
También la civilización islámica sintió admiración por el ciprés, como lo hiciera con la palmera. En la decoración de mosaicos del Palacio Imperial de Topkapi, en Estambul, vemos representados siete altivos cipreses emparejados con doce ramos. Los epitafios de las tumbas musulmanas de Anatolia, en Turquía, están decorados, en su mayoría, por cipreses, artísticamente representados, lo que les confiere un halo de serenidad y de inmortalidad. Lo que vuelve a contrastar con el sentido necrológico que en occidente, y como herencia de los romanos, le damos a nuestros cementerios.
Durante los dos siglos y medio de establecimiento del Islam en Sicilia, los musulmanes introdujeron en la isla el cultivo del ciprés. Ahora, mil años después, estos esbeltos árboles, envueltos en rosadas buganvillas, sirven de telón de fondo a los impresionantes templos griegos y romanos. Y en la capital, el Jardín Botánico de Palermo conserva los mayores cipreses de Europa, con más de 1.200 años de historia.
Pero volvamos a nuestra tierra, al jardín de Al-Andalus. En la localidad granadina de Vélez Benaudalla se está rehabilitando un hermoso jardín islámico correspondiente al reino nazarí (siglos XIII y XIV), en donde se encuentran los más altos cipreses de nuestro país, con más de cuarenta metros de altura. Desde la terraza central, donde se hallan los robustos árboles que flanquean un antiguo aljibe, podemos contemplar el impresionante desfiladero de los “caracolillos de Vélez”, con el sofisticado sistema de regadío árabe todavía en uso -azud- que garantiza la fertilidad de estas tierras de la España tropical. Y cómo olvidar el paseo de cipreses más legendario de la España islámica, el del Generalife de la Alhambra de Granada, donde los altivos árboles, con más de seis siglos de historia y 30 metros de altura, constituyen una doble pared natural, siempre verde, en cuyo interior los rayos solares no pueden entrar.
Y ahora vayamos al lejano Oriente. Los chinos no distinguían con claridad entre Thuya y Cupressus. Por eso los comentarios que siguen se refieren por igual a ambas especies.
En la China antigua se suponía que el consumo de las semillas del ciprés procuraba la longevidad, pues eran ricas en substancia yang. La llama obtenida por la combustión de las semillas permitía la detección del jade y del oro, igualmente substancias yang y símbolos de la inmortalidad.
En el Japón, una de las maderas más usadas en los ritos del shinto es una variedad del ciprés, el hinoki. Se utiliza en la fabricación de diversos instrumentos, como el shaku (cetro) de los sacerdotes y, sobre todo, es de destacar que el fuego ritual se enciende por frotamiento de dos trozos de hinoki. Esta madera es igualmente la que sirve para la construcción de los templos, como el de Isé. Se vuelven a encontrar aquí manifiestamente las nociones de incorruptibilidad y pureza.
En cuanto a los usos medicinales del ciprés podemos decir que la mayoría se derivan de la cantidad de tanino que contienen sus frutos, sobre todo antes de alcanzar su completa madurez. Dicho tanino le confiere una poderosa acción astringente y vasoconstrictora, equiparable y aún superior a la del avellano de bruja (Hamamelis virginica). Esta propiedad se utiliza, tanto por vía interna como externa, para tratar con eficacia problemas como las hemorroides, las varices, las hemorragias uterinas, la diarrea, la hemoptisis (tos que arrastra sangre de los pulmones), la incontinencia urinaria (nocturna) de los niños. También, y por su contenido en esencia y otros principios, se utiliza como diurético, suavemente febrífugo, sedativo de la tos, calmante bronquial (incluso contra el asma) y expectorante.
Para uso interno se recomienda utilizar el cocimiento de la nuez, no completamente madura, a razón de 25-30 gramos de la misma, bien machacada, y un litro de agua, en el cual se deja hervir durante 10 minutos. Se toma un vaso antes de cada comida (en total 3 vasos al día), con el estómago vacío.
El mismo cocimiento, pero con mayor cantidad de agua y más concentrado, se utiliza para uso externo. Por ejemplo en baños de asiento para las hemorroides, en compresas empapadas con el mismo para las hernias y prolapsos, las úlceras y heridas abiertas, y las varices.
También la esencia de ciprés, similar a la del cedro, tiene propiedades medicinales. Es sobre todo un excelente antiespasmódico. Echada, por ejemplo, en agua hirviendo da vahos adecuados contra los accesos de tos convulsiva y para el asma. El complejo efecto que ejerce sobre la respiración la hace adecuada para el tratamiento de la bronquitis y el enfisema, por no hablar de su reconocida eficacia para tratar la gripe (Valnet).
También tiene un profundo efecto, por sus cualidades cuasi-hormonales, sobre el aparato reproductor femenino. Por ello se viene utilizando para el tratamiento de la dismenorrea y de algunos trastornos de la menopausia.
Su color es claro, y su perfume posee una cualidad leñosa que evoca un poco el olor de las especias. Los antiguos decían que era un olor que ofendía al cerebro, pudiendo provocar en personas predispuestas un ataque de “gota coral” (epilepsia).
También a la Tuya o Pinotea, muy similar al ciprés, se la conoce con el sobrenombre de “árbol de la vida”. Hay dos especies, la Thuya orientalis del Japón y China, con hojas asurcadas en el dorso, y la Thuya occidentalis, del NE de Norteamérica, que no tiene este carácter folial. Ambas se cultivan mucho como ornamentales. Si se corta una ramita y se la coloca en un vaso de agua al cabo de medio año el agua permanece igual, ni se ha evaporado ni se ha enturbiado. En ciertos países islámicos la gente suele cortar ramas de este árbol y las echa a los pozos y cisternas. Flotan sobre la superficie y mantienen “viva” el agua.
Esta conífera tiene también notables propiedades terapeúticas. Es un buen expectorante y excitante de la sudoración, diurético y sedante de los estados inflamatorios de los órganos urinarios, estando indicado en las afecciones de la próstata y en la incontinencia de la orina. Por vía externa se emplea con éxito para combatir papilomas, verrugas, condilomas y otras excrecencias anales. Estudiosos de indiscutible seriedad y competencia (Raliquet, Bardeau, Valnet) la califican de apta para detener el desarrollo de tumores y en los “estados cancerosos” (terreno cancerígeno). También es un excelente antiparasitario, y P.Belaiche lo considera muy útil para los “accidentes alérgicos”.
Tampoco hay que olvidar el gran uso que de la Tuya hace la medicina homeopática, considerándola uno de sus medicamentos constitucionales más importantes.
En cuanto a su modo de empleo alopático se pueden usar el cocimiento (hervir 20 grs. de ramitas secas durante pocos minutos en un litro de agua y dejar reposar un cuarto de hora, tres ó cuatro tazas al día), la tintura (macerar durante una semana 20 grs. de ramitas secas desmenuzadas en una mezcla de 55 grs. de alcohol puro y 25 grs. de agua destilada. Exprimir bien y colar. Conservar en frasco de vidrio oscuro con cuentagotas. (Tomar 8-12 gotitas dos ó tres veces al día en un poco de agua u otra bebida) o el aceite esencial (tres ó cuatro gotas , 2-3 veces al día, en una cucharadita de azúcar o mezclado con miel disuelta en agua caliente).
Para uso externo, diluir la esencia en igual cantidad de aceite de oliva y de alcohol. Aplicar en dermatosis, forúnculos, micosis, papilomas, verrugas, hemorroides, etc.
Y con esto acabamos el artículo de este mes. Nos veremos en el próximo número de la revista, si Dios quiere.