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domingo, 14 de julio de 2013

Las primeras revelaciones

Las primeras revelaciones

Muhammad su vida basada en las fuentes más antiguas. Capítulo 15. Shaij Abu Bakr Sirajuddin (Dr. Martin Lings)

14/07/2013 - Autor: Shaij Abu Bakr Sirajuddin (Dr. Martin Lings) - Fuente: Webislam
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Monte Hira
Monte Hira
No fue mucho después de esta señal externa de su autoridad y su misión cuando comenzó a experimentar poderosas señales internas, además de las que ya había sido consciente.  Cuando le preguntaban por éstas él hablaba de "visiones verdaderas" que le venían durante el sueño, y decía que eran "como el despuntar de la luz del alba." (B. 1, 3). El resultado inmediato de estas visiones fue que la soledad se le hizo querida, y se iba para hacer retiros espirituales a una cueva en el Monte Hira, no lejos de las afueras de la Meca. No había en esto nada que hubiera parecido al Quraysh especialmente extraño, ya que entre los descendientes de Ismael el retiro había sido una práctica tradicional y en cada generación había habido uno o dos que se retiraban de tiempo en tiempo a un lugar solitario para poder pasar un período no contaminado por el mundo de los hombres. De acuerdo con esta práctica inmemorial, Muhammad se llevaba provisiones y consagraba cierto número de noches a la adoración de Dios. Luego volvía con su familia y a veces, a su regreso, cogía más provisiones y se marchaba de nuevo a la montaña. Durante estos pocos años a menudo sucedía que, cuando había abandonado la ciudad y se estaba acercando a la ermita, oía claramente las palabras "La paz sea contigo, ¡oh Mensajero de Dios!" (1.1.151), y se volvía para mirar quién hablaba, pero nadie había a la vista, y era como si las palabras hubiesen salido de un árbol o una piedra.
Ramadán era el mes tradicional de retiro; y fue una noche hacia finales de Ramadán, en su cuadragésimo año de vida, encontrándose solo en la cueva, cuando vino a él un Ángel en la forma de un hombre. El Ángel le dijo: "¡Recita!" y él contestó: "No soy un recitador". Después de esto, como él mismo contó, "el Ángel me agarró y me oprimió en su abrazo, y de nuevo cuando había llegado al límite de mi resistencia me soltó y dijo: «¡Recita!» y yo volví a decir: «No soy un recitador.» Entonces, por tercera vez me oprimió como antes; luego me soltó y dijo:
¡Recita en el nombre de tu Señor, el que todo ha creado!
Ha creado al hombre de un coágulo.
¡Recita! Tu Señor es el más Generoso,
Él, que ha enseñado con el cálamo,
ha enseñado al hombre lo que éste no sabía.
(Corán, XCVI, 1-5)(B. I., 3)
Muhammad recitó estas palabras después del Ángel, que entonces lo abandonó, y dijo él: "Fue como si las palabras hubieran sido escritas en mi corazón." (1.1. 153). Pero temió que esto pudiera significar que se había convertido en un poeta inspirado por los "yins" o en un poseso. Así pues, abandonó la cueva, y cuando había recorrido la mitad de la ladera de la montaña escuchó una voz por encima de él, que decía: "¡Oh, Muhammad!, tú eres el mensajero de Dios y yo soy Gabriel." Levantó los ojos hacia el cielo y allí estaba su visitante, todavía reconocible pero ahora claramente como un Ángel, llenando todo el horizonte, y de nuevo dijo: "¡Oh, Muhammad!, tú eres el mensajero de Dios y yo soy Gabriel." El Profeta permaneció observando al Ángel; luego se apartó de él, pero dondequiera que mirase, ya fuese hacia el norte o hacia el sur, hacia el este o hacia el oeste, el Ángel estaba siempre allí, a horcajadas sobre el horizonte. Finalmente, el Ángel se volvió y el Profeta descendió la ladera y fue a su casa. "¡Arrópame! ¡Arrópame!" (B. 1, 3) le dijo a Jadiyah cuando con el corazón todavía palpitante se echó en el lecho. Alarmada, aunque sin atreverse a preguntarle, trajo