¿Quiénes son los descendientes de la civilización perdida de Hiperbórea?
Un continente, o isla de leyenda, es el de Hiperbórea, que habría ocupado una parte de las regiones árticas actuales, antes de la modificación del eje terrestre, que implicó la segunda glaciación universal. Esta civilización debió florecer hace más de 60.000 años durante el último período interglacial. Los griegos conservaron el recuerdo de esta “Tierra del Sol Eterno” que se extendía “más allá del dios Bóreas”, señor del frío y de las tempestades. Piteas de Marsella, intrépido navegante y renombrado sabio, en el siglo V a. C. llegó a una tierra que toca el círculo ártico. Los habitantes de esas islas le declararon que si navegaba un día entero hacia el Norte, encontraría “el mar sólido”. Aquella isla a donde había arribado Piteas se llamaba Thule y las noches duraban casi 24 horas en el período del solsticio de verano, y todo lo contrario ocurría en el solsticio de invierno.
Fue una gran potencia que reguló el mundo en sus tiempos. Muchos reinos se levantaron en distintos ciclos, pero cinco fueron los protagonistas que llevaron a la humanidad hacia nuevos senderos. Hiperbórea corresponde a uno de estas potencias. Las recientes investigaciones de la ciencia están en consonancia con los relatos arcanos que se protegieron para que no fuesen destruidos. Los relatos antiguos narran que la primera civilización del planeta tuvo su origen en el lejano Norte antes de que ocurriera una época glacial. También hay referencias al hombre como descendiente de la tierra de los dioses, el Monte Meru, en el lejano Norte
Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos que más influyó en la exaltación de la raza aria y en el nazismo, dijo lo siguiente: “Mirémonos de frente. Nosotros somos hiperbóreos, –sabemos muy bien cuan aparte vivimos. Ni por tierra ni por mar encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos; ya Píndaro supo esto de nosotros. Más allá del norte, del hielo, de la muerte –nuestra vida, nuestra felicidad… Nosotros hemos descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de laberinto”. Desgraciadamente, al igual que en el caso de Nietzsche, la mayoría de los estudiosos de la civilización Hiperbórea han tenido ciertas veleidades racistas y nazis (ver artículos sobre “Los enigmas del Nazismo”). Por ello varias de las fuentes que utilizo en este artículo pueden ser identificadas como simpatizantes del nazismo. Pero intentaré filtrar los elementos que considere más influenciados por aspectos ideológicos. También tenemos que hacer referencia a que no queda suficientemente clara la relación entre Hiperbórea y Atlántida, por lo que a veces ambas civilizaciones se confunden.
Algunos místicos de la antigüedad afirman que la humanidad ya existía antes de aparecer sobre el universo físico, en un mundo sin tiempo. Y el mundo material sería un reflejo de otro mundo en un entorno espacio-temporal. En la puerta del templo de Sais, en Egipto, bajo la estatua de Palas se halla la siguiente inscripción: “Soy todo lo que es, lo que ha sido y lo que será y ningún mortal ha levantado todavía mi velo”. Es el velo de Isis, que representa el umbral que hay que atravesar para conocer la totalidad. Y se afirma que una civilización descendida de las estrellas habría visitado nuestro planeta hace miles de años, cambiando para siempre la historia de la tierra.
De aquello ya no quedan más que algunas ruinas. La historia de ese pueblo desconocido vuelve a retrotraernos a la Atlántida y a la antigua Thule. La tradición aria indica que esta morada de los dioses se hallaba en el extremo septentrional. Y esta patria polar fue “una enorme isla de Hielo rodeada de altas montañas transparentes como el diamante”. Hiperbórea no habría sido, sin embargo, glacial: “en el interior del país reinaba un dulce calor en el que se aclimataba perfectamente una vegetación verdeante. Las mujeres eran de una belleza indescriptible. Las que habían nacido en quinto lugar en cada familia poseían extraordinarios dones de clarividencia”. Los habitantes de Hiperbórea son descritos en el “Libro de Enoc”: “Su carne era blanca como la nieve y roja como la flor de la rosa; sus cabellos eran blancos como la lana; y sus ojos eran hermosos”. Y continúa diciendo que en Thule, la capital de Hiperbórea, “vivían los sabios y los doce miembros de la Suprema Iniciación…”
En la mitología griega, Hiperbórea era una región situada en las tierras septentrionales aún desconocidas, al norte de Tracia, región del sureste de Europa, en la península de los Balcanes, al norte del mar Egeo. Su nombre griego: (Υπερ βορεία) Hyper Boreas, significa «más allá del norte») y deriva precisamente de que se creía que el dios del viento Bóreas habitaba en Tracia, y los hiperbóreos, sus hijos, lo harían más al norte de este reino, en el país de Hiperbórea. Se les atribuían costumbres primitivas: Sileno, en una de sus fábulas, decía que fueron los primeros hombres en ser visitados por los habitantes de otro continente más allá del océano que, asustados por lo que se encontraron, regresaron a su país y no volvieron más. De los hiperbóreos se decía que eran inmortales, además de ser descritos como Dioses. El dios Apolo conducía cada diecinueve años su carro hacia esta región para rejuvenecer. Autores adscritos al esoterismo nazi postularon una teoría en la que a Hiperbórea la consideraban el país origen de la raza aria. La sociedad nazi Ahnenerbe se habría dedicado a estudiar este tema y otros relacionados como las ciudades subterráneas.
