Obama: cantando la misma canción
La semana pasada Univisión 23, con sede en Miami, entrevistó al presidente Obama y le pidió que comentara acerca del potencial para mejores relaciones con Cuba, basándose en los importantes cambios económicos que tienen lugar en la isla. Su respuesta, evidentemente dirigida a la comunidad de derecha extrema del exilio, sonó más como algo que su predecesor hubiera dicho.
“Aún no hemos visto esos cambios de manera realista. Es decir, hemos oído algunas declaraciones, pero lo cierto es que los prisioneros políticos aún están ahí y que debieran haber sido liberados hace mucho tiempo y en primer lugar nunca debieron ser arrestados; la disidencia política aún no se tolera. El sistema económico todavía está muy constreñido. Así que espero que Cuba comience a entrar en el siglo 21. Si uno se pone a pensar, Castro ascendió al poder cuando yo no había nacido –aún está ahí y básicamente tiene el mismo sistema, mientras el resto del mundo ha reconocido que el sistema no funciona. Evidentemente, todo lo que hacemos como administración va a estar enfocado en cómo llevamos más prosperidad y más libertad al pueblo cubano. Y yo daría la bienvenida a un verdadero cambio por parte del gobierno cubano, pero aún no hemos visto que hayan realizado ese cambio”.
No es la primera vez que Obama ha hecho tal declaración que indica que, independientemente de los cambios económicos o políticos que tengan lugar en Cuba, no será suficiente. Básicamente dijo lo mismo hace unos meses ante un grupo de medios latinos. Obama está cantando la misma canción –imponer la insistencia norteamericana en un cambio según sus normas, antes de que pueda considerarse cualquier medida hacia la normalización. Los críticos aseguran que EE.UU. constantemente minimiza las reformas en Cuba como insuficientes, indicando que no desea alentar el cambio, sino solo la reintegración de la isla a la esfera política y económica de Estados Unidos.
Parece que Obama apoya esa estrategia, lo que hace aún más decepcionantes e hipócritas sus actuales comentarios, si nos basamos en lo que dijo previamente.
En 2003, categorizó la diplomacia hacia Cuba como un fracaso total, y explicó: “Apoyo una eventual normalización. Y es absolutamente cierto que creo que nuestra política ha sido un fracaso. Durante toda mi vida Cuba ha estado aislada, pero no ha hecho ningún progreso en lo que respecta a los temas de derechos políticos y libertades personales. Así que creo que tenemos que cambiar de política”.
Durante el debate de los candidatos demócratas en febrero de 2008, él comentó acerca de una posible reunión con Raúl Castro. “Tenemos ahora una oportunidad de cambiar potencialmente la relación entre Estados Unidos y Cuba después de más de medio siglo. Me reuniría sin ninguna pre-condición, aunque… debe haber una preparación”.
Esas declaraciones engendraron un nivel de expectativa de que Obama tendría una perspectiva diferente de la cuestión cubana si fuera electo presidente. Lamentablemente, ese optimismo se ha desvanecido. La desilusión resultante ha sido expresada por muchos expertos en asuntos cubanos, incluyendo el jefe de la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana, Wayne Smith, el cual dijo: “Teníamos la esperanza de un nuevo enfoque. No lo hemos conseguido. Obama eliminó las restricciones a los viajes y remesas de cubano-americanos y permitió que unos cuantos funcionarios cubanos y figuras culturales vengan a Estados Unidos, pero eso es rodo. Las mismas actitudes que motivaban a la administración Bush en cuanto a Cuba parecen estar presentes en Obama”.
Los comentarios de Obama a Univisión son más desalentadores porque no ha permitido nada positivo en respuesta a los cambios que tienen lugar en Cuba. Al darse cuenta que estaba hablando a un público fundamentalmente en contra de las relaciones con su patria, así y todo era una descripción sorprendentemente estrecha e inexacta. Lejos de reconocer que el sistema de Cuba no funciona, puede asegurarse que gran parte de Latinoamérica se está acercando a segmentos del modelo cubano de justicia social, mientras que el resto del mundo está rechazando a la oligarquía que controla el capitalismo corporativo de estados Unidos.
La observación del presidente con relación a los presos políticos parece ignorar por entero la puesta en libertad de los llamados disidentes arrestados en 2003, y no concuerda con la mayoría de las organizaciones de derechos humanos que aceptan que Cuba tiene ahora pocos o ningún prisionero de conciencia. A no ser que Obama esté hablando acerca del único lugar en la isla donde se reconoce que quedan prisioneros políticos –la Base de Guantánamo.
Adicionalmente, su orden de que Cuba debe cambiar su sistema económico es el mismo disco rayado del pasado medio siglo de hostilidad norteamericana, y el gobierno de Castro simplemente responde que no es asunto de Estados Unidos ni de nadie el determinar cómo Cuba conduce su política interna. Para no mencionar la hipocresía de cómo Estados Unidos se relaciona con otros países, como la monarquía medieval de Arabia Saudí.
El predecesor de Obama, George Bush, Jr., era bien conocido y abierto acerca de su deseo de obligar a Cuba a cambiar según los términos norteamericanos. Aparentemente, Obama el candidato tenía la opinión contraria; Obama el presidente ha seguido totalmente el mismo camino. Y eso es lo que hace que sus comentarios sean tan decepcionantes e incongruentes. Al menos Bush Jr. era honesto. El viraje de Obama es el peor ejemplo de halago político. Sin embargo, él es un presidente norteamericano y como tal es susceptible a la misma invalidación interna bipartidista cuando se trata del importante estado de viraje de la Florida.
Hablar a la comunidad ultraderechista del exilio en Miami es fácil de hacer: es políticamente conveniente y está muy bien aceptado por los anti-castristas, entre los cuales atacar a Cuba es, según palabras, del abogado de Washington José Pertierra, “Como pedir pizza –es barato y fácil y todo el mundo te adora por hacerlo”. Sin embargo, la expectativa era que Obama superaría el pasado y se conectaría más con la nueva dinámica de la comunidad cubano-americana que las encuestas demuestran que se desplaza hacia una mayoría a favor de las relaciones con su país de origen, y no continuar con la misma vieja y cansada receta de fracaso.
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