rápidamente un manto y lo extendió sobre él. Pero cuando la intensidad de su temor hubo disminuido le contó cuanto había visto y oído. Después de haberlo tranquilizado con sus palabras, Jadiyah fue a hablar con su primo Waraqah, que ya era un anciano y estaba ciego: "¡Santo! ¡Santo!", dijo él. "Por Aquél en cuyas manos está el alma de Waraqah, le ha sido descendido a Muhammad, el mayor Namus, 1 el mismo que le vino a Moisés. Ciertamente, Muhammad es el Profeta de su pueblo. Que esté seguro." En consecuencia, Jadiyah se volvió a casa y le repitió estas palabras al Profeta, que, ahora con el ánimo pacificado, regresó a la cueva para poder cumplir el número de días de retiro que había ofrecido a Dios. Waraqah le dijo: "Cuéntame, ¡oh, hijo de mi hermano!, qué has vístó y oído." El Profeta se lo contó, y el anciano le volvió a decir lo que había referido a Jadiyah, pero esta vez añadió: "Se te llamará mentiroso y serás maltratado, te expulsarán y te harán la guerra, y, si yo vivo para ese día, Dios sabe que apoyaré Su causa." (1.1.153-4). Luego se inclinó hacia él y le besó la frente, y el Profeta regresó a su casa.
Las noticias tranquilizadoras de Jadiyah y Waraqah fueron seguidas por una reafirmación procedente del Cielo en la forma de una segunda Revelación. La manera de producirse no se ha registrado, aunque al preguntarle cómo le venía la Revelación el Profeta mencionó dos formas: "Algunas veces me viene como el retumbar de una campana, y ésa es la más dura para mí; cuando me he enterado de su mensaje disminuye el estruendo. Y a veces el Ángel toma la forma de un hombre y me habla, y yo soy consciente de lo que me dice." (B. 1, 3.)
La Revelación, esta vez, comenzó con una sola letra, el primer ejemplo de las letras
crípticas con las que comienzan varios mensajes coránicos. La letra fue seguida de un
juramento divino, prestado por el cálamo, que ya había sido mencionado en la primera
Revelación como el principal medio de Dios para enseñar a los hombres Su sabiduría.
Cuando le preguntaron acerca del cálamo, el Profeta dijo: "La primera cosa que Dios creó fue el cálamo. Creó la tabla y le dijo al cálamo: «¡Escribe!» Y el cálamo respondió: «¿Qué escribo?» Dios dijo: «Escribe Mi conocimiento y Mi creación hasta el Día de la
Resurrección.» Entonces el cálamo trazó lo que se le había mandado." (Tir. 44). El
juramento por el cálamo es seguido de un segundo juramento por lo que escriben, y entre lo que ellos, esto es, los Ángeles, escriben en el Cielo con cálamos menores sobre tablas menores está el arquetipo celestial del Corán, al cual Revelaciones posteriores se refieren como a una recitación (Qur'an) gloriosa en una tabla inviolable (Corán, LXXXV, 21-2.) y como a la madre del libro. (C. XIII, 39.). Los dos juramentos van seguidos de la reafirmación Divina:
Nun. Por el cálamo y lo que escriben, no eres ningún poseso por la gracia de Tu Señor. Tuya será una recompensa sin límites y verdaderamente magnánima es tu naturaleza.
(LXVIII, 1-4).
Después de la llegada de los primeros Mensajes hubo un periodo de silencio. El profeta
comenzó a temer si habría incurrido en algún tipo de desagrado del Cielo, aunque
Jadiyah le decía continuamente que eso no era posible. Entonces, al fin, el silencio se
rompió y llegó una nueva reafirmación, y, con ella, el primer mandato directamente
relacionado con su misión:
¡Por la brillantez de la mañana, y por la noche cuando está tranquila! Tu Señor no te ha abandonado ni aborrecido, y para ti será mejor la última que la primera,2 y Tu Señor te dará y quedarás satisfecho. ¿No te encontró huérfano y te amparó, y te encontró extraviado y te guió, y te encontró necesitado y te enriqueció? Al huérfano, pues, no lo oprimas. Al mendigo no lo rechaces, y proclama la gracia de tu Señor."(XCIII).

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