Howard Phillips Lovecraft, escritor estadounidense, autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción, es conocido por su literatura fantástica, sus referencias a los dioses primigenios y sus ideas claramente racistas. Fue un gran conocedor de los antiguos imperios y de la civilización sumeria, en la que fundamentaría muchas de sus enigmáticas novelas. Conocedor del pasado hiperbóreo de las civilizaciones, Lovecraft se refiere a la raza teutona como descendiente de los antiguos dioses: “El teutón es la cima de la evolución. Al rastrear la trayectoria del teutón a lo largo de la historia medieval y moderna, no encontramos excusa posible para negar su real supremacía biológica. (…) Sus innatas habilidades raciales le han llevado a la preeminencia. No hay rama de la civilización que no sea obra suya. (…) En los países cuya población es principalmente teutónica, contemplamos una prueba sorprendente de las cualidades de la raza: Inglaterra y Alemania son los supremos imperios del mundo. La historia de Estados Unidos es una larga alabanza del teutón y seguirá siéndolo si logra atajar a tiempo la inmigración degenerada y preservar el carácter primitivo de la población. (…) Los ingleses y los alemanes son hermanos de sangre, descendientes de los mismos duros antepasados adoradores de Wotan (Odín)…”
Un desastre de enormes proporciones, acompañado de terribles tsunamis, habría destruido la morada de los dioses. El hecho es recogido en las tablillas sumerias: “Aquel día remoto, aquella noche remota, aquel año, aquel año remoto… Cuando ocurrió el Diluvio”. Atrahasis, protagonista de la epopeya babilónica del Diluvio, relató aquellos acontecimientos. Los dioses habrían huido y sus descendientes se habrían dispersado por la tierra, pero su huella reaparecería inmediatamente después de la catástrofe. Hay rasgos comunes en civilizaciones prácticamente contemporáneas a la sumeria, situada en las tierras regadas por los ríos Tigris y el Éufrates, tales como la egipcia, en las orillas del Nilo, la cultura de Mohenjo Daro, en el valle del Indo y otras muchas por todo el mundo, como Tiahuanaco en los Andes.
Los mitos y leyendas de la antigüedad recuerdan a una antigua tierra mágica, origen de la humanidad, y que podemos identificar como la antigua civilización de Hiperbórea, supuesta patria original de los arios. En el Tíbet, antes de ser invadido por los chinos, eran guardados en los templos una serie de viejos manuscritos que se referían a ese pasado remoto. Los arios de la India nos dicen que el continente Ártico, hace milenios, era un lugar de clima templado y con una naturaleza exuberante. Y afirmaban que Hiperbórea, tierra mágica liberada del tiempo, fue creada por una raza superior: los hiperbóreos (recomendamos leer los artículos sobre “La Tierra, ¿es hueca y alberga un reino subterráneo?”).
Según la mitología, su civilización participaba del conocimiento trascendente y la habían creado “dioses” venidos de las estrellas. Se les llamaba “ariyas”, de donde proviene la palabra “ario”, que significa “iluminado”. El origen de Hiperbórea se genera en tiempos remotos, cuando se dice que en el cielo hubo una confrontación entre Jehová y las huestes de Lucifer. A consecuencia de esta confrontación el espíritu quedó encadenado a la materia, creándose un linaje de “semidioses”. Estos seres se hallarán desde entonces entre dos mundos y en medio de una terrible confrontación cósmica. Tratando de ayudar a sus hijos semidivinos, los Dioses crean Hiperbórea, un territorio desde el que intentan liberarlos de las cadenas de la materia.
Estos mismos mitos explican que Hiperbórea estaba situada más allá del océano boreal y aislada del resto del mundo por una muralla mágica de hielo. En otras versiones la muralla mágica era de piedra, similar a las construcciones ciclópeas del mundo antiguo. Gracias a esta separación, se decía que la pureza racial no estaba amenazada y podían vivir en perfecta armonía. Cuando los dioses hiperbóreos partieron nuevamente más allá de las estrellas, dejaron en la tierra un objeto sagrado: el Grial. Este objeto, que se dice es la esmeralda de la corona de Lucifer, tiene la virtud de permitir a los espíritus caídos mantener el vínculo con el mundo de los dioses.
Tras un enorme cataclismo planetario, Hiperbórea desapareció y la eterna primavera ártica dio paso a un clima gélido e inhabitable, por lo que los sobrevivientes tuvieron que emigrar hacia el sur, hacia Escandinavia. Pero algunos arios emigraron hacia Asia, fundando la legendaria civilización del Gobi. Los innumerables restos de fauna congelada en las islas árticas, hoy inhabitables, como la isla de Vrangel, al norte de Siberia, en pleno Océano Ártico, así como los yacimientos de carbón de las islas árticas como Spitsberg, en Noruega, son la demostración de que en otro tiempo aquellas tierras polares, hoy inhabitables, fueron lugares de naturaleza exuberante. De esta manera, la patria original de los arios fue sepultada por los hielos polares.
El escritor chileno Miguel Serrano Fernández, simpatizante del nazismo, estudió el origen de los arios, llegando a la conclusión de que el Génesis bíblico en realidad es un relato atlante. Según afirma, la mitología griega se refiere al origen del hombre explicando que “al principio, un hombre surgió de la tierra. Se llamaba Evénor y desposó a Leucippe. Tuvieron una hija, Clito. De ella se enamoró Poseidón”. Poseidón, como representante de una raza divina, habría cohabitado con las “hijas de los hombres”. De esta forma se engendraron los héroes semidivinos de la mitología: “En verdad, los dioses griegos son los héroes y reyes semi-divinos de la Atlántida- Hiperbórea. Poseidón y Clito dan a luz las cinco parejas de gemelos de los diez reyes de la Atlántida. Los Dioscuros, Castor y Pollux son una de estas parejas. También lo sería Jasón. Por lo menos es un rey del Grial, como Hércules”. Serrano llega a la conclusión de que existen varias humanidades: La humanidad divina de los hiperbóreos, la semidivina de los héroes descendientes de los cruzamientos de “dioses” con humanos y la de los humanos.
