Mantras Sagrados
Uri Avnery-gush-shalom.org
Los palestinos están planeando algo verdaderamente aborrecible: que las Naciones Unidas reconozcan su Estado.
¿Por qué aborrecible? Cualquier interlocutor israelí (por no mencionar a la portavoz) le dirá inmediatamente que se trata de un movimiento "unilateral". ¿Cómo se atreven a proclamar el Estado de manera unilateral? ¿Cómo se atreven a hacerlo sin el consentimiento de la otra parte en el conflicto, o sea, nosotros?
Un purista de los detalles podría preguntar en este punto: “¿Acaso el Estado de Israel no se proclamó de manera unilateral?” Nuestro Estado, cabe recordar, fue declarado por David Ben-Gurion y sus colegas el 14 de Mayo de 1948 sin consultar a nadie. Pero, ¿quién se atrevería a comparar?
Además, estos cobardes palestinos van a la Asamblea General de la ONU, tratando de eludir el Consejo de Seguridad en el cual los EE.UU. pueden bloquear cualquier decisión con su veto. ¡Sucio truco!
Pero, ¡un momento! ¿Acaso el Estado de Israel no se proclamó sobre la base de una resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU? Para ser precisos, la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, con la partición de Palestina en un Estado árabe y otro judío.
Como una cuestión de hecho, esta resolución sigue en vigor. Sirvió como pieza central para la Declaración de Independencia de Israel, y sirve ahora como base para la demanda palestina de que el Estado palestino se acepte como miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas.
Pero, de nuevo, ¿cómo se puede comparar? En resumen, los palestinos deben ser condenados por su esfuerzo impertinente de recurrir a la acción "unilateral". Benjamín Netanyahu así lo dice. Barack Obama lo dice. Hillary Clinton lo dice. Angela Merkel lo dice. Se ha convertido en un mantra.
Un mantra más. Se podría pensar que el terreno palestino-israelí está tan lleno de mantras que no hay espacio para ninguno más. Pero siempre se puede introducir otro.
Shlomo Avineri, un profesor sionista muy respetado, ha sacado a relucir uno de los más antiguos. En un reciente artículo titulado "Narrativas y Verdad", afirmó que hay dos relatos de nuestro conflicto, pero sólo una verdad. La verdad consiste en hechos indiscutibles.
Por ejemplo, hay varios relatos sobre la resolución de partición de la ONU, pero sólo una verdad. Como por casualidad, esta verdad coincide con el relato israelí, que se ha convertido en un mantra sagrado. Y dice así: en 1947, los dirigentes sionistas aceptaron formalmente el plan de partición de la ONU, y los árabes palestinos lo rechazaron. En su lugar, atacaron a la comunidad judía en el país y más tarde se unieron los ejércitos regulares de los países árabes vecinos. Querían arrojarnos al mar. Perdieron la guerra y pagaron el precio.
¿Hechos? ¿Indiscutible? Bueno... Realmente es un hecho que los dirigentes sionistas aceptaron el plan de partición –formalmente-. Muchos líderes sionistas se opusieron, pero fueron persuadidos por David Ben-Gurion para sumarse a la aceptación oficial. Sin embargo, en varias reuniones secretas, Ben-Gurion dejó en claro que los bordes de la partición eran inaceptables y deberían rectificarse en la primera oportunidad. Las actas de estas reuniones están ahí para que todos las puedan leer.
El reverso del mantra -"los árabes palestinos la rechazaron"- es más complejo. No había un liderazgo palestino democráticamente elegido. En la revuelta árabe de 1936-1939 el liderazgo –tal como era en ese momento- fue deshecho, en parte por los británicos, pero sobre todo por el principal líder palestino, el Gran Mufti Hajj Amin al-Husseini. La mayoría de sus opositores fueron liquidados.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hajj Amin huyó a la Alemania nazi y el resto de los "líderes" fueron deportados por los británicos. Después de la guerra, el desacreditado Hajj permaneció en el extranjero y se transformó en un lejano jefe de un organismo que solo existía en el membrete, llamado "Alto Comité Árabe". Nunca fue elegido ni tuvo raíces populares. No había un liderazgo efectivo en la Palestina.
Nadie preguntó a los árabes palestinos si aceptaban o rechazaban algo. Si les hubieran preguntado, probablemente habrían rechazado la partición, ya que -a su juicio- se entregó una gran parte de su patria histórica a los extranjeros. Más aún, ya que a los judíos, que en el momento constituían un tercio de la población, se destinó el 55% del territorio, mientras que los árabes constituían el 40% de la población.
Los gobiernos de los Estados árabes rechazaron la partición, pero ciertamente ellos no representaban a los árabes palestinos, que estaban en ese momento todavía bajo el dominio británico (como nosotros).
Como una cuestión de hecho, durante la guerra no había un liderazgo árabe palestino unido, ni nada remotamente parecido a una fuerza palestina unida para la lucha. Se pueden interpretar estos hechos como uno quiera, pero ciertamente no reflejan un panorama claro de que "los sionistas aceptaron, los palestinos rechazaron".
Sin embargo, este mantra se repite sin fin en artículos periodísticos, espectáculos televisivos y discursos políticos, como una verdad evidente. El profesor Avineri es sólo uno de una legión de propagandistas israelíes que lo repiten.
Otro mantra del momento actual dicho como verdad irrefutable es que los 750.000 refugiados palestinos abandonaron sus hogares originales en 1948 de forma voluntaria, después de que los líderes árabes les pidieran hacerlo, “con el fin de despejar el camino para el avance de los ejércitos árabes".
Cualquier persona sensata al oír esto debe llegar a la conclusión de que es un completo disparate. Ninguna avanzada del ejército quiere eliminar una población amiga. Todo lo contrario. Está de más decir que nunca se encontró ni una pizca de evidencia de que esta argumentación fuera cierta. (Es posible que haya algunas dudas sobre los eventos locales durante la conquista de las partes árabes de Haifa, pero no cambian el panorama general).
Este mantra se combina con la idea de que, en la guerra, toda la gente del bando perdedor pierde el derecho a su país, a sus hogares y a sus bienes. Esto puede haber sido así en los tiempos bíblicos, pero en los tiempos modernos no refleja el derecho internacional o la moral vigente.
Puede haber muchas opiniones diferentes acerca de cómo poner fin a esta tragedia. La población de refugiados palestinos ha crecido a más de cinco millones de personas. El paisaje ha cambiado por completo. Muy pocas personas, incluso entre los palestinos, creen en un retorno masivo de refugiados. Pero esto no cambia el hecho de que el mantra suena a hueco. Ni siquiera es una buena propaganda más.
Un nuevo mantra ahora está ganando terreno. Benjamín Netanyahu lo puso en palabras sencillas: "el conflicto es irresoluble". Muchas figuras respetadas, incluyendo destacados profesores universitarios, lo repiten a diario.
Me acuerdo de un difunto amigo mío, Samuel Merlín, un miembro de la primera Knesset, que una vez participó en un debate público con el profesor Yehoshafat Harkabi, un ex jefe de inteligencia del ejército. En ese momento -la era de la euforia entre las guerras de 1967 y 1973- Harkabi era un delirante aborrecedor de los árabes (a partir de 1973 se arrepintió y se convirtió en un decidido activista por la paz).
Cuando llegó su turno de responder a los argumentos de Harkabi, Merlín dijo: "Respeto mucho al profesor Harkabi, pero para expresar estos puntos de vista no es necesario ser un profesor, puede ser cualquier persona de la calle".
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