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domingo, 23 de junio de 2019

Tercera guerra mundial es contra el Islam

Árabofobia e Islamofobia
¿Una guerra contra el Islam?
Khalil Shikaki
Osama Ben Laden puede haber perdido una batalla en Afganistán, pero un año después todavía puede ganar una guerra, la que algunos llaman "choque de civilizaciones". Inicialmente, la administración de Bush intentó distinguir entre el Islam como religión y los extremistas musulmanes como tales los que sembraron el terror el 11 de septiembre. El enemigo no era el Islam, sino Al-Qaeda y Ben Laden, declaró el presidente Bush.

Un año después, sin embargo, muchas personas de Medio Oriente ven que una cultura de odio y prejuicio es sostenida por algunos de los aliados domésticos de la administración de Bush inscriptos en la derecha cristiana. Mientras la administración cuestiona el sistema educativo de Arabia Saudita y su adhesión a una interpretación extrema del Islam, es el propio Islam, según la principal corriente fundamentalista norteamericana, el perverso, culpable y enemigo.

La cauta actitud inicial de la Casa Blanca hacia el Islam como religión dio paso a lo que la mayoría en la región percibe ahora como una guerra contra el Islam. La guerra contra Afganistán, la amenaza de guerra contra Irak y el rechazo norteamericano de cualquier distinción entre el terrorismo de Al-Qaeda y la violencia de los palestinos y los cachemires convencieron a la gente de que Estados Unidos está usando la guerra contra el terrorismo como un instrumento de lucha contra los musulmanes y el Islam.
No fue así como se percibió inicialmente la crisis del 11 de septiembre en el Medio Oriente. La primera reacción pública fue una mezcla de horror y hartazgo, acompañada por el rechazo. Pero ese sentimiento rápidamente se convirtió en ira. El malestar árabe se produjo una vez que quedó claro que EE.UU. sólo buscaba venganza, y tenía poco o ningún interés en revisar su prolongada política dual de apoyo a la ocupación de Israel de los territorios palestinos en una mano y la ayuda a la consolidación del autoritarismo político árabe a cambio de petróleo y la estabilidad en la otra. Estados Unidos no ha mostrado buena disposición para admitir ninguna responsabilidad por crear las condiciones que generaron odio y encolerizan la calle árabe contra su política. De hecho, la alianza de EE.UU. con Israel ha sido consolidada, aunque esta alianza alimente la llama del extremismo antinorteamericano.

Israel fue estimulado a mostrar su guerra contra los palestinos como una continuación de la guerra contra el terrorismo, y en marzo último fuerzas israelitas - con la aprobación norteamericana - tuvieron luz verde para reocupar virtualmente toda Cisjordania.

Por otro lado, los palestinos entendieron su violencia como una resistencia legítima a la ocupación y buscaron distinguirse del terrorismo de Al-Qaeda. Verdaderamente, las autoridades palestinas ejercieron presión para lograr que los islamistas palestinos se abstuvieran de concretar ataques suicidas contra civiles israelíes para evitar que se los asimilara con Al-Qaeda, pero esa política rápidamente quedó superada cuando Israel retomó su campaña de asesinato selectivo de dirigentes palestinos. La escalada militar domina ahora las relaciones palestino-israelíes.

El cambio en la posición norteamericana también trajo un nuevo principio rector de su política exterior en la región: "el cambio de régimen". Ahora, los Estados Unidos defienden el cambio violento del régimen iraquí, pero en la región la amenaza de guerra causa gran preocupación, y el pueblo teme desde una mayor inestabilidad regional hasta el uso de armas no convencionales.

Inclusive en Palestina, un país totalmente diferente de Afganistán y aun de Irak, la administración de Bush la administración se ha comprometido en un "cambio del régimen", complicando así la reforma política palestina, mientras releva a Israel de la necesidad simultanea de terminar con su ocupación de territorios palestinos y devolver a la mesa de negociaciones.

El 11 de Septiembre ha generado otra dinámica. El control más estricto sobre el movimiento de ciudadanos y capitales árabes desde y hacia los Estados Unidos implica un ataque norteamericano a las políticas de globalización. Los esfuerzos de EE.UU. y de la comunidad internacional por secar las fuentes de apoyo financiero a los extremistas musulmanes produjeron una pobreza mayor, dado que esos esfuerzos también limitaron los servicios sociales que los islamistas venían proporcionando a los más pobres de los pobres. Occidente no hizo ningún esfuerzo por proporcionar fuentes alternativas de apoyo social. Imponiendo restricciones en los derechos individuales, los regímenes en la región también vieron limitado el pequeño progreso que se había experimentado en materia de democratización y liberalización.

Algo positivo, sin embargo, fue generado por el terror del 11 de septiembre: afectó el discurso intelectual en la región. Muchos empezaron a preguntarse qué estaba pasando en las condiciones socioeconómicas y políticas de la sociedad árabe, así como sus normas y valores, para empujar a 19 hombres jóvenes, religiosos, al borde de locura.

Ha habido algunas conclusiones interesantes. El Informe de Desarrollo Humano árabe encontró serias limitaciones en la gobernabilidad, la participación de las mujeres y la adquisición de conocimiento en el mundo árabe como causantes de la falta de desarrollo regional. El debate todavía es intenso, y debe esperarse que continuará movilizándose hacia el descrédito y la exposición de los peligros del extremismo.

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La fuente:
 Khalil Shikaki es director del Centro Palestino de Investigación Política en Ramallah y docente invitado en The Brookings Institution, en Washington. Este artículo ha sido publicado previamente por The Guardian, de Londres. La traducción al español pertenece a María Masquelet para El Corresponsal.
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