Platón al tratar sobre la destrucción de la Atlántida, posiblemente se refería a una catástrofe acaecida con mucha posterioridad a la inmensa tragedia que afectó a Hiperbórea, en que parece ser que los divinos hiperbóreos se salvaron viajando temporalmente a otros planetas, tal vez Venus, Marte o Luna , en sus vimanas o “discos volantes”. Cuando, al cabo de mucho tiempo, los “dioses”, entre ellos Lucifer, regresan, lo encuentran todo cambiado. En la superficie terrestre había nuevos seres y, según las leyendas, los ”dioses” se cruzaron con los “hijos de la tierra”, transfiriéndoles “la esencia o fuego de los dioses”, tal como se explica sobre Prometeo. En la mitología griega, Prometeo es un Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una planta y darlo a los humanos para su uso, por lo que fue castigado.
Se dice que Lucifer y sus huestes se adentraron en las cavernas de la Tierra Hueca, donde fundaron el Reino de Agartha. Al igual que el “Libro de Enoc” y el “Mahabharata”, también los Edda, colecciones de historias relacionadas con la mitología nórdica, explican estos mismos hechos. En los Edda, aunque se dice que los habitantes originales de Cielo eran los Ases, ellos no eran las únicas divinidades que las razas nórdicas veneraban, pues también reconocían el poder de los dioses del mar y del viento, los Vanes. Son los ángeles del “Libro de Enoc” que enseñan a los hombres la ciencia, el arte y la civilización. Los escritos antiguos nos hablan de un conflicto bélico legendario entre parientes de la misma sangre, los Ases y los Vanes, que son los Pandavas y los Koravas en el Mahabharata.
Los Ases provienen del monte Elbruz, en el Cáucaso, y son guiados por Odín-Wotan con su hacha mágica. Los Vanes se hallan al norte. Atlas sería un Vanes. De la unión de Ases y Vanes vendrían los germanos que se dice guardan en su sangre la memoria de los ancestros hiperbóreos. Aquí puede verse una cierta influencia en las teorías nazis. Eurípides se refería a Hiperbórea como el “País del Ámbar”, que es la región situada al norte, de donde provendrían los arios. Y según Miguel Serrano, los Tuathas de Dannan de la leyenda irlandesa, son los mismos que los germanos identifican como los Ases, que se supone eran extraterrestres descendidos de los astros.
En el “Libro de Enoc” aparece el relato en el cual Lamec, padre de Noé afirma: “He tenido un hijo diferente a los demás; no es como los hombres, sino que parece un hijo de los ángeles del cielo”. Robert Charroux, escritor francés de realismo fantástico, indica la posibilidad de que Noé fuera un hiperbóreo, ya que su padre lo describe con “la carne blanca como la nieve y roja como la flor de la rosa, y su cabellera blanca como la lana; sus ojos eran hermosos…”. Y efectivamente, ése es el aspecto con que se describía a los antiguos hiperbóreos. Según Charroux, hay que tener en cuanta que los nórdicos sitúan la patria de los hiperbóreos y su capital, Thule, en el extremo septentrional donde, se cree, debieron aterrizar los primeros seres llegados de las estrellas. Estos hiperbóreos fueron el origen de una raza “divina” que se hundió con su continente cuando se produjo un gran cataclismo.
Se considera la esvástica como un signo típicamente ario, con simbología solar. Los arios dibujaron la esvástica allá por donde pasaron en su marcha a través del mundo, tal como puede verse en India o Troya. De esta forma, los arios, en tanto que se alejaban de su lugar de origen, iban llevando su civilización a las diversas partes del mundo, instalándose, levantando imperios. y cruzándose con otras razas humanas. Los primeros arios que se salvaron de la catástrofe, tras la desaparición de la Hiperbórea polar, emigraron con la esvástica dextrógira, en dirección al Gobi, en el Asia Central, en aquella época tierra verde y de grandes bosques, en donde fundaron una gran civilización, cuyos restos aún podrían encontrarse bajo las arenas de los desiertos del Asia central. Esta civilización también desapareció. Y según Miguel Serrano parece que pudo ser debido a una explosión atómica, que produjo el actual desierto de Gobi.
A esta catástrofe, que afectó a varías regiones de la Tierra, podría referirse la conocida historia bíblica de la mujer de Lot y su conversión en estatua de sal. De aquella antigua migración aria en Asia aún perduran leyendas y conocimientos secretos en los templos del Tíbet, ahora bajo ocupación china. Los arios que más cerca permanecieron de su patria original fueron aquellos que se establecieron en Escandinavia. Esta patria nórdica posterior a la pérdida de Hiperbórea, Escandinavia, será el origen de las últimas migraciones de arios hacia regiones más meridionales de Europa y Próximo Oriente. Así, desde Escandinavia, migrarán los descendientes de los arios que crearían Troya y, posteriormente, el Imperio de Roma.
Todo parece indicar que los fundadores de las civilizaciones del Asia eran gente de raza aria. Un ejemplo es Irán (“Arián”), que toma su nombre de sus antiguos conquistadores originales. Hasta 1979, el Shah era el “Señor de los Arios”. No es necesario aclarar el origen de la civilización de la India, la cual es fundada y civilizada por los arios provenientes del norte. También se sabe que hacia el Siglo I d.C, el noroeste de China era habitado por gente de raza blanca o “caucásica” que hablaba un idioma llamado tochario. A principios del siglo XX, arqueólogos alemanes y franceses que excavaron en las provincias del noroeste chino descubrieron los grandes parecidos entre esta lengua supuestamente aislada y los idiomas germánicos y celtas.
