La matanza que terminó con el mundo judío de Bagdad "Mufti y Hitler"
El 1 de junio de 1941, una matanza de judíos inspirada en el nazismo ocurrió en Bagdad, poniendo fin a dos milenios de coexistencia pacífica para la minoría judía de esa ciudad.
Algunos de los testigos de ese hecho retienen vívidos recuerdos a pesar de las siete décadas que han pasado.
Heskel Haddad, un niño de 11 años, estaba terminando su comida y se disponía a celebrar el festival judío de Shavout, sin siquiera sospechar que una multitud enardecida se aprestaba a apoderarse de la ciudad.
Miles de iraquíes musulmanes armados empezaron a arrasarlo todo, con espadas, cuchillos y armas de fuego.
Los dos días de violencia que siguieron son conocidos como el Farhud (que en árabe significa "la expropiación violenta"). Cerca de 800 judíos murieron, con los que se puso fin a una comunidad hebrea que databa del tiempo de Babilonia.
"Durante la primera noche de Shavuot, normalmente vamos a la sinagoga y nos quedamos la noche entera estudiando la Tora", dice Haddad, hoy un experimentado oftalmólogo en Nueva York.
"De repente, escuchamos gritos, "Alá, Alá" y sentimos disparos. Salimos al techo para ver qué estaba pasando, vimos los incendios y al resto de la gente subida a los tejados del ghetto dando alaridos, rogándole a Dios que los ayudara".
Mano roja
La violencia continuó durante la noche. Una mano roja, o hamsa, estaba pintada en las casas judías para destacarlas del resto. Las familias tenían que defenderse a como diera lugar.
Haddad recuerda los asaltantes que venían por la calle en la madrugada, y el momento en que observó desde el techo como empezaron a saquear la casa del vecino.
"Mi padre tenía un puñal en la mano para impedir que la gente nos atacara en el techo. Se me ocurrió una idea, rompí algunos ladrillos de las paredes y empecé a lanzarlos hacia abajo. Otros niños vinieron y comenzaron a lanzarles piedras a esta gente.
"Cuando le acertábamos a alguien y empezaba a sangrar, gritaban "Alá" y se iban. Y dejaban atrás lo que querían llevarse".
Algunas familias sobornaron a policías para que hicieran guardia, pagándoles medio dinar por cada bala que disparaban. Otros les deben la vida a musulmanes que asumieron grandes riesgos para protegerlos.
Seno cercenado
En una calle cercana, en un barrio donde residían judíos y musulmanes, vivía Steve Acre con su madre, viuda, y ocho hermanos, en una casa de propiedad de un musulmán.
Acre, hoy de 79 años, quien vive en Montreal, Canadá, se subió a una palmera el patio cuando comenzó la violencia. Todavía recuerda el grito "Cutal al yehud", que se traduce como "muerte a los judíos".
Desde el árbol, podía ver al dueño de la casa sentado frente a la fachada.
"Cuando la muchedumbre llegó hasta la casa, él les dijo que éramos huérfanos que se habían refugiado en esa casa y que no podían tocarnos. Si querían hacerlo, debían matarlo a él primero. Así que, suerte para nosotros, la muchedumbre siguió su camino, hacia otras casas", recuerda.
Entonces, los hombres cruzaron la calle y comenzaron a salir gritos de la casa de la mejor amiga de su madre.
"Más tarde, un grupo de hombres salió del inmueble y le prendieron fuego. Los hombres gritaban de alegría, alborozados, levantando en las manos algo que parecía un trozo de carne.
"Después, me enteré de que lo que llevaban era un seno. Le habían cortado el seno, la habían torturado antes de matarla: era Sabicha, la mejor amiga de mi madre.
Hasta el Farhud, Bagdad había sido un modelo de coexistencia pacífica entre judíos y árabes. Los judíos constituían un tercio de la población de la ciudad en 1941, y muchos de ellos se consideraban iraquíes primero y judíos, después.
Marea nazi
Entonces, ¿qué causó este terrible suceso?
Un mes antes, un abogado pronazi, Rashid Ali al-Gilani, había derrocado a la familia real de Irak y había comenzado a transmitir propaganda nazi por radio.
Sin embargo, se vio obligado a huir en medio de la humillación, luego de que fracasara un ataque contra una base de la Fuerza Aérea Británica, en las afueras de Bagdad.
El Farhud tuvo lugar en el vacío de poder que se produjo después.
En un trágico giro de los acontecimientos, resulta que el ejército británico podría haber intervenido para detener la violencia.
"Manifestación en Irak en 1941"
El 1 de junio, la caballería británica estaba a sólo 15 km de la ciudad, habiendo recorrido otros 1.000 km desde Palestina y Egipto con las órdenes de impedir que el petróleo iraquí cayera en manos de los nazis.
"Para verguenza de Gran Bretaña, el ejército no fue desplegado", dice el historiador Tony Rocca, coautor, junto a la sobreviviente del Farhud Violette Samash, del libro Recuerdos de Eden.
"Kinahan Cornwallis, el embajador británico en Bagdad, por razones propias, mantuvo nuestras fuerzas inmovilizadas en directa insubordinación respecto a las órdenes expresas de Winston Churchill de tomar la ciudad y garantizar la seguridad.
"En vez de eso, Cornwallis se fue a su residencia a cenar y a jugar al bridge".
Finalmente, el alcalde de Bagdad y la policía leal a la monarquía tomaron medidas para detener la violencia, e impusieron un toque de queda a las 5 de la tarde del 2 de junio.
Después del Farhud, la vida cambió radicalmente para los judíos de la ciudad. Hasta ese momento, Haddad había tenido muchos amigos musulmanes.
"De pronto, mi actitud cambió. Ya no me sentía iraquí. Sentía que era judío y me juré que mataría a un árabe", dice.
Un día, mientras nadaba en el río Tigris, vio que un hombre se estaba ahogando y ayudó a llevarlo a la orilla de manera casi instintiva.
"Cuandó volví a casa estaba conmocionado. No porque hubiera salvado al hombre sino porque no cumplí mi juramento de matar a un árabe. Fui a ver al rabino y me dijo que no se podía hacer un juramento para matar, sino sólo para ayudar.
"Eso fue lo que me estimuló a seguir medicina. Sabía que quería salvar vidas, no liquidarlas."
Persistente desconfianza
El antisemitismo que Hitler había exportado exitosamente a Irak hizo la vida insoportable para la comunidad judía.
Había arrestos frecuentes sobre la base de falsas acusaciones de espionaje y ejecuciones públicas de judíos prominentes.
Morris Zebaiba, un sobreviviente que vive en Londres, dice: "Aprendimos a vivir como los ratones. Si no lo hacíamos, nos escupían o arrestaban".
En 1950, los judíos fueron finalmente autorizados a abandonar Irak, a condición de que dejaran atrás todas sus propiedades y posesiones, incluyendo cuentas de banco.
Para 1952, sólo 2.000 de los 150.000 judíos permanecían en el país.
Acre y Haddad todavía sienten una persistente desconfianza de los británicos por no haber detenido la violencia.
Para Haddad, otra herencia del Farhud es una contradictoria actitud hacia los musulmanes iraquíes.
Como médico, ha operado gratis a iraquíes heridos, ha visitado Irak como asesor del gobierno, y es descrito por el embajador iraquí en Washington como "el mejor iraquí que conozco".
Pero a la vez que tiene muchos amigos que son iraquíes musulmanes, se mantiene en guardia en presencia de otros.
"Tengo ese sentimiento, una especie de desconfianza que me viene del Farhud." dice
"Es algo emocional que no se puede erradicar fácilmente".
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