Recientes excavaciones en la provincia de Xinjiang han descubierto cuerpos momificados de gente que vivió allí hace más de 2400 años. Los cuerpos habían sido preservados increíblemente bien y los arqueólogos apenas podían creer lo que veían: Las momias tenían narices largas, cráneos típicos de la raza blanca, pelo rubio o rojizo, labios finos y otros rasgos claramente arios. Una momia de una joven adolescente de pelo rubio se ha convertido en una atracción para turistas. Aparentemente era una princesa de hace unos 3.000 años, ya que fue envuelta en ropas bordadas de lana y cuero junto con bellas joyas, jarros y ornamentos de oro, plata y jade. El Dr. Víctor H. Mair, de la Universidad de Pensilvania, dijo: “Debido a que los cuerpos encontrados son sin duda de la familia indoeuropea y porque datan de un periodo lo suficientemente antiguo como para tener relación con la expansión de los indoeuropeos desde su lugar de origen, jugarán un papel crucial en la determinación del lugar de origen”.
Hacia el año 1167 de nuestra era, nace de la tribu de los Kiyad un niño que será llamado Temujin (”El acero más fino“), en el ámbito geográfico por donde discurre el río Onon, al nordeste de Ulaan Baatar, actual capital de Mongolia, situada al norte de China. Su tribu provenía de una unión entre turcos e iranios y, en contra de lo que pueda parecer, no eran parientes de los chinos, sus ancestrales enemigos. Temujin tenía el pelo rojizo, tez blanca, de raza blanca y ojos verdes. En 1206, tras años de duras y sangrientas batallas fraticidas, Temujin y sus hombres salieron victoriosos. El siglo XIII había hecho acto de presencia y era el momento propicio para que todos asumieran los designios de un gran Khan. De esta forma, en 1206 fue convocada la “kurultai” o asamblea de notables mongoles. En ella abandonó su nombre Temujin para asumir el de Gengis Khan, fundador del imperio más extenso de la historia. Los nazis, conocedores de que Gengis Khan utilizaba una esvástica en su sello creían que sus élites no eran de raza mongólica sino descendientes de antiguos atlantes arios.
Todo esto nos indicaría la presencia de la raza blanca en número importante hasta en el extremo oriental de Asia. Los ainu (palabra que significa “humano” en el idioma ainu) o ainos son un grupo étnico indígena en Hokkaidō y el norte de Honshu, en la parte septentrional de Japón, así como en las islas Kuriles y la mitad meridional de la isla de Sajalín en Rusia. Son también conocidos como Ezo o Yezo en japonés antiguo, y como Utari (palabra que significa “camarada” en idioma ainu) que es como hoy en día son llamados. En la actualidad, hay unos 15.000 japoneses de esta etnia. De orígenes muy antiguos, a los ainus se les ha atribuido ancestros de tipo caucásico o australoide. Los ainos habitaban las actuales islas del Japón antes que los de raza mongólica. De hecho, en la raza del Japón actual, aún pueden apreciarse rasgos raciales que indican algún mestizaje con esta raza blanca.
Según Charroux, los “gigantes” hiperbóreos tendrían actualmente una descendencia en los “sumotori”, luchadores de sumo, que en el Japón son personajes sumamente populares, situados en la jerarquía inmediatamente después de los dioses y el emperador. Los aínos son blancos caucasianos, que habrían emigrado a través de Siberia. Su dios “Kamu” englobaba el sol, el viento, el océano y el oso. Estos montañeses, contrariamente a los de origen mongólico, eran velludos, fuertes y de piel sonrosada, bebedores de alcohol caliente y formidables luchadores. Los demás japoneses, de tez cobriza, serían originarios de las islas polinesias, de Malasia y del sur de China. En su proceso de decadencia, los aínos habrían sido derrotados.
Todavía hoy en día, podemos ver esculpidos rostros de origen ario en lugares tan remotos como las estatuas megalíticas de la isla de Pascua o en las ruinas de Zimbawe, en África, construcciones de piedra que fueron edificadas por culturas de las que ya se ha perdido la memoria. En Norteamérica, hallamos también numerosos restos de la presencia de arios, como entre los indios Mandan, en Missouri, los megalitos de estilo celta y torres redondas en Nueva Inglaterra, las ruinas vikingas en Newfoundland, las inscripciones rúnicas en Dighton Rock, Conecticut y en Minesotta. En todo el área de Centro y Sudamérica, hallamos leyendas referentes a “dioses blancos”, leyendas basadas en hechos históricos reales. Y es que la presencia de hombres de raza blanca en América con anterioridad a la llegada de los españoles está documentada en las mismas crónicas de los conquistadores españoles, quienes se encontraron con individuos y pueblos enteros de raza blanca, y es aún observable en diversas regiones indígenas, como por ejemplo, en la región andina peruana de Chachapoyas.
En esta región montañosa situada en las fuentes del Amazonas, a más de 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, libre ya de los terribles calores y mosquitos tropicales y en un ambiente fresco y verde, en la actualidad existen aún lo que se conocen como “gringoitos”,personas de rasgos europeos y cabellos rubios, que no provienen de colonos europeos, sino que su presencia en la región está documentada como anterior a la conquista española. Ya los conquistadores españoles hicieron mención en sus crónicas a estos blancos de Chachapoyas, y especialmente a la belleza de sus mujeres. En una crónica se cita el nacimiento de un niño al que los chachapoyas consideraban como hijo de los dioses, por ser tan rubio y tan blanco que aun era difícil encontrarlos así en la misma Europa. El cronista Cieza de León recoge algunas notas pintorescas sobre los chachapoyas: “Son los más blancos y agraciados de todos cuantos yo he visto en las Indias que he andado, y sus mujeres fueron tan hermosas que por serlo, y por su gentileza muchas de ellas merecieron ser de los incas y ser llevadas a los templos del sol [...] andan vestidas ellas y sus maridos con ropas de lana y por las cabezas solían ponerse llautos, que son señal que traen para ser conocidas en todas partes“
Los españoles que conquistan América definen a los chachapoyas blancos, rubios y de elevada estatura, por lo general, un palmo más que los mismos españoles. Los chachapoyas blancos recordaban la memoria de que sus antepasados provenían del Este, donde está la región selvática del Amazonas y más allá el Atlántico. Entre las representaciones que han quedado escritas en diversos edificios, podemos ver dibujos y figuras representaciones de barcos de grandes proporciones, lo que nos da a entender que los primeros chachapoyas, bien podían haber llegado desde Europa a América vía marítima. Siguiendo las corrientes oceánicas, desde el oeste de África habrían llegado hasta las costas de Sudamérica, para, remontando el curso del río Amazonas en barco, finalmente instalarse en las más frescas regiones andinas, evitando el calor tropical.
Los chachapoyas eran unos guerreros muy temidos. Utilizaban hondas como arma y eran maestros en el arte de la trepanación del cráneo, para aliviar la presión craneal, al igual que los celtas. También coinciden con los celtas en que coleccionaban cabezas cortadas de sus enemigos. Construían casas de piedra redondas, con un diámetro de entre 7 y 9 metros, casas idénticas a las celtas. Todavía hoy pueden verse las ruinas de las murallas de su imperio, muros enormes en elevaciones montañosas que recuerdan fortalezas europeas. Unas esculturas de rasgos indoeuropeos, halladas entre barrancos en las montañas, son muy similares a las que encontramos más hacia el oeste, en el Océano Pacífico, en la isla de Pascua.
Cuando el conquistador español Orellana, remontando el río Amazonas, llegó a las inmediaciones de la actual Manaos, los indios de la región le hablaban de unos hombres blancos, altos y rubios que vivían en ciudades más allá de la selva y que guardaban inmensos tesoros. Más adelante, los conquistadores españoles, se encontraron con una delegación de unos hombres blancos rubios y altos, bien vestidos y de formas educadas, quienes preguntaron a los españoles sobre la intención que tenían. Los españoles les dijeron que buscaban convertir la región al cristianismo y someterles a la corona de Castilla. Se despidieron y nunca más volvieron a encontrarlos. ¿Podían haber sido unos enviados chachapoyas, o tal vez de algún otro centro poblado por blancos?. ¿Cuál es el origen de los primeros chachapoyas blancos que llegaron a América mucho antes de la llegada de los españoles?. ¿Qué hacían en aquella región?.
Si nos centramos en los actuales descendientes de los Chachapoyas blancos, vemos cómo entre ellos predominan aún rasgos raciales nórdicos, cabellos rubios, ojos claros, piel blanca rosada o pecosa, pese a que el mestizaje amerindio se halle muy introducido. Si bien, ateniéndonos a la historia oficial, nos puede parecer un misterio, esto nos demuestra que América fue conocida y habitada de muy antiguo por pueblos arios, quienes, tal vez, fueron los descendientes de los “dioses blancos” creadores de los antiguos imperios. Séis siglos antes de Cristo, surge en el norte ario de la India el budismo. Según diversos estudiosos, Buda fue un “iluminado”, un “ariya” que respondía al nombre de Siddharta, un hombre de raza aria que se mantuvo fiel al código de honor y lealtad de los antiguos hiperbóreos que antaño habitaban Thule, y que vino a denunciar la creciente degeneración del brahmanismo de su época.
El barón Julius Évola, esoterista, ideólogo de la derecha italiana e investigador del budismo, nos dice que, en su forma original, el budismo es de espíritu puramente ario y proporciona una visión anterior a la humanidad actual. Como vemos, es indiscutible que la ideología nazi tiene su origen, además de en los antiguos mitos y relatos nórdicos, en las lejanas tierras del Asia, donde se hallan numerosas representaciones de esvásticas desde hace miles de años, y en las civilizaciones mágicas de la antigüedad. Es más, según la interesada interpretación nazi del budismo, éste propondría una clara división entre los arios (“iluminados”) y las otras razas, incapaces por sí mismas de alcanzar la verdadera sabiduría y el conocimiento.
En el corazón del Asia, hallamos las montañas más altas del mundo y una inmensa meseta, el Tíbet, situada a una media de más de cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar. La guerra mágica que movió los hilos de la historia hizo que las relaciones entre la Alemania nazi y el Tíbet fueran más allá de la mera rutina diplomática. Durante el Tercer Reich, Alemania mantuvo en el Tíbet diversos delegados y observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939 realizó multitud de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba de verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida, el Tíbet fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún es guardado el conocimiento de los antiguos y las entradas a su “reino subterráneo”.
En el Tíbet se conserva el mito ario que habla de reinos ocultos, principalmente subterráneos, conocidos como Agartha o Shambhala. Existen tradiciones que afirman que Shambhala sería la capital del Reino de Agartha de la misma manera que Thule es la capital de Hiperbórea. Sir Edward Bulwer-Lytton, diplomático y miembro de la sociedad secreta Golden Dawn, escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. En esta obra se narra la aventura de un pueblo (los Vril-ya) que emerge del reino subterráneo, en el cual se había exiliado tras un cataclismo en la superficie de la tierra, y que dispone de una fuente de energía denominada vril. En dicha novela también se menciona la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo subterráneo como descendientes de los arios originales.
Según esta tradición extendida por toda Asia, este pueblo vive en el interior de la tierra y es superior, en todos los niveles, a los hombres de la superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos benéficos (aunque esto no queda muy claro debido a las aparentes relaciones de Shambhala con el régimen nazi) y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de legendarias civilizaciones desaparecidas, como Hiperbórea, Lemuria, Mu y Atlántida. René Guénon (Abd al-Wâhid Yahyâ), matemático, filósofo y metafísico francés, convertido al Islam, en su obra ”El rey del mundo” examinó las diversas tradiciones religiosas que confirman la idea de que las culturas posteriores tienen un origen ario. Por otra parte, para algunos ocultistas, la esvástica es el gran símbolo del reino subterráneo, que sería recogido por las tradiciones iniciáticas orientales y occidentales, y, sobre todo, por el budismo y el hermetismo.
En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo en torno a un centro fijo generador del movimiento. En esta misma línea se pronuncia Helena Blavatsky, escritora, ocultista, teósofa rusa y fundadora de la Sociedad Teosófica, y otros ideólogos que mostraron gran interés por Agartha y que despertaron el interés del nazismo. Durante el III Reich se enviaron diversas expediciones al Tíbet en busca de dicho reino subterráneo y aún hoy continúa ejerciendo una gran fascinación el documental “El secreto del Tíbet”, basado en una expedición nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible testimonio de unos años en que el Tíbet era un lugar desconocido para el resto del mundo. El propósito original de estas expediciones fue muy similar al que motivó la supuesta expedición a Tiahuanaco, que se basaba en la creencia de que las montañas más altas del mundo podrían haber sido el refugio, tras el diluvio, de una raza aria primigenia proveniente de la Atlántida.
Según el mito de Agartha, los arios primigenios habrían creado reinos subterráneos en los que seguirían conservando los secretos antiguos. Esta idea vino avalada por el ingeniero ruso Ferdynand Ossendowski, quien, en su libro “Bestias, hombres, dioses” describe cómo en su huída de los bolcheviques a través de Asia central, tuvo noticia del reino subterráneo de Agarthi, lugar en que se habrían refugiado los supervivientes de grandes continentes hundidos y que sería la sede de un Señor del Mundo. El escritor alemán Edmund Kiss se encargaría de vincular el mito de Agartha con la cosmogonía glacial de Hörbiger, el gran “guru” científico del nazismo, quien ya apuntaba a una relación entre la Atlántida y el Tíbet.
La obra de Hanns Hörbiger es revolucionaria. La Cosmogonía Glacial (Glazial Kosmologie, 1913) es una visión de mundo absoluta y trascendente. Es una concepción del Universo, de la Tierra, de la vida y del espíritu que responde, básicamente, a tres interrogantes: ¿qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Se sustenta sobre dos elementos en combate eterno: la lucha complementaria entre el Hielo y el Fuego, y entre las fuerzas de repulsión y atracción que se generan a partir de esta dinámica. Esta conflagración que rige a los espacios cósmicos y a los cuerpos celestes, rige asimismo a la Tierra y a toda la materia viviente del planeta, determinado de esta manera, los patrones cíclicos que se traducen en catastróficos procesos que han asolan al planeta, cuyo recuerdo ha sido transformado en mito y leyendas en distintas regiones del mundo.
De acuerdo a la Cosmogonía Glacial, en la espiral descrita por las órbitas planetarias de acuerdo a Hörbiger, Marte será próximamente atraído a la órbita terrestre para convertirse en su satélite. Sin embargo, su órbita será mayor y al fin, el planeta rojo se verá absorbido por la atracción del Sol. El paso de Marte significará una grandiosa destrucción de la Tierra, debido al aumento ostensible de la temperatura y a los considerables efectos gravitacionales. Tras un ciclo, la Tierra se transformará en un planeta de Hielo, que asimismo será atraído al Sol, junto a otros cuerpos de naturaleza similar, los que se fundirán en la masa ígnea solar hasta que estalle, y de esta manera, todo el proceso cósmico se reiniciará una vez más.
La expedición alemana al Tibet logró crear una actitud positiva respecto a la Alemania nazi por parte de los tibetanos. Bajo el lema del “Encuentro de la esvástica occidental con la oriental” lograron establecerse contactos políticos de alto nivel con el gobierno tibetano que se manifestaron, entre otros, en la declaración oficial de amistad que Qutuqtu de Rva-sgren, el regente tibetano, puso por escrito a la atención del “notable señor Hitler, rey de los alemanes, que ha conseguido hacerse con el poder sobre el ancho mundo”. También en el documental se ve una larga cola de tibetanos que acuden a ofrecer regalos a “los primeros alemanes que son recibidos aquí”, lo que no es del todo cierto, ya que Schäfer había participado anteriormente en dos expediciones al Tíbet realizadas por un equipo germano-estadounidense.
Nimrod del Rosario (llamado Luis Felipe Moyano) nació en Argentina y vivió en la Antártida más de un año. Elaboró un cuerpo de sabiduría gnóstica pretendiendo explicar absolutamente todo lo que existe, existió y existirá. Practicó el tantrismo alquímico y utilizó terminología del psiquiatra suizo Jung, que se manifiesta con su frase: “Donde Jung concluyó, comencé yo“. Relata la conspiración urdida por Schäfer en su expedición al Tíbet sirviendo a los intereses de Shambhala. Su expedición al Tíbet regresó con el Kangschur, un conjunto de sagradas escrituras tibetanas de 108 volúmenes. Además sus jefes, recibieron el ritual del Tantra Kalachakra. Dicho ritual es la “iniciación suprema” del budismo tibetano. Esta iniciación vincula a Shambhala en el momento de la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal.
Entre los nazis que se aventuraron por las altas regiones del Himalaya y el Tíbet, encontramos en lugar preferente a Heinrich Harrer, montañista, deportista, geógrafo y escritor austriaco, quien narra sus aventuras en su libro “Siete años en Tíbet”, en que se basa la película del mismo nombre. Harrer fue detenido el año 1939 en la India, justo al empezar la guerra y finalmente, tras varios intentos, consigue fugarse del campo de concentración donde estaba detenido por los ingleses alcanzando el Tíbet en mayo de 1944. Gracias a los delegados alemanes que permanecían en Lasha, Harrer pudo establecer contacto con las autoridades tibetanas, llegando a convertirse finalmente en instructor y hombre de confianza del Dalai Lama. Harrer pertenecía a la “Orden Negra” de las SS desde 1938 y era miembro delos “wandervogel” o “pájaros errantes”. Este era un movimiento juvenil que predicaba el retorno a la naturaleza y un estilo de vida alejado del entorno urbano, por lo que muchos de sus miembros eran montañeros y escaladores.
Cuando los ingleses le detienen en la India, Harrer estaba junto a otros camaradas en una expedición para alcanzar la cumbre del Nanga Parvat, una montaña del Himalaya, de 8126 metros de altitud, situada en el actual Pakistán. Un año antes, en 1938, cuando ya era un miembro SS, Harrer y otros tres escaladores del mismo cuerpo, ascendieron por primera vez la cumbre del Eiger (Suiza) por la cara norte. La aventura se considera aún hoy en día una hazaña del alpinismo. Durante los tres días que duró la ascensión Hitler estuvo informado de los progresos de la expedición y, tras su brillante resultado, quiso conocer a los protagonistas. Aunque nunca se haya declarado oficialmente, se ha citado documentos desclasificados tras la guerra según los cuales en el búnker de Berlín se hallaron varios cuerpos con rasgos tibetanos, lo que vendría a demostrar que la relación con el Tibet tuvo gran importancia para el III Reich.
La esvástica es el símbolo considerado por muchos investigadores como el más antiguo de los empleados por los hombres. Está extendido por todo el planeta y es conocido su uso en civilizaciones como los indoarios, chinos, japoneses, hindúes, mongoles, celtas, aztecas, vascos y muchas otras. Su significado más antiguo es el del símbolo del sol nórdico y era objeto de culto y respeto, siendo signo de los arios. Está vinculado al mundo mágico, espiritual y a los “dioses cósmicos” como Shiva, dios indo-ario que tenía en sus representaciones inscrita la esvástica y que es portador de la misma energía universal que porta Odín o Wotan (llamado Odín en Escandinavia y Wotan en Germania). La cruz gamada significa “la gran rueda del llegar a ser”, rueda que gira irresistiblemente sobre su propio centro inmutable marcando su destino, su manifestación espacio-temporal.
La esvástica “sinistrógira”, orientada hacia la izquierda, que es la que adoptaron los nazis, se dice que simboliza el camino de retorno hacia el origen, hacia Hiperbórea. Según Miguel Serrano la esvástica es un signo del sol nórdico de origen ario, post hiperbórico. Tras la desaparición de Hiperbórea y la desviación del eje terrestre, comenzaron las estaciones. Y los arios hiperbóreos aportan este signo de origen rúnico de la Runa Gibur, representando el sol promotor del Año Terrestre y del movimiento de las cuatro estaciones. Así, los cuatro brazos de la esvástica representarían la primavera, el verano, el otoño, el invierno y su movimiento, desde el centro fijo e inmutable dentro del círculo del año. Según sea el lado a que se dirijan las prolongaciones de la Cruz, así será el movimiento de la esvástica. Los alfabetos rúnicos son un grupo de alfabetos que comparten el uso de unas letras llamadas runas, que se emplearon para escribir en las lenguas germánicas en la Antigüedad y la Edad Media, antes y también durante la cristianización, principalmente en Escandinavia y las Islas Británicas, además de la Europa central y Oriental.
Según los esotéricos nazis, cuando se mueve hacia la derecha – esvástica dextrógira– se representaría la pérdida de la Edad Dorada, tras el hundimiento de Hiperbórea, con el desvío del eje terrestre. Según explica Miguel Serrano, esta esvástica dextrógira simboliza el éxodo o migración Polar de los semidivinos arios hiperbóreos y la variación del movimiento giratorio de la tierra sobre sí misma. Puede comprobarse esta variación en las conchas de caracoles marinos y de algunas piedras de gran antigüedad, encontradas en la Antártida, cuyas espirales están girando en dirección contraria a la rotación actual de la Tierra. La esvástica “dextrógira” está girando en la dirección de las agujas del reloj y de la Tierra actual. La esvástica “levógira”, que eligieron los nazis como su símbolo, gira en dirección inversa a las manecillas del reloj y de la rotación de la Tierra actual. Esta esvástica “levógira” representa el regreso a la remota Hiperbórea.
Entre las extraños comportamientos nazis, se afirma que la guerra esotérica de Hítler fue hecha para conseguir el retorno a la Hiperbórea extraterrestre, con el fin de cambiar la faz de la Tierra. También la religión Bo, del antiguo Tíbet, anterior al Budismo Mahayánico, tenía como emblema la esvástica “levógira”. Pero en cualquiera dirección que se represente la esvástica, es originalmente un símbolo rúnico de los pueblos nórdicos, con sus héroes de origen divino.
El mismo dios Thor, “dios de la fragua y de los herreros”, representante por excelencia de la mitología nórdica, porta el martillo con la esvástica, con el que protege a los hijos del Sol Negro. Se hace notorio recordar la enigmática celebración nazi del solsticio de verano, momento de la victoria de la luz del Sol sobre las tinieblas, o de “los hombres del sol sobre los de las tinieblas”.
Respecto al águila imperial nazi, Alfred Rosenberg, colaborador de Hitler y responsable de los territorios ocupados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, afirmaba que los “aryas” situados en las más elevadas mesetas y regiones del Asia Central hicieron del “pájaro de las cumbres (el águila) el rey de las montañas… aquél que puede mirar el Sol de frente, cara a cara…”. El Águila del Imperio, portadora del signo del imperio (la esvástica) y situada sobre el estandarte nazi alemán es el mismo símbolo que utilizaban las legiones romanas y las tropas napoleónicas.
El Emperador Juliano, el “último emperador romano”, tuvo una visión la noche antes de morir a causa de una herida de guerra en Persia: vio el Águila del Imperio de Roma (signo de Zeus-Júpiter) que volaba hacia Oriente, para refugiarse por casi dos milenios en las montañas más altas del mundo (el Himalaya). Transcurrido el tiempo indicado, el águila, volvía a Occidente portando el símbolo sagrado (la esvástica). Es este el contexto en el que debemos hallar el significado del águila nazi trayéndonos la esvástica desde las montañas más altas del mundo. De esta forma, los nazis pretendían ser los depositarios de la tradición imperial, reivindicando el derecho de ser legítimos herederos del Imperio Romano y del águila de Zeus-Júpiter.
Algunos opinan que el alfabeto rúnico se desarrolló tomando como base el griego, pero otros investigadores han hallado evidencias de una escritura prerrúnica muy antigua que data de finales de la Edad de Hielo. El alfabeto rúnico tiene 24 letras y cada letra tiene en sí misma un significado mágico y místico simultáneamente. El conocimiento de las runas lo consiguió Wotan (Odín) colgándose por nueve días en el árbol cósmico (Yggdrasil) e hiriéndose con una lanza en el costado, en lo que es una práctica iniciática claramente chamánica. Proyectadas en rituales mágicos, los antiguos germanos dotaban a las runas de grandes poderes.
Yggdrasil es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la rica mitología nórdica. Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir. A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este representaba. Pero también contaba con la ayuda de las nornas que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arco iris, todos los dioses cruzaban por él para entrar en el Midgard. Yggdrasil rezuma miel y cobija a un águila sin nombre que entre sus ojos tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr y a cuatro ciervos, Dáin, Dvalin, Duneyrr y Duraþrór. Cerca de sus raíces habitan las nornas.
Tácito describió en su obra “Germania” una práctica oracular basada en varas de madera con unos grabados que eran runas. Debidamente ritualizadas, las inscripciones rúnicas en espadas u otros objetos los dotaban de un poder excepcional. Sobre las runas de las SS nazis, su origen se sitúa en los antiguos guerreros germánicos, los cuales esculpían los signos rúnicos sagrados en la vaina de las espadas que utilizaban en el combate. Se les atribuía a estos signos un valor mágico de sabiduría, protección y poder, siendo grabadas también en los navíos y los lugares solemnes para dar seguridad y estabilidad al pueblo. Los SS se identificaban con estos guerreros germánicos teutones y con su mitología por ser guardianes ancestrales de la perdida Hiperbórea.
El barón Sebottendorf, fundador de la Orden de Thule, que tanto influyó en la génesis del nazismo, consideraba que las runas constituían “el poder esotérico primigenio”. Rudolf J. Gorsleben, investigador próximo a la ideología nazi, trató de reconstruir la ciencia espiritual de las runas y de sus poderes mágicos como conductoras de la energía que anima el universo entero e influye en el mundo material. Según afirma, las runas son el vínculo entre el macrocosmos y el microcosmos del hombre ario posibilitando la unión mística con Dios. Asimismo considera que la más sagrada de todas las runas sería Hagal, que se hallaría presente en el hexágono, la flor de lis de la heráldica e incluso en la pirámide de Keops, ya que la civilización aria primigenia había sobrevivido bajo diversas formas culturales. Gorsleben también afirmaba que las distintas formas de cristalización mineral serían proyecciones sólidas y geométricas de las runas, su materialización cósmica.
Guido von List, que se dedicó al estudio del significado de sabiduría oculta relativa a los arios, sufrió once meses de ceguera transitoria y afirmaba que durante esta época su ojo interior le hizo vislumbrar lo que el llamaba religión germánica y el origen de las runas, revelaciones a partir de las cuales trató de reconstruir la lengua aria primigenia que, según afirmaba, dio lugar a todas las demás. Afirmaba que este lenguaje es un lenguaje mágico en el cual cada palabra tiene un poder vinculado a un principio absoluto. List interpretó, por una parte las letras y sonidos de las runas y, por otra, las inscripciones y emblemas antiguos y expuso sus resultados en “El secreto de las runas” (1907). El ocultismo rúnico surgido de este trabajo constituyó la principal clave del esoterismo de List, que obtuvo notable popularidad a comienzos del siglo XX, especialmente durante la Primera Guerra Mundial.
Karl María Wiligut, conocido en algunos entornos nazis como el “Rasputín” de Himmler, aseguraba haber recibido sus conocimientos ocultistas de su abuelo. Para Wiligut las runas contienen en su código cifrado la historia entera de la creación del hombre, originada en tiempos inmemoriales en los territorios del Polo Norte, que constituirían la antigua Hiperbórea. Allí había residido una raza etérea y luminosa de profundísima sabiduría que, sin embargo, se habría ido degenerando con el tiempo. En la actualidad sólo los iniciados tienen acceso al misterioso lenguaje de las runas, accesible a través de claves secretas.
Himmler encargó a Wiligut el diseño de un anillo con el que honrar los méritos extraordinarios de los miembros más destacados de la SS, el llamado “anillo de la calavera”, que se entregaba acompañado de un certificado que describía tanto la ornamentación como su simbolismo. En este anillo, figuran la esvástica y tres signos rúnicos. cuyo significado ha sido tomado casi literalmente de Guido von List: La leyenda de la esvástica es “sé uno con Dios, el Eterno”; en la runa Hagal dice: “vela por el universo que hay en ti y dominaras el universo”; en la runa Sol figura: “el espíritu creador siempre vence”; y en la doble runa Sig, ideada por el propio Wiligut, se indica lo siguiente: “la fuerza de tu espíritu te hace libre